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Domingo, 23 de mayo 2010, 11:35
Si hubiera que quedarse con una sensación de las muchas que transmite Rosa Valdeón después de estar horas y horas con ella, posiblemente la que resalta por encima de todas es la tranquilidad. Sí, tranquilidad. La misma que produce ver su ordenadísimo despacho de casa. «Puedes pasar», le dice al periodista, y éste sigue en la puerta de cristal (en la gran pared acristalada que separa este espacio de trabajo del resto del salón) durante unos minutos más hasta que vence el miedo a profanar un espacio tan ordenado. Aquí los apuntes de portugués, aquí la carpeta del encuentro con las Nuevas Generaciones de Zamora, aquí otra carpeta y pegada, otra, y junto a ésta, otra más. El ordenador, encendido, pese a que son sólo las 8 de la mañana. Sí, tanta ordenación transmite tranquilidad. Y muestra que esta casa es la de una persona pragmática, muy pragmática.
Toda esta ordenación va acompañada de una imagen de modernidad apoyada en cuadros de pintores vanguardistas. En esta planta de la casa se asientan el salón, el despacho, la cocina, un baño y su dormitorio; en la superior, otro baño y los dormitorios de sus dos hijos. Ya no están en casa; salen antes de las 8 de la mañana. Por eso, porque pese a ser tan pronto está sola, la radio se oye por toda la casa. Carlos Herrera, Fernando Ónega,&hellip Es la tertulia de Onda Cero; dice que Herrera, Carlos, le produce buen humor. Si por ella fuera, a las 8 habría salido para el Ayuntamiento pero hay un algo que desde el primer día de mandato le dijo que no podía estar tan pronto en el despacho. Así que en casa avanza trabajo: lee el correo electrónico, prepara apuntes sobre actividades y encuentros del día y se lleva al Ayuntamiento las noticias escuchadas.
El pragmatismo del que hace gala evita protocolos innecesarios. «¿Has desayunado?», pregunta al periodista. «Pues tómate otro café». Y en el mismo espacio en el que desayuna, la cocina, invita a su interlocutor a sentarse en una banqueta a tomar ese café soluble, mientras ella se pone otro con leche y unas galletas.
La salida de casa hacia el Ayuntamiento tiene reservada sorpresa. Uno piensa que a la primera autoridad zamorana le está esperando a la puerta de su casa un coche oficial, negro, con conductor y cristales tintados. No. De su casa se baja al garaje y en éste hay un Volvo ranchera, su coche particular. Uno no sabe si arranca antes el motor o la radio con la voz de Carlos Herrera. «Yo voy al Ayuntamiento y a muchos sitios en mi coche», asevera. «¿Por qué no iba a hacerlo?».
Rosa Valdeón es la primera alcaldesa de Zamora. Médica e inspectora médica, fue reclutada para el trabajo político por el actual consejero de la Presidencia, José Antonio de Santiago-Juárez, en atención a sus capacidades profesionales. Como ocurre con Pilar del Olmo y con muchos otros altos cargos del Gobierno regional, se trata de una persona de un brillante perfil técnico que llegó a la política precisamente por este motivo y no por su adscripción partidista previa. Rosa Valdeón no militaba en el PP antes de ser llamada a ocupar en su día un alto cargo de la Consejería de Sanidad. Este reclutamiento de algunos de los mejores profesionales de la comunidad sin tener en cuenta el carné de partido es, sin duda, una de las claves del éxito electoral del PP entre nosotros. Por supuesto, no siempre se acierta (el técnico en política tiene que aprender a moverse en otro medio diferente al suyo -ahí está el elocuente ejemplo de Pizarro también en el PP-), pero las probabilidades de éxito son, sin duda, mayores que la simple y sectaria selección partidista. Rosa Valdeón era, pues, una profesional sanitaria de gran proyección (directora del hospital salmantino de los Montalvos), pero quizá ni ella misma sabía por entonces que también estaba llamada a triunfar en el proceloso mundo de la política.
Ella afirma de sí misma que es una mujer que nunca se ha movido mucho en política, es decir, que nunca ha buscado tal o cual puesto. «Y no me ha ido mal. Creo que es contraproducente moverse para llamar la atención». Su propio ejemplo le da la razón. Ahora mismo forma parte de una élite que la convierte en una de las referencias de la política regional, de la política en femenino. Ha sido una memorable consejera, la primera que ha habido de Familia e Igualdad de Oportunidades, departamento que montó, organizó, puso en marcha y permitió al PP conformar una imagen de partido con sensibilidad social, algo que parecía sólo reservado a la izquierda. Valdeón se encargó de dar al PP imagen progresista. Su salida en el 2007 de un (políticamente) tranquilo puesto en la Junta para un cargo complicado, ya que gobierna Zamora en minoría, responde a su lealtad hacia el presidente Herrera, que confió en ella para tan delicada misión. Cuando se dan las condiciones, un ayuntamiento es el cargo más bonito porque es la política directa y más cercana, la política con rostro humano; pero, cuando no se dan, es la peor reencarnación de un político.
Rosa Valdeón ha tenido que emplearse a fondo estos últimos años con los grupos municipales de oposición, pero también con algunos sectores de la capital zamorana que no acaban de aceptar que una mujer sea la que lleve la batuta, por no hablar de las irreductibles cofradías que siguen negándose a aceptar mujeres en su seno y que en alguna conocida ocasión intentaron ningunear protocolariamente a su alcaldesa. Lo cierto es que, siendo zamorana, de Toro, y profundamente fiel a sus raíces, Rosa Valdeón parece tener más bien un temperamento moderno, urbano, cosmopolita. Incluso su visión de la ciudad es más moderna: es significativo que, sin desmerecer el hermoso arte románico de Zamora (y el recién restaurado castillo), ponga también en valor el precioso modernismo decimonónico que atesora.
Rosa Valdeón es leal, pero no sumisa. No es mujer de aparato. Tiene criterio propio, es amante de su libertad (el hecho de que es de las que les gusta más conducir que ser llevadas en coche oficial es la muestra que mejor ilustra esta circunstancia). Su estilo de liderazgo es interesante. No hay duda de que es enérgica y asertiva, pero también dialogante y afectiva. Todavía se reúne con colaboradores de cargos anteriores, lo que no todos los ex jefes podrían hacer. Antes de tomar una decisión, escucha con calma todas las opiniones y tiene en cuenta los aspectos técnicos, pero cuando la adopta ya no duda.
Pero un líder político no es sólo quien sabe (o se presume que sabe) cómo hacer, sino también para qué. Y, desde esta perspectiva, lo que quizá mejor caracterice a esta alcaldesa es su profunda sensibilidad social. Es probable que lo lleve en su ADN profesional como médica. Uno de sus sueños es marcharse de cooperante médica a algún lugar perdido del mundo. Sus opiniones políticas son liberales y socialmente avanzadas. Ha convertido a Zamora en una ciudad amigable con las personas de orientación homosexual. Se muestra crítica con las tradiciones y las inercias trasnochadas. Y es que, sin duda, Valdeón encarna la Zamora (y también el PP) del futuro, más que del pasado.
Su despacho en la Alcaldía es la manifestación más evidente de ello. «Sin gastar ni un euro», advierte a modo de introducción, explica que transformó un lugar oscuro, con unos sofás verdes bastante feos, en otro más luminoso (lo que hace una mano de pintura blanca bien dada) y funcional, con los mismos muebles antiguos que se encontró. Su pragmatismo vital lo muestra en la funcionalidad de un espacio pequeño que, manteniendo su carácter oficial, le permite a ella trabajar la mayor parte del día a gusto. No lo hace en la gran mesa del fondo, donde tiene un ordenador, sino en otra octogonal en la que ella se siente más cómoda y permite a sus interlocutores estar también más cómodos.
Un día de trabajo
Seguimos en su trabajo a Rosa Valdeón un día cualquiera, el 15 de abril, jueves. La mañana comienza, como suele, leyendo en la prensa todas las noticias relacionadas con Zamora. El día tiene por delante todo tipo de asuntos. Por el despacho de la alcadesa entran y salen sus colaboradores inmediatos con toda libertad. Reina en el ambiente un dinamismo frenético, pero de formas tranquilas y amables. Una gran parte del trabajo consiste en conseguir cosas al mejor precio: una nueva piscina climatizada (la segunda, más grande que la única que existe ahora, ejemplar en cuanto a energía y medio ambiente), un Instituto Universitario (aunque en esto Zamora depende de la Universidad de Salamanca), obras y proyectos, etcétera. Otra parte, no menor, desde luego, remite a la necesidad de alcanzar acuerdos con el resto de grupos políticos del Ayuntamiento. El PP gobierna en Zamora en minoría y por ello está permanentemente en la cuerda floja. De hecho, en abril todavía no se ha conseguido un acuerdo sobre los presupuestos para este año. Las encuestas de opinión auguran, no obstante, un magnífico pronóstico para que Rosa Valdeón repita como alcaldesa, esta vez con una mayoría más holgada. Ello parece indicar que los vecinos sí están valorando el trabajo de su regidora, desarrollado en un campo políticamente minado. Tampoco hay que olvidar el papel representativo que desempeña una alcaldesa. Asociaciones, fundaciones, empresas, vecinos en general quieren ver a su máxima responsable. En una ciudad pequeña, además, esta tarea no admite fácilmente la delegación; resultado: la alcaldesa tiene que intentar estar en todo. Sabe cómo empieza el día, pero no cómo acabará. Por delante, esperan muchos apretones de manos, besos y saludos, conversaciones con todo tipo de personas. Rosa Valdeón parece disfrutar entre la gente. El día avanza y está a pleno rendimiento (yo estoy ya al borde de un ataque de agorafobia) Me empotro en la comitiva de la alcaldesa.
Rueda de prensa a las 11 sobre el proyecto de piscina climatizada. Rosa Valdeón se explica. Comunica bien. Su discurso no tiene nada de colesterol, es todo músculo. Sorprende su concisión, sobre todo si se la compara con muchos otros políticos. 11.30 horas, reunión con la hermandad de donantes, compromiso de ayuda municipal y de participación en actos. 12 horas, encuentro con los jóvenes que están realizando un cursillo de monitores de ocio y tiempo libre. Retener a los jóvenes en Zamora es una preocupación fundamental de la alcaldesa. Les mima en su discurso, se nota que se encuentra a gusto entre ellos. Se aprecia también la sintonía que mantiene con los técnicos municipales. Todo el mundo pondera la inteligencia emocional de Rosa Valdeón. 13 horas, visita de obras al barrio de Carrascal, a varios kilómetros del centro de la ciudad, en pleno campo. Se revisan las obras defectuosas. Aquí la alcaldesa funge como una especie de presidenta de comunidad de vecinos de un inmueble, sólo que su inmueble es enorme. Carrascal tiene una magnífica vista sobre el Duero. De hecho, en la antigüedad fue un pueblo de pescadores y allí se saborea un plato especial de pesca de río. En el medio del pueblo hay una vaquería, que está destinada a desaparecer. En el sueldo de alcaldesa está también tener que decir 'no' a muchas cosas. No todo son aplausos, besos y parabienes.
La incesante actividad sigue por la tarde. Toca viaje a León. Ayer fue a Madrid. La alcaldesa intentó que el Gobierno central, del que depende la muralla de Zamora, se implicara más en su conservación. La reunión no fue bien. Sólo faltó que la presidiera el conserje del ministerio. Pero da igual. Rosa Valdeón volverá a la carga. Es partidaria de la paciencia revolucionaria. Mañana reanudará la tarea con la misma pasión que hoy o mayor.
Y el futuro. ¿Qué va a pasar el año próximo? ¿Dónde se ve? La respuesta a la pregunta es otra pregunta respuesta, que expresa con la tranquilidad que le caracteriza: «¿Pero no te he dicho que creo que en política es contraproducente moverse?».
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