Secciones
Servicios
Destacamos
JESÚS BOMBÍN
Jueves, 14 de julio 2011, 02:52
Seguir el serpenteo vital de esta periodista burgalesa de Nava de Roa exige echar a rodar el mapamundi. Viaja para aprender y acumular experiencias, siente, empatiza, escribe. Lo ha hecho ejerciendo de corresponsal en Oriente Próximo, como coguionista y ayudante de dirección en Irak con el filme 'Invierno en Bagdad', elaborando reportajes para 'Geo' o viajando a Colombia, Nepal, Egipto, India o Turquía para reunir en 'Viajes que despertaron mis 5 sentidos', experiencias que le han llevado a descubrir qué parte de lo que iba encontrando «estaba de otra forma en el sitio del que venía, pero no había sido capaz de verlo». En Atapuerca comenzó un itinerario tan de partida como de llegada para la autora. Un yacimiento que trasciende lo paleontológico y se abre al relato y las reflexiones a través de 'La voz de la Tierra y la mujer chamán', que presenta en Urueña el 21 de julio.
-¿Cómo se gestó la novela?
-Hice un reportaje sobre Atapuerca y la evolución humana para la revista 'Geo' y uno de los codirectores, José María Bermúdez de Castro, me abrió la puerta a escribir una novela. Me tentó y el germen fue creciendo dentro de mí, me documenté, sabía que en algún momento la pariría. Mientras tanto, viajé por Irak y Palestina, y después de lo que vi allí fui construyendo la novela, preguntándome hasta qué punto los humanos hemos evolucionado. Luego viajé a Colombia, a Perú, conocí la cosmovisión indígena, cómo leen el mundo. Construí 'La voz de la Tierra' sin alejarme de lo que viví y después de esos viajes me lancé a escribir la novela sobre Atapuerca.
-La prehistoria es época poco transitada en literatura, salvo casos como el de Jean Aueil con su saga superventas.
-Porque no es fácil. Exige un componente de investigación importante y tienes que trasladarte a un tiempo en el que no existe nada de tu mundo. Ni el olor del perfume, ni el tacto de la seda, ni la lluvia sobre el cristal o el sonido de la radio y la música tal y como la conocemos. El viaje es absoluto y las herramientas narrativas más complejas. Tienes que tener la capacidad de transmutarte a una cueva, describir, inventar rituales. Me atreví a crear una lengua. De hecho uno de los estudios que está haciendo el codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, es sobre el lenguaje.
-La prehistoria suscita interrogantes y las respuestas son lentas.
-Básicamente en la búsqueda de respuestas miramos adelante y atrás, quizá porque no sabemos mirar. También atrae la ciencia ficción... Necesitamos saber quiénes somos.
-¿Cuánto hemos aprendido y olvidado a lo largo de la evolución humana?
-El primer niño Antecessor encontrado en la Gran Dolina es de hace 800.000 años, y sus huesos fueron comidos por humanos. La crudeza del hombre contra el hombre está en Atapuerca y en Irak, yo lo vi y me preguntaba hasta qué punto hemos evolucionado. Del Neolítico a la actualidad hemos ido muy rápido y Atapuerca recuerda que la evolución del hombre ha sido muy lenta, un despertar pausado, como un niño abriendo los ojos desde que nace y hay un momento en que empieza a crecer muy rápido, que es lo que ha ocurrido desde la industrialización y no nos ha dado tiempo a asumir el poder que tenemos. Por eso nos estamos cargando el planeta, los mercados atacan la sociedad del bienestar que representa Europa... No somos aún conscientes de lo que tenemos entre manos, como niños jugando con el peligro.
-¿Frecuenta el yacimiento?
-Me gusta mucho sentarme allí y contemplar, sentir, en invierno, cuando casi nadie lo visita y hace frío. Las piedras y las hojas siguen contando cosas y me siento a escuchar, aunque no las entienda. Es como si estuvieran parte de las voces que por allí pasaron. Atapuerca tiene hechizo, es especial.
-Ahora trabaja en 'Voces sabias', un proyecto para evitar la pérdida de experiencias de los mayores.
-Como periodista he entrevistado a escritores, a gente del cine que cuenta cosas que a muchos les parecen interesantes pero en las que a veces echo en falta sabiduría. Nací en un pueblo agricultor de la Ribera del Duero, en el mundo rural, y siento necesidad de hablar de la sabiduría de la gente de la tierra, desde la sencillez y lo cotidiano, de cómo se poda, se riega o cuándo se planta tal cultivo. Eso lo saben los abuelos y acudir a ellos es hacer memoria, evitar que se pierda.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.