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Un hombre muestra los efectos de la plaga en un ejemplar de la dehesa. :: F. GÓMEZ
CASTILLA Y LEÓN

Un escarabajo que come encina y roble arriesga las dehesas de cuatro provincias

La Junta declara la existencia de una grave plaga de coleópteros en los pinares del Valle del Tiétar, en Ávila

ELENA NORIEGA

Viernes, 13 de agosto 2010, 02:47

Dos especies de xilófagos están acabando con hectáreas y hectáreas de robles, encinas y pinares de cuatro provincias de Castilla y León y poniendo en jaque a la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, que ha tenido que reconocer en las últimas horas que el 'Ips Sexdentatus', comedor de pinos, es una de las plagas más peligrosas porque puede ocasionar perjuicios económicos y ecológicos muy serios.

Así lo recoge una orden publicada ayer en el Boletín Oficial de Castilla y León, que advierte de que ha aumentado el número de estos coleópteros como consecuencia de los incendios forestales de los años 2008 y 2009 en la provincia de Ávila. En concreto, afecta a los pinares del Valle del Tiétar en la zona del Barranco de las Cinco Villas y Arenas de San Pedro.

Entre las medidas que se han tomado, una vez declarada la plaga, está la de que los propietarios de montes que detecten la existencia de estos coleópteros, tienen que dar cuenta y facilitar la actuación de la Junta en los terrenos de su propiedad y tener autorización específica de la Administración para podas y clareos.

En las dehesas de Salamanca, Zamora, Ávila y Segovia, también encinas, robles y alcornoques se mueren poco a poco. La Junta ya reconoció la existencia de una plaga en 2009. Es otro coleóptero, que algunos llaman el gran capricornio y cuyo nombre científico es 'Cerambyx welensii' (antes, 'Cerambyx velutinus').

Este tipo de escarabajo suele atacar árboles viejos, pues su función biológica es acabar con lo que está decrépito. Pero la cosa cambia cuando no sólo afecta a encinas viejas. Se calcula que solo en Salamanca, la provincia más perjudicada, unas 8.000 hectáreas se han visto dañadas. Pero no es la única, en Zamora, Ávila y Segovia, los bosques de robles y encinas están quedando despoblados.

El 'Cerambyx welensii' se cuela en los árboles por las noche de verano, y durante el día pone los huevos. Las larvas permanecen en el interior del tronco entre tres y cuatro años, donde hacer cavidades y laberintos. El árbol poco a poco se seca y finalmente se cae. Cuando las larvas son mayores, abandonan el ejemplar y colonizan otro.

El problema viene de lejos. A finales de la década de los setenta del pasado siglo ya se notaron los primeros síntomas de la decadencia en los bosques de la dehesa. En 1980 comenzó a realizarse un seguimiento del problema y fue entre 1993 y 1996 cuando se notó un empeoramiento de la situación. Hace un año la Junta elaboró el primer informe en el que calificaba de plaga el ataque de este xilófago.

Confusión

«Durante muchos años se ha pensado que el escarabajo que vivía en los robles y encinas castellanos era de la especie 'Cerambyx cerdo', en peligro de extinción, pero realmente el que habita es el 'welensii', explica Eduardo Galante, catedrático de Zoología y director del Centro Iberoamericano de la Biodiversidad (Cibio). También está al frente de un equipo de investigación que desde enero trabaja con un Proyecto Life en los Campos de Azaba (Salamanca), para la protección de los ecosistemas de dehesas.

El parecido de estos escarabajos llevó a que durante mucho tiempo no se hiciera nada por acabar con el insecto, pues el escarabajo cerdo está protegido por la Unión Europea. Ahora se sabe que el que puebla la dehesa salmantina es el 'welensii', pero el problema persiste porque no hay un método infalible para acabar con él. José Ramón Alonso, secretario de la Asociación Salmantina de Ganaderos '19 de Abril es uno de los muchos afectados por la plaga. Alonso posee 3.000 encinas en su finca de Peralejos de Solís, en el municipio salmantino de Vecionos, y ha visto cómo 17 hectáreas de encinares han quedado reducidas a dos. «La dehesa es una labor de años. Yo la tengo heredada de mi abuelo, y por aquel entonces, él creía que lo que mataba al árbol era la lagarta. Con los años, hemos visto que los fumigadores no hacían nada».

Feromonas

Han intentado atraerlos con la emisión de feromonas, pero no está demostrado que los atraigan. Algo más rudimentario, pero que tiene mejor resultado es una trampa experimental, una mezcla vertida en una botella y formada por vino con azúcar, zumo de melón, levadura, y otros componentes. «El resultado ha sido bueno, lo dulce les atrae y sí se ha conseguido capturar algunos ejemplares», subraya Alonso.

Una alternativa natural es el pájaro carpintero pero no es suficiente. «Una de las cosas que hace que haya más población es que se ha terminado prácticamente con los enemigos naturales del escarabajo, ya que al abusar de los plaguicidas, éstos acaban con todos los insectos menos con los que están dentro del árbol», afirma Galante.

Las encinas están tristonas, como dicen los ganaderos. «El árbol se decolora, se le caen las hojas, aparece serrín en el suelo y tiene agujeros de un dedo de diámetro en el tronco», recuerda Alonso. De los casi 400 ganaderos de la asociación a la que representa, el 90% está afectado por la situación y piden soluciones urgentes. Ya llevaron el asunto al Senado y están a la espera de que la comisión europea defienda el sistema de dehesa.

El catedrático de Zoología, por su parte, considera que es necesario elaborar un mapa regional de la plaga para poder combatirla.

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