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Domingo, 19 de septiembre 2010, 15:18
Hay ciudades que las mientas y junto a ellas emerge toda una imagen que las retrata, una evocación adosada a una marca turística y cultural que hace que Bilbao se asimile al Guggenheim; Valencia, a la Ciudad de las Artes; Toledo, al Alcázar, o Segovia, al Acueducto. Por ejemplo. Pero hay otras capitales huérfanas de referencias monumentales o artísticas diferenciadoras que presentar a una sociedad cada vez más presa del marketing, que carecen de un elemento que para algunos se revela esencial y para otros, prescindible.
Valladolid engrosa este grupo de ciudades sin un icono monumental claro que descolle ante los foráneos y la defina, una circunstancia que generó debate entre los protagonistas del Foro Valladolid Avanza auspiciado por EL NORTE DE CASTILLA, en esta ocasión para abordar la situación del Patrimonio en la capital y la provincia y analizar cómo éste puede convertirse en un eje impulsor de riqueza, empleo y divulgación de la cultura.
A juicio de Juan Manuel Guimeráns Rubio, director del Área de Cultura del Ayuntamiento, el obstáculo para proyectar la imagen de Valladolid asociada a un icono radica en la existencia de múltiples de ellos. «Hay muchísimos y eso también puede ser un gran problema».
Lo tiene más claro Antonio Sanz, de la Confederación Vallisoletana de Empresarios (CVE), para quien lo más identificativo de Valladolid a los ojos del turista es la Semana Santa, aunque no descarta que surjan otras referencias si el Plan Rogers se lleva a cabo, «erigiéndose en un buen elemento para poder desarrollar el patrimonio del futuro», al estilo, propone, «de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, un elemento de referencia y punto de atracción».
En el lamento sobre la carencia de una seña de identidad abunda Javier Barbero, de la Cámara de Comercio, quien echa en falta esa marca de identidad propia al estilo de una Catedral que permite hacer visible a Burgos, o un hito cultural como el Guggenheim bilbaíno.
Al director de Extensión Universitaria de la UVA, Carlos Sanz Mínguez, le parece que lo que da marchamo de exclusividad a Valladolid es el mundo vacceo. En calidad de impulsor del yacimiento arqueológico de Pintia (siglo IV antes de Cristo) en Padilla de Duero, subraya «el pasado específicamente vacceo que identifica a esta tierra; los vacceos se inventaron y en gran medida nos inventaron. La arquitectura de madera es un invento vacceo; la agricultura cerealista extensiva y excedentaria, también; el granero que se instituyó en Castilla arranca de esa época y tiene que ver con toda nuestra historia agrícola. Y cuando hablamos de un museo del Pan o del Vino, a mí se me queda corto que no haya una referencia muy específica a quienes inventaron todo eso. Es una referencia que falta, que no cuaja y no entiendo muy bien por qué, cuando históricamente y arqueológicamente está bien documentada».
Más escéptico con la búsqueda de hitos monumentales se muestra el director regional de Patrimonio, Enrique Sáiz, partidario de cuestionar «si hay que ir persiguiendo iconos». «Hay ciudades que funcionan muy bien en España y no me refiero exclusivamente al Patrimonio -alega-, sino como lugares agradables y atractivos que atraen actividad turística y empresarial y no tienen un icono específico. Hablo por ejemplo de Vitoria, Pamplona o Gerona, que figuran entre las que disfrutan de mayor calidad de vida en España y con mucho turismo. Y en Europa, sucede igual». En su opinión, el 'modelo Guggenheim', basado en grandes inversiones públicas ligadas a infraestructuras culturales, ha muerto por agotamiento.
«¿Por qué no tratamos de que Valladolid sea la ciudad de los museos?», propone Antonio Sanz, de la CVE. En clave empresarial, Javier Barbero considera vital centrar los esfuerzos en el marketing. «Las administraciones están haciendo cosas interesantes, pero hay que afinar el tiro».
Englobar zonas
Analizando las carencias de la ciudad y la provincia para hacer más visible su riqueza monumental, José Luis Velasco, delegado de Patrimonio del Arzobispado, ve urgente comenzar a trabajar englobando zonas y no por lugares aislados entre sí. «He pasado casi 40 años en Valbuena y para mí la zona de Peñafiel, Curiel, San Bernardo y Olivares tiene unas enormes posibilidades, pero si no hacemos y trabajamos con zonas, no podremos subsistir; ha de haber conexión y apoyo entre ellas».
Un convencido de las capacidades de los núcleos rurales es Artemio Domínguez, alcalde de Medina de Rioseco. Juzga para ello trascendental la recuperación de los archivos de los municipios llevada a cabo. «Guardan los documentos de la historia de todo un pueblo y ayudan a consolidar una idea de pertenencia cultural a un entorno», apunta.
En esa reflexión conjunta no falta la alusiva al rol de las administraciones públicas y a la empresa privada en su mejorable relación con el aprovechamiento del Patrimonio de la provincia vallisoletana. El más crítico en su ámbito es Carlos Sanz Mínguez. Los 30.0000 alumnos y 3.000 profesores de la UVA representan un enorme yacimiento de posibilidades investigadoras, si bien, reprocha, «en la Universidad hace falta dar una vuelta de tuerca para que la divulgación científica constituya un objetivo de los investigadores que vaya más allá de las publicaciones especializadas y llegue a todo el mundo, generando proyectos o pequeñas empresas que sostengan esa investigación». En ese cambio de mentalidad que, a su modo de ver, debe dar la Universidad jugará un papel estelar el Museo de la Universidad (MUVA), que para el impulsor del yacimiento de Pintia ha de erigirse en «la caja de resonancia de la investigación que se desarrolle en las facultades». Sería, opina, un resorte más de la ciudad para crear un foco cultural de divulgación científica. Son cada vez más las ciudades que se apuntan al concepto de economía del Patrimonio como fuente de riqueza.
En este punto los contertulios sacan a colación la escasa apuesta empresarial para diseñar proyectos turísticos o culturales asumiendo riesgos que en otros países o regiones llegan a ser rentables. Admite Javier Barbero la dificultad de hacer compatible esas señas de identidad de una capital con la generación de valor económico al margen del apoyo institucional. Su reconvención se extiende también a la falta de innovación e imaginación «a la hora de presentar nuestra oferta cultural y patrimonial». «Las empresas somos responsables de no saber vender la imagen de marca», asume Antonio Sanz por lo que conoce a través de la Confederación Vallisoletana de Empresarios, una atalaya que le sirve para certificar que «a la gente de Valladolid nos falta creérnoslo y saber vender lo nuestro».
De la crítica tampoco se libra la Ley de Mecenazgo, «que empuja a hacer poco, no presenta ventajas claras para las empresas y estas no se ven motivadas», remarca Javier Barbero, que rápidamente encuentra réplica en otras formas de entender lo que debería un instrumento legal incentivador.
Mecenazgo de empresas
El responsable regional de Patrimonio, Enrique Sáiz, alerta de que cualquier intento de convertir la Ley de Mecenazgo en una mera transposición de ventajas fiscales se revelará como insostenible e ineficaz. «Hay que ir a un modelo de mecenazgo con fines de compensación social a las empresas, asociando la marca de la firma con ideas atractivas para la sociedad como la defensa del Patrimonio o la naturaleza; ésa y no otra es la clave». Cita como ejemplo convenios suscritos con Prosegur para la mejora del sistema de vigilancia de monumentos o con Iberdrola en materia de iluminación monumental como aportaciones ventajosas en términos de marca para las compañías y de beneficio para el Patrimonio.
Desde la Universidad apuntala esta percepción Carlos Sanz Mínguez, convencido de que el fin del apoyo empresarial al patrimonio cultural no debe ser la mera desgravación. «Me encantaría que hubiera empresas culturales que se dedicaran a sacar adelante yacimientos arqueológicos desde una perspectiva empresarial», expresa.
Las aportaciones del 1% cultural al Patrimonio suponen, en opinión del representante de la Junta de Castilla y León, un concepto deficiente que no aporta nada. «Ese mecanismo no debe ser una medida compensatoria; habría que asociar esa obra pública a la puesta en valor de la cultura en ese lugar».
Antonio Sanz lamenta que en lugar de haber copiado lo bueno de las legislaciones de otros países en materia de mecenazgo se ha creado una insatisfactoria que no ayuda a incentivar la inversión en proyectos patrimoniales. Desde el ámbito universitario, el 'alma mater' del yacimiento arqueológico de Pintia proclama que se necesitan estímulos más allá de que las universidades evalúen sus criterios de utilidad y calidad en función de las matrículas. «Hay un caldo de cultivo perverso en cuanto a esa idea extendida de que las Humanidades son estudios con poca salida. Los estímulos tienen que venir de la mano del reconocimiento de la investigación y la divulgación científica». El debate llega a su fin y en el aire quedan meciéndose imágenes de iconos que adosar para hacer más nítida la percepción de Valladolid.
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