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Isabel enseña un panel de caracoles. :: FÉLIX ORDOÑEZ
Lentos, pero decididos
BURGOS

Lentos, pero decididos

ROSALÍA SANTAOLALLA

Viernes, 8 de abril 2011, 02:27

La de Isabel Porres y Miguel Ángel Marcos es una de las dos casas habitadas durante todo el año en Villaespasa, una pequeña localidad de la Tierra de Lara, en la provincia de Burgos. Hace un par de años que esta pareja, ella de Burgos, él del pueblo cacereño de Plasencia, decidió buscarse la vida en el medio rural y adoptar una idea que le venía rondando la cabeza a él desde hacía tiempo: criar caracoles.

Los dos visitaron granjas parecidas, en Ciudad Rodrigo, Palencia, Soria y Orduña, y decidieron emprender este negocio en el tranquilo pueblo de donde proceden los padres de ella. «Había gente que te animaba, otra no; vimos que no era fácil, pero teníamos ilusión y nos apetecía probar», explica Isabel, que se asoció con su hermana Pilar para esta empresa.

«Teníamos ganas de cambiar y vivir el campo; claro, lo primero que necesitas es un medio de vida», argumenta Isabel. Así que decidieron establecerse en el pueblo, donde tenían «más facilidades para tener una finca» y poner en marcha esta actividad. Lo más «costoso», según admite Isabel, fue la tramitación y conseguir subvenciones. La Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL), a la que pertenecen, les echó una mano para entregar la documentación a la Administración regional, que les dio una subvención a fondo perdido y un préstamo a bajo interés. «Al principio, cuando empiezas, es un poco lento», apunta.

Trajeron sus primeros caracoles de Ciudad Rodrigo y con ellos arrancó su empresa a finales de 2007. Hace dos temporadas comenzaron a tener su propia producción. «Hemos estado aprendiendo, viendo los errores que cometes», explican sobre la cría y engorde de estos pequeños moluscos. «Es complicado, el caracol es un animal delicado, si los cambios son bruscos, metes la pata; no ves los síntomas, como en otros animales», indica Isabel.

En su empresa, Hélix Villaespasa, crían Hélix Aspersa, una variedad de caracol que presenta una carne blanca, distinta a la de los del campo, que es más oscura. En su granja, situada a las afueras del pueblo, tienen diez invernaderos y una nave cerrada, en la que están realizando pruebas «para intentar alargar la temporada, porque en el campo estás más condicionado al clima y en Burgos es como es».

Allí los caracoles están en «banderas», unos soportes en los que se cuelgan -«les gusta estar en vertical», explica Isabel-, y junto a ellas, unos pequeños recipientes con tierra donde colocan sus huevos. En la nave se puede controlar la temperatura. Les alimentan con pienso -cereales con calcio, para fortalecer el caparazón- y cuando se les riega con nebulizadores, los caracoles «se activan» y salen a comer. «En cuatro meses se supone que se hacen adultos, pero cada uno lleva su ritmo», describe. En los bordes de los contenedores de ladrillo, Miguel e Isabel echan sal, para disuadirles de la tentación de conocer el resto de la nave. Sin este truco, una mañana, al principio de su aventura empresarial, Miguel los encontró hasta en el techo.

Hélix Villaespasa comenzó con poco más de 100 kilos de caracoles. Su objetivo es conseguir una producción anual de 10.000 kilos. El caracol -especialmente apreciado en países como Francia y, en España, en comunidades como Cataluña-, se suele pagar a 7 euros el kilo en temporada, y puede alcanzar los 12 euros en los meses de frío. «Aún nos está costando: el primer año no vendimos, para que criasen, y el año pasado vendimos, pero no demasiado», reconoce Isabel. No obstante, sigue habiendo más demanda que oferta, que todavía se cubre con los caracoles del campo, sin garantía sanitaria. «Quién te dice que no acaban de sulfatar en ese lugar», apunta.

Hélix Villaespasa está dando sus primeros pasos de forma pausada, pero con objetivos concretos, estableciendo contactos con mayoristas y con la mirada puesta en el envasado. «Es más ventajoso porque el precio es superior», sobre todo al venderse en tiendas delicatesen. Y en este camino, les anima haber quedado finalistas en el premio a Mejor Joven Iniciativa Empresarial de la Diputación y la Asociación de Jóvenes Empresarios de Burgos.

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