

Secciones
Servicios
Destacamos
J. I. FOCES
Miércoles, 22 de junio 2011, 10:18
Un aviso, para que no se llamen ustedes a engaño: Si algún día tienen que sentarse a negociar con este hombre, tengan cuidado porque maneja como nadie el arte de la seducción. Arqueando las cejas, el presentador Carlos Sobera es a su lado un aprendiz. En el lenguaje gestual, podría escribir un tratado. Y en el arte de atraer por la sonrisa y la risa al interlocutor hacia su terreno es un erudito. No digan que no les he advertido.
La vida de Jesús Julio Carnero tiene una fecha por encima de otras, el 17 de julio de 1978. Hasta ese día fue niño; desde ese día, hombre. Sin adolescencia por el medio. De niño a hombre en un segundo, el que transcurre del paso de la vida a la muerte. El 17 de julio de 1978 fue el último día de vida de su padre, don Julio, secretario en ese momento del municipio coruñés de Rianxo, último destino profesional de una vida que tuvo muchas paradas pero que para su hijo Jesús Julio comenzó en Aspariegos (Zamora) el 5 de marzo de 1964. Allí le nacieron. Sí, sí, le nacieron. Él habría nacido en la salmantina Puebla de Azaba, pero su padre consideró que su madre, doña Aurora, tenía que dar a luz a su primogénito en Aspariegos, localidad de la que ella procedía.
Con nueve meses, la familia se asentó en Corcos del Valle, otro de los destinos de don Julio como secretario municipal. En esta recoleta villa vallisoletana vivió hasta que Jesús Julio cumplió siete años, momento en el que el domicilio familiar se asentó en Valladolid, en la calle Amor de Dios, en pleno corazón de La Rondilla. Para entonces el hogar constaba ya de cuatro miembros, puesto que cuando el pequeño Julio contaba con dos años vino al mundo su hermana, su inseparable hermana, María Nina.
Valladolid, Aspariegos y Corcos, tres núcleos que han marcado la vida del que hoy va a ser investido presidente de la Diputación de Valladolid. Entre su llegada con 7 años a la capital y el día de hoy, cuando se hace con el bastón de mando provincial, han transcurrido cuatro decenios en los que este dirigente del PP se ha formado profesional, política y humanamente no sin tener por delante las durísimas pruebas a las que somete la vida a cualquier persona y, si encima se queda huérfano de padre muy niño, más aún.
Por aquellos caprichos que tiene el destino, va a tener su despacho como primera autoridad de la provincia en la plaza de San Pablo, precisamente donde se asientan el colegio El Salvador, en el que estudió EGB, y el instituto Zorrilla, donde cursó BUP y COU.
Los tíos de Aspariegos
Doña Aurora, su madre, tiene otros cuatro hermanos: Mariano, César, Luz Divina y Emilia. Los dos primeros, en el zamorano Aspariegos; Luz Divina, en el vallisoletano Villavicencio de los Caballeros, y Emilia, en Venezuela. Y entre la capital, Aspariegos, Villavicencio y Belver de los Montes (muy cerca de Aspariegos), se escribe la infancia y la juventud del nuevo presidente de la Diputación vallisoletana.
La muerte de don Julio le inculcó a su hijo el peso de la responsabilidad. «El sentido de que en cada momento en la vida hay que hacer lo que hay que hacer lo marca una tragedia así», comenta justo cuando rememora que los mejores años de su juventud los pasó en el instituto porque le dio «la suficiente libertad como para formarme en responsabilidad».
Y los veranos, a Aspariegos, con su tío César, con el que se pasaba los días cada seis horas cambiando los tubos de riego; «es que en aquella época no había pivots», comenta sonriendo. Su otro tío, Mariano, fue 25 años alcalde del pueblo. Y ahí le inocularon el virus de la política lo que, mezclado con la carrera que eligió, Derecho, explica bastante el momento actual que vive.
Mariano le quiso afiliar a Alianza Popular (germen de derechas del PP). Pero Jesús Julio como que no se veía con carné de AP. «Yo políticamente siempre fui de derechas, pero es que esto estaba antes tan denostado&hellip». Y esperó a comenzar los estudios universitarios y a cursar Derecho. ¿Por qué Derecho? No está muy claro si hizo esta carrera porque quería ser juez o porque veía a don Julio siempre navegando entre normativas, códigos y reglamentos como hace todo secretario de Ayuntamiento que se precie.
Más cerca de San Pablo
Ya en la Universidad el domicilio familiar cambió de La Rondilla a San Quirce, más cerca de San Pablo. Como si aquello fuera el preludio de que acabaría siendo inevitable que ocupase el coqueto despacho presidencial de la Diputación, con esa impresionante ventana que da a la plaza y a la calle Angustias.
Quería ser juez... hasta que se dio de bruces con la realidad. Un buen día se presentó a unas oposiciones de jueces a las que concurrían más de 7.000 aspirantes para 300 plazas. «¿No va a haber aquí 301 tíos más listos que yo?». Se hizo esta pregunta y borrón y cuenta nueva. Para dejar de ser una carga en casa, preparó intensamente las oposiciones del Cuerpo Superior de la Administración de Castilla y León. En siete meses, siete, sacó la plaza.
Su primer destino, Zamora, adonde llegó con el corazón ocupado puesto que en el periodo de preparación de esas oposiciones conoció a la que acabó siendo su esposa Rosa Urbón. «Mi corazón y mi razón», dice con una sonrisa de estas que se le ponen a uno cuando habla a otro de su enamorada. Rosa Urbón que, por cierto, también ha hecho carrera política como él en la Junta. Actualmente es directora general de Turismo. Con Rosa se casó el 2 de junio de 1995; desde entonces él luce en la muñeca el reloj que le compró como regalo de pedida
Zamora, provincia en la que llegó a la vida, fue también el punto de partida de su carrera profesional en la Junta y de su carrera política. Ambas han transcurrido en todo momento de forma paralela, como dos caminos que no se cruzan pero que están constantemente interconectados. De Zamora llegó a Valladolid a los pocos meses para hacerse cargo de la Jefatura del Servicio del Secretariado de la Junta. Su primer jefe, y lo recuerda con notable cariño, fue Jesús Blanco. Y, por encima de él, Virgilio Cacharro, que fuera director general de ese departamento con Lucas como presidente. Cacharro es su primera referencia política importante.
La segunda, Gabriel Elorriaga, que fue secretario de Estado de Administración Territorial. Hasta llegar a ser su asesor, Jesús Julio Carnero pasó por el puesto de coordinador de Servicios en la Consejería de Medio Ambiente, con Javier Arribas de secretario general y José Manuel Fernández Santiago de consejero. Con ellos se fue a Fomento en 2001, cuando llegó a la Presidencia de la Junta Juan Vicente Herrera, a quien Carnero considera «la integridad de la política».
Fue en ese tiempo cuando le llamaron del Ministerio de Administraciones Públicas. Lo hizo su intimísimo amigo Santos Villanueva, de cuyo fallecimiento se cumplirá un año en agosto. Carnero preparó a Villanueva para las oposiciones y lo que comenzó como una relación profesor-alumno, acabó siendo una amistad que se escribe con letras mayúsculas. Hasta que una maldita piedra le arrebató la vida a Santos Villanueva en la montaña leonesa. Santi, como le llama Carnero, fue jefe de este y, posteriormente, intercambiaron los papeles. Pero siempre, por encima de todo, prevaleció la amistad. De Santos Villanueva conservará para siempre la imagen que se formó de él gracias a «su clarividencia y a su inteligencia para la política». Y cuando lo dice le sale una sonrisa de esas que uno reserva para hablar del amigo del alma. En aquella etapa, además de Santos y él, en el Ministerio estaba Pablo Trillo, quien también ha contribuido a esculpir la vocación política de Carnero.
En estas, llegó Silván
Un día, a principios de los 2000, apareció en su vida Antonio Silván. Con él ha estado ocho años como secretario general de Fomento. Se lo presentó su esposa, con quien Silván coincidió en la Comisión de Secretarios de la Junta cuando Rosa Urbón era secretaria general de Presidencia y Administración Territorial con María José Salgueiro como consejera. Para Carnero, Silván es «un leonés que lleva Castilla y León en el corazón». Entre otras cosas por eso se vino con él a Valladolid justo cuando a Elorriaga (que hoy le acompañará en la toma de posesión) le hizo Rajoy coordinador de la campaña y del programa electoral del PP en 2004. Pero el proyecto de Silván le cautivó; tanto, que ha permanecido con él ocho años, justo hasta que Ramiro Ruiz Medrano, a quien considera «la bondad de la política», uno de sus grandes amigos y una de las cuatro referencias políticas de su vida (con Cacharro, Elorriaga y Silván), le llama para ser candidato a la Presidencia de la Diputación. Medrano lo conocía bien. De hecho cuando llegó a la Presidencia del PP de Valladolid situó a Carnero a su vera en el equipo de dirección. Le ha observado, analizado, escrutado casi con microscopio y no tuvo ninguna duda: tenía que ser su recambio para tratar de imprimir a la institución el cambio que necesita con el fin de seguir siendo útil como institución a los pueblos de la provincia.
Para ello fue situado de número dos nada más y nada menos que de Javier León, que para Carnero es «el gran alcalde que ha transformado Valladolid». Carnero ha estado estos años aprendiendo gestión muy cerca del vicepresidente de la Junta, Tomás Villanueva -«la gestión en la política», en opinión de Carnero- y del consejero de la Presidencia, José Antonio de Santiago-Juárez López, a quien considera «la inteligencia de la política» y que ha sido su presidente en la Comisión de Secretarios de la Junta.
El melómano, el deportista
Pero no todo es política en la vida de este zamorano de nacimiento y vallisoletano de ejercicio. Es un melómano empedernido. Es difícil imaginar hasta qué extremo. De Miles Davis se declara seguidor, de los Rolling; admirador, y de Supertramp&hellip De Supertramp, su enviado en la Tierra. El primer disco que compró a los 14 años, por el que pagó 300 pesetas, fue 'Breakfast in America', el bombazo de la banda de Roger Hodgson. Un disco que Carnero tuvo que volver a comprar de lo rayado que llegó a tener el primero por las veces que lo oyó.
Devora el jazz, y eso que a Rosa, su «corazón y razón» como que eso del jazz no le hace mucha gracia. Y el éxtasis lo alcanza con Bach y Beethoven, que incesantemente suenan en su despacho.
Acumula en casa más de mil discos, una buena parte de ellos comprados con el dinero que dejó de gastar en tabaco cuando decidió dejar de fumar. Pero pese a ser muchos los discos, se quedan cortos al lado de los libros que guarda. Si ya le gustaba leer de joven, desde que se enamoró de su mujer esa afición se ha convertido casi en una religión porque Rosa, su esposa, es una «gran lectora». Ahora mismo, Carnero está leyendo 'La civilización empática', de Jeremy Rifkin, asesor de la Casa Blanca. Pero lea el libro que lea, sea éste el que sea, siempre tiene al lado 'El Quijote'. Lo relee de continuo. Le aficionó a ello el que fuera catedrático de su instituto don Carlos Beceiro y, desde entonces, no hay semana en la que no lo vuelva a tener entre sus manos. «Todo está en el Quijote».
Saca tiempo para hacer deporte. Todos los días laborables nada o corre. Y los fines de semana, puentes y vacaciones entre raquetas, bicicleta de montaña y senderismo ocupa el tiempo necesario para cultivar que el cuerpo esté en sintonía con su mente, que trata de mimar delicadamente con música y lectura. El refugio completo lo alcanza su espíritu en la tertulia con los amigos, que es lo que más le gusta.
Doña Aurora, siempre
Pero por muchas referencias humanas y políticas que ha ido atesorando, y por muchas que pueda atesorar, ninguna llegará ni siquiera a competir con doña Aurora, su madre. Cuando habla de ella enarca las cejas como en ningún otro momento y saca a la luz la mejor de sus sonrisas, esa que uno reserva para la madre: «He tenido la suerte de tener una madre que ha hecho de madre y padre desde que mi padre murió y ha acabado siendo mi amiga».
Silencio. Emocionado silencio. Y las cejas quietas. Está hablando de doña Aurora. Su madre.
Hoy ella verá cómo al filo del mediodía a su hijo le entregan el bastón de mando provincial. Será un momento emocionante y de gran responsabilidad. Será juzgado siempre como el político al que el PP encomendó el recambio de Ramiro Ruiz Medrano, presidente durante 17 años, nada más y nada menos, de la Diputación. Pero hecho el recambio su reto estará en conseguir el cambio que necesita una institución a la que los pueblos pequeños miran la mayoría de las veces con ojos que imploran auxilio.
Llega al cargo con el conocimiento suficiente de la Administración, con una personalidad forjada a base de trabajo mezclado con vocación política -«con la edad me estoy escorando al centro», admite con esa sonrisa que uno reserva para los momentos de confidencia- y con suficiente capacidad como para seducir al interlocutor y llevarlo a su terreno a las primeras de cambio.
No olviden ese detalle si tienen que sentarse a negociar con él. Es un aviso, para que no se llamen ustedes luego a engaño. Es Jesús Julio Carnero, desde hoy presidente de la Diputación de Valladolid.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.