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Diego de la Rosa, estudiante de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Valladolid, trabaja en una imagen. :: M. J. CACHAZO
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Alumnos de Madrid y Valladolid restauran piezas de arte en Toro La novedad de esta campaña es que los estudiantes tendrán que concluir la restauración en el plazo de tres semanas

MARÍA JESÚS CACHAZO

Domingo, 20 de junio 2010, 04:21

Dignificar el valioso patrimonio cultural toresano. Este es el objetivo prioritario de la Fundación González Allende que, en las últimas dos décadas, ha impulsado y financiado la restauración de más de un millar de obras, entre esculturas, pinturas, piezas de platería y grabados, además de las intervenciones en templos y monasterios. El alma de la Fundación es el historiador local José Navarro Talegón, quien hace 18 años asumió la presidencia de la entidad. Desde entonces, ha conseguido optimizar al máximo sus recursos con el arrendamiento de parcelas, que se invierten en conservar y preservar el denso y valioso patrimonio toresano.

Es incalculable el coste económico de estas actuaciones . A pesar de que la Fundación no recibe fondos públicos, ha encontrado la fórmula para cumplir con uno de los fines para los que fue creada en 1847 esta entidad benéfico-docente, y que no es otro que impulsar y financiar campañas de verano en las que participa la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid. Sus alumnos y profesores contribuyen, desde el año 1984, a la rehabilitación del patrimonio. En los dos últimos años, además, el presidente de la Fundación ha conseguido implicar también a la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Valladolid. Con este intercambio se ha conseguido preservar y dignificar numerosas obras de arte que hubieran quedado, con toda probabilidad, relegadas al olvido.

Mientras los alumnos del centro vallisoletano trabajan ya en el palacio de Valparaíso en la mejora de las obras seleccionadas para este año, Navarro Talegón ultima la nueva campaña con la escuela madrileña. En ella participarán una treintena de profesionales, entre profesores y estudiantes. El interés del centro es que el campo de actuación «sea diversificado, ya que esta iniciativa se concibe como una enseñanza complementaria de la formación reglada que han recibido los estudiantes».

Por este motivo, para este año se han seleccionado esculturas, tableros y pinturas murales, que serán objeto de una intervención integral por parte de los alumnos, que trabajarán bajo la dirección del profesor Guillermo García y serán coordinados por la profesora Pilar Sendra.

Iglesia de Tagarabuena

La intervención más importante se llevará a cabo en el retablo mayor de la iglesia de Tagarabuena, que, según Navarro Talegón, «es probablemente el más grande de toda la provincia». También lo pudo haber sido desde el punto de vista artístico, pero «no hubo mucha suerte», explica el historiador local. Antonio López Fernández fue el autor principal de la estructura de este retablo, en cuya ejecución intervino también otro escultor vallisoletano, Melchor de Beya.

Forman parte de este retablo, en cuya recuperación trabajarán alumnos de la escuela de Madrid, cuatro grandes tableros, realizados por el pintor Domingo Nieto, que representan el bautismo de Cristo en el Jordán, San Juan predicando, el banquete de Herodes y la decapitación del Bautista y en julio serán tratadas por los alumnos del centro madrileño.

Para esta campaña se han seleccionado también cinco grandes esculturas de bulto redondo de los dos primeros cuerpos del retablo, de 180 centímetros de altura, que representan a los santos Esteban, Lorenzo, Andrés, Juan Bautista y Pablo, que fueron esculpidas por Jerónimo García, un seguidor de Gregorio Fernández.

Por las manos de los estudiantes pasarán también las cinco esculturas del tabernáculo, que representan a los santos Pedro, Pablo, Lucas y Marcos y a una Virgen con niño, para eliminar los repintes que les fueron aplicados hace unos 70 años, aunque en los años 1977 y 1978 ya fueron intervenidas en los talleres de la escuela madrileña.

Entonces fueron eliminados los repintes «y se protegieron los colores originales, que aparecieron bastante gastados, con serias abrasiones». Para que las cinco esculturas recobren su esplendor, se retirarán estos barnices pasmados, que serán refrescados.

Otra actuación se centrará en la recuperación de cinco aliceres policromos del arrocabe de la armadura de la zona del coro de la iglesia del Sancti Spiritus, que se encuentran desmontados y expuestos en el museo del monasterio.

Estos aliceres conservan una decoración de lacería y atauriques, además de las armas correspondientes a la fundadora del convento, Teresa Gil, y escudos de leones y castillos que corresponden a la reina María de Molina.

Durante el mes de julio, se trabajará también en la recuperación de unas pinturas murales decorativas que envuelven y sirven de marco al retablo mayor de la iglesia de Santa María de Arbas, de estilo barroco y que fue dorado y policromado por Francisco Rico en 1749.

De «sobresaliente» califica Navarro Talegón la escultura barroca del Ángel Custodio, obra de Esteban de Rueda, una talla que fue repintada en el siglo XIX. Después de realizar las catas previas, se comprobará si mantiene la policromía original. Si es así, «se levantarán los repintes y la policromía original quedará a la luz». También se realizarán las integraciones precisas para dignificar la obra.

Los futuros restauradores también intervendrán sobre otra escultura «notable», que fue titular de la desaparecida iglesia de Santo Domingo de Silos de Toro y adjudicada a la iglesia de Villavendimio. Como relató el historiador toresano, como esta escultura no era muy conocida, además de ser repintada «le colocaron un pez colgado de una mano y una mitra» para reconvertir la imagen de Santo Domingo de Silos en San Atilano.

Todas las obras, salvo las pinturas murales de la iglesia de Santa María de Arbas, serán trasladadas en los próximos días al Palacio de Valparaíso para ser tratadas. Una vez concluida la campaña, las esculturas de bulto redondo y las pinturas de caballete serán exhibidas en la sala de la Casa de Cultura durante el mes de agosto.

Desde el día 7, el profesor zamorano Javier Casaseca dirige en el palacio de Valparaíso la restauración de ocho esculturas y un retablo de reducidas dimensiones, obras seleccionadas por la Fundación para la campaña de verano, en la que participan alumnos de la rama de Escultura de la Escuela de Valladolid.

El objetivo es que los futuros restauradores tengan la oportunidad de poner en práctica los conocimientos teóricos que han aprendido durante el curso en clase y en un sector del Patrimonio «relativamente modesto», indicó el historiador.

Como novedad, este año los alumnos están obligados a concluir en un plazo de tres semanas la restauración de todas las piezas, «para que aprendan a asumir responsabilidades y se repartan el tiempo de trabajo, de acuerdo a lo que tienen que hacer en cada escultura», aseguró Casaseca. Además de un reto, para los estudiantes esta campaña es lo más parecido a un trabajo, ya que «tenemos un horario y hay que entregar el trabajo en un plazo determinado».

Todas las horas de luz

Los estudiantes aprovechan casi todas las horas de luz del día para recuperar las obras seleccionadas, mientras que la Fundación se encarga de proporcionarles alojamiento, comida y todos los productos y utensilios que precisan para llevar a cabo su restauración.

Para esta campaña han sido seleccionadas ocho esculturas de los retablos colaterales de la iglesia de San Juan Bautista de Tagarabuena. De entre todas, la de mayor calidad es la imagen que representa a San Félix de Cantalicio, que perteneció a los Capuchinos de Toro y, según Talegón, «es espléndida». Esta escultura no presenta otro problema que la acumulación de suciedad por el paso del tiempo, que «se ha ido depositando sobre las lacas originales que la protegían y que se renovarán para que luzca su policromía austera en todo su esplendor».

El historiador también destacó la singularidad de la imagen vestidera de Santa Águeda, en la se puede apreciar el resultado de una transformación que se aplicaba «con mucha frecuencia en la época barroca», consistente en convertir una escultura medieval «en un maniquí para acoplarle vestidos de quita y pon». Hubo una intervención anterior en el rostro, que ha sido retallado, lo que «le ha restado personalidad». Tras la retirada de los ropajes de la talla, labor que realizaron las hermanas de la cofradía, se pudo comprobar «que es una pieza que ha sido retallada utilizando otra», por lo que se ha optado por retirar el armazón de madera y liberar a la imagen de la peana, indica el historiador.

En principio, una vez concluya su restauración, la imagen original será trasladada a la iglesia museo de San Salvador, mientras que la vestidera se recompondrá con otra cabeza, y otros brazos y atributos, aunque seguirá luciendo sus antiguos ropajes y joyas, para que pueda seguir siendo utilizada por la cofradía de Tagarabuena.

Esta campaña también permitirá a los futuros restauradores trabajar sobre un grupo formado por tres esculturas gemelas que en el siglo XVIII adquirió la iglesia de San Juan Bautista. Las imágenes representan a San Blas, San Gregorio Magno y Santa Lucía y fueron esculpidas en el taller salmantino de Simón Gavilán Tomé.

Otra de las piezas incluidas en el proyecto perteneció también a los Capuchinos y representa a San Buenaventura. Los alumnos también recuperarán otra escultura, obra de José del Peso, escultor toresano del siglo XVIII, que representa la imagen de San José, y una imagen de San Roque donada por Tirso Gitrama. Los futuros restauradores también dignificarán un pequeño retablo procedente de la iglesia del Santo Sepulcro, que llevaba varios años desmontado y que, una vez rehabilitado, se volverá a montar en la sacristía del templo de origen.

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