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FERNANDO CABALLERO
Martes, 31 de mayo 2011, 11:53
De las mantas que se fabricaron en Palencia, que no fueron pocas, no hay muchos vestigios de carácter histórico. Existirán aún ejemplares en domicilios particulares, pero en museos, como expresión de una parte de la historia de Palencia, si por histórico en este caso se entiende un objeto elaborado en alguna fábrica de mantas palentina y que tenga unas características peculiares, no existen demasiados.
Las religiosas clarisas del monasterio de Astudillo sí poseen en el Palacio Museo de Pedro I una manta que se puede catalogar de histórica por su singularidad: en ella destacan los ricos bordados fitomórficos, heráldicos y de grafías; aparecen los nombres de los propietarios -Lucio de Bedoya y Pilar Jofre, para su ajuar nupcial-; el lugar de fabricación -Palencia-; la casa que la elaboró -la fábrica de Jerónimo Arroyo-, y la fecha -1861-. Esta pieza, que es excepcional y trascendental para conocer una parte de la industria mantera palentina, ha sido recientemente restaurada por un equipo integrado por Teresa Valladares, Adelaida Escudero y Coro López, con la colaboración de Juan Ramón López. El presupuesto de la restauración ha sido de 8.482 euros. La comunidad de clarisas de Astudillo ha solicitado una ayuda a la Diputación, en una reciente visita de las encargadas del museo al titular de la institución provincial, Enrique Martín.
La manta se encontraba expuesta en la planta superior del museo, donde los visitantes contemplan parte del mobiliario de Pilar Rizo de Bedoya, nieta de los primeros propietarios de la manta, donado al convento tras su muerte. Según se recoge en la memoria de la restauración, «la manta ha sido realizada en tafetán de lana natural batanado, perchado y tundido, sobre la que se ha realizado un bordado libre, también con hilatura de lana teñida en diferentes colores con la técnica denominada bordado al pasado».
Estado de conservación
Los restauradores se encontraron con una manta en «un estado de conservación bueno, ya que el tejido mantiene su función estructural, que se ve reforzada en las zonas del bordado, donde aumenta su consistencia», según los autores de la restauración. Presentaba signos característicos del desgaste provocado por el uso y las sucesivas manipulaciones a las que ha sido sometida, que han causado la mayoría de las alteraciones. Incluso en algún momento ha sido lavada, ya que se aprecia el sangrado de alguno de los colores de la hilatura que compone el bordado, principalmente los tonos azules y verdes.
La restauración que se ha llevado a cabo parte de un criterio de conservación que tiene en cuenta su valor documental, y prima, por tanto, los aspectos históricos sobre los estéticos, aunque los restauradores tampoco han olvidado la necesidad de poner en valor las cualidades estéticas de la manta, de tal forma que los autores de esta intervención han intentado conciliar los principios de conservación con la restauración estética.
El procedimiento se inició con la limpieza de la manta, partiendo de que la eliminación de manchas o de acumulaciones de suciedad reaviva los colores, sanea el tejido y lo rehidrata. Una vez limpio, el proceso siguió con la recuperación de las deformaciones causadas por el estiramiento al que ha sido sometida la manta por su anterior exposición en el museo las Claras de Astudillo. La manta originariamente era rectangular, pero al estar colgada el propio peso ha provocado una deformación con un estiramiento de los puntos de sujeción y otras deformaciones generalizadas. La pieza ha quedado en este sentido lo más parecido al original a través de la aplicación de un vapor por humificador de ultrasonidos, con agua destilada y sobre una superficie plana.
La eliminación de intervenciones anteriores dio lugar a la consolidación y, finalmente, a la reintegración, que consistió en la reconstrucción de la imagen perdida de la manta.
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