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M. A. L.
Martes, 22 de marzo 2011, 02:31
Son pequeñas, ruidosas. Han venido del otro lado del mundo y causan daños en los árboles donde anidan. Son las cotorras argentinas o cotorras monje, aunque a este ave sudamericana también se la conoce como cotorrita verdigrís o simplemente como cata. Es una especie de la familia de los loros y su nombre científico es 'Myiopsitta monachus'. En algunas ciudades españolas (Barcelona, Valencia, Madrid) ya es un problema y, si no han llegado ya a Segovia, no tardarán en hacerlo. Un vecino ha alertado al Ayuntamiento y las concejalías de Medio Ambiente y de Participación Ciudadana han comunicado a las asociaciones inscritas en el registro municipal que avisen si alguno de sus miembros ve alguna en la ciudad.
Las cotorras argentinas son de tamaño pequeño. Miden entre 28 y 31 centímetros de la cabeza a la cola y pesan alrededor de 130 gramos. Las plumas del dorso y de la cola son de un color verde brillante, las de las alas, verdes azuladas; y son grises las de la frente, mejillas, garganta, el pecho y el vientre.
Procede de la zona centro y sur de Sudamérica, desde Bolivia y Brasil hasta Argentina, Paraguay y Uruguay, y han sido introducidas en Europa como mascotas, aunque los ejemplares liberados han comenzado a colonizar muchas ciudades porque tienen una enorme capacidad para adaptarse a otros climas y ecosistemas.
Ruido y excrementos
La concejala de Medio Ambiente, Paloma Maroto, confirmó ayer que los trabajadores del servicio de Parques y Jardines están sobre aviso. «En la ciudad todavía no tenemos noción de que hayan anidado estas aves, pero estamos alertas para tomar medidas porque en algunas reuniones que hemos mantenido con responsables de otras ciudades nos han advertido de que causan serios problemas», señaló.
Los más evidentes son el ruido y los excrementos, pero el daño al arbolado de los jardines es el de más difícil reparación, pues los nidos que construyen en las copas de los árboles son comunitarios -ya que las cotorras argentinas son aves muy gregarias-, los ocupan varias parejas reproductoras, cada una en su recamara, y pueden llegar a pesar 150 kilos. Además, las ramas que cogen para hacerlos las toman de la vegetación de los alrededores, causándola grandes destrozos.
Si tiene algo positivo esta especie importada como animal de compañía y convertida en invasora es que compite directamente con las palomas, pues comparte el mismo nicho ecológico, pero Paloma Maroto duda de que pueda llegar a desplazarlas y asegura que «en cualquier caso su estiércol, los daños al arbolado y el ruido que producen habría que combatirlos».
«Si ya están aquí queremos saberlo cuanto antes para actuar de inmediato», indicó la concejala. En el comunicado que han recibido las asociaciones hay dos teléfonos de aviso: 921 111945 y 921 110921.
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