Borrar
El escritor Rubén Abella, con su tercera novela en el Café España. :: HENAR SASTRE
«Escribir algo nuevo es imposible, interpretamos lo que nos toca vivir»
CULTURA

«Escribir algo nuevo es imposible, interpretamos lo que nos toca vivir»

El autor vallisoletano presentó ayer 'Baruc en el río', una travesía por la nostalgia y los recuerdos que voltea la vida de una familia Rubén Abella Escritor

JESÚS BOMBÍN

Sábado, 29 de octubre 2011, 14:12

'Baruc en el río', una crónica de exploración en el amor y la culpa en una trama familiar, fue concebida por Rubén Abella mientras daba brazadas en la piscina cubierta de Parquesol, hace dos años. Acaba de abandonar la umbría de la imprenta para posarse en los estantes de las librerías como la tercera novela de este escritor (Valladolid, 1967) al que pocas cosas turban tanto como la precariedad de la existencia humana, esa sensación de fragilidad que en el instante menos pensado fragua en tragedia torciendo vidas destinadas a la normalidad cotidiana por derroteros de infelicidad y desdicha. «La idea me vino nadando. Y se redujo a una frase, que es la que da comienzo a la novela: 'Todo empezó con el perro'. La fui repitiendo al compás de las brazadas y oye, se me agarró a la garganta y, tirando de ella, empecé a escribir».

Escritor de ascendente visibilidad a raíz de ser finalista del Premio nadal 2009 con 'El libro del amor esquivo', admite con aires de desquite que hace años le irritaba si alguien detectaba rastros de huella autobiográfica en sus escritos. «Con los años descubres que es imposible escribir algo en lo que no estés tú. Yo estoy tan disperso dentro de mis narraciones que es casi imposible crear un hilo que lleve hasta mí», dice quien ha hecho de Valladolid su plantilla geográfica.

«Es un mundo que conozco bien porque es el de mi infancia y, a partir de ahí, invento una historia un poco alterada que es la novela. Y después hay otras plantillas literarias, claro. Cuando hablan de novedad... yo creo que es imposible escribir algo nuevo y hay que hacerlo con humildad, interpretando el mundo que nos ha tocado vivir», comenta, llevando este planteamiento a los ecos de su relato. «El final de la escapada de Baruc, el protagonista de esta novela, es una vuelta a casa, el viaje de su intento de regreso. Ahí está Faulkner ('Mientras agonizo'), los rusos que he leído... ¿son reconocibles?, no soy yo, pero interpreto lo que me ha tocado vivir».

La disciplina cotidiana y la minuciosidad marcan la escritura de bolígrafo y cuaderno en el que vuelca en tinta sus pensamientos, tramas y personajes a los que no queda otra que ser sumergidos en conflictos de los que afloran nostalgias, relaciones familiares traumáticas, el poder balsámico de las palabras y toda una gama de sensaciones que compara con bajar a la mina, un terreno, dice, donde lo mismo encuentras cosas maravillosas que se te derrumba el techo.

Su instinto narrativo le lleva a buscar que su novela conmueva a quien llegue hasta sus renglones, pero sin pagar peajes externos. «Escribo pensando en mí. El juez primordial de lo que escribo soy yo. Y si me parece que tiene pegada, tensión, sigo con ello», revela relegando la influencia del potencial destinatario de su proceso creativo.

«No existe un lector, hay infinidad de ellos y no puedo estar pendiente de lo que le va a parecer a todo el mundo lo que escriba».

Huérfano de presencia en las redes sociales, se confiesa apabullado por el ruido opinativo y el exhibicionismo que propicia Internet. «Un familiar me dice que no existo porque no estoy en Facebook ni en Twitter, pero creo que tengo pocas cosas que decir y, si las digo, lo hago en las novelas. Creo que los blogs tienen mucho que ver con la vanidad, aunque a lo mejor tengo que comerme estas palabras dentro de dos años si cambio de opinión... pero a mí no me llega el tiempo ni la energía para estar ahí, eso generaría dispersión y con ella no se llega a ninguna parte».

Nada que ver ese ansia de estar, opinar y ser visto y oído en la Red con la soledad y la calma de la que se rodea para crear. «Soy un escritor lento, salen las cosas poco a poco y corrijo mucho. Termino un manuscrito y lo dejo reposar. Y cuando vuelvo a él lo corrijo como si se tratase el texto de otro para mejorarlo, y así voy creando la novela por capas de corrección, primero tramas, luego el lenguaje....».

De los libros de cabecera que sacian el ansia lectora de este escritor cuenta que en todos ellos luce un poso de tristeza -«en los escritores que hurgan y revuelven siempre hay algo triste»- y reconoce que, lejos de sentirse satisfecho con su trabajo y de la zozobra que esa actitud entraña, se ve animado a seguir catando en vetas narrativas para futuros microrrelatos o novelas. En su mesa aguardan un manuscrito y un bolígrafo que no ha parado de garabatear esbozos de historias, personajes y conflictos a la espera de ser desentrañados en una próxima novela.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla «Escribir algo nuevo es imposible, interpretamos lo que nos toca vivir»