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MARÍA CARRO
Miércoles, 3 de agosto 2011, 02:47
El pasado 18 de agosto, la provincia de León lloró la muerte de uno de sus mineros en el pozo Malabá de Torre del Bierzo y, sin tiempo para recuperarse, un nuevo fallecimiento, esta vez en el interior de la mina asturiana de Cerredo (Degaña), empañó la jornada de ayer.
Se llamaba Rafael Otero Guerrero, tenía 35 años y era vecino de Villaseca, localidad perteneciente a la comarca leonesa de Laciana. Fueron sus compañeros quienes encontraron su cadáver en el interior de la galería en la que picaba carbón. Se dieron cuenta porque faltaba su linterna. Lo encontraron alrededor de las cinco de la madrugada, siete horas después de que terminara el turno en el que trabajaba (de 15:00 a 22:00 horas). Apareció sentado en el mismo sitio que tenía asignado para picar y con signos de asfixia. Aunque la Guardia Civil de Cangas del Narcea investiga los hechos y se está a la espera de lo que determine la autopsia, todo apunta a que Rafael Otero murió tras inhalar metano o grisú, «la muerte dulce», como la calificó uno de sus compañeros. El comité de seguridad de la empresa inspeccionó ayer por la mañana las instalaciones de la citada mina por si pudiera haberse producido algún escape de gases.
Tanto la empresa para la que trabajaba, Coto Minero del Cantábrico, como la vecina Hijos de Baldomero García, pararán hoy su actividad en señal de luto por el fallecimiento de este picador, que será enterrado en la localidad asturiana de Veigas (Pola de Somiedo) después de ser oficiado su funeral en la iglesia de San Pedro de Villaseca.
Este es el segundo accidente mortal que se produce en la mina de Cerredo en menos de un año.
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