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MIGUEL A. PINDADO
Miércoles, 15 de junio 2011, 02:07
La historia viva del balonmano de los últimos treinta años abandona Valladolid. Se pueden contar con los dedos de la mano los deportistas que han sido capaces de estirar su presencia en la competición al más alto nivel durante tres décadas. Y menos aún aquellos que lo han hecho sin apenas altibajos, siempre al pie del cañón, ofreciendo el máximo, exprimiendo sus enormes cualidades temporada tras temporada, partido a partido, día a día, en cada uno de sus entrenamientos. Y menos aún aquellos que habiendo conquistado un sinfín de títulos de todos las marcas y colores, conservan la humildad de aquel chico de veinte años que debutó en el equipo nacional sueco allá por 1988 y comenzó a deslumbrar al mundo con su técnica, sus paradas y su personalidad. Y menos todavía aquellos que han hecho de su vida un servicio al Deporte, con mayúsculas, porque siempre han sido ejemplo de profesionalidad y dedicación. Y definitivamente menos, aquellos que han sobrevivido a un grave accidente de avión en sus inicios deportivos. Por todo ello, Tomas Svensson es único e irrepetible. Y en Valladolid hemos tenido la enorme suerte de poder disfrutar de uno de los mitos del balonmano mundial, de su ilusión en cada partido que saltaba a la cancha, de su genio y figura en cada una de las paradas in extremis que hacían explotar a la grada, de su exquisito comportamiento en la cancha y en un vestuario plagado de chavales que no habían nacido cuando él ya era una estrella y a los que ha enseñado con su ejemplo y su conocimiento. Por todo ello, muchas gracias don Tomas Svensson.
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