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Concha Casado contempla unas diapositivas. :: J. CASARES-EFE
Guardiana de la memoria de pueblos y oficios
PREMIO CASTILLA Y LEÓN DE LA RESTAURACIÓN Y CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO : Concha Casado Lobato

Guardiana de la memoria de pueblos y oficios

Justo cuando la mayoría se dedica a descansar, con la jubilación, Casado se volcó con la defensa del patrimonio

S. E.

Jueves, 22 de abril 2010, 02:41

Concha Casado Lobato (León, 1920) es una niña que busca tesoros. Una niña de 89 años a la que mueve la curiosidad de una chavala en su tarea de rastrear los pueblos de León en busca de artesanos convertidos en relicarios de oficios que sirvieron y dieron de comer a nuestros abuelos y hoy se pierden. ¿Que el día le depara un cestero que doma el mimbre con maestría? Un tesoro. ¿Que tropieza con un alfarero que cuece su arcilla en horno de leña? Pues un tesoro doble, porque encima tiene poco más de 20 años y la vida por delante. «Ahora estoy haciendo algo que llevo en el alma», reconoce Concha Casado cuando habla de sus pesquisas tras el rastro de artesanos auténticos. «Quedan pocos, pero les busco. Quisiera dejarlos recogidos en un libro antes de morir», afirma la leonesa, que entiende que el progreso no puede pisotear y borrar la tradición, sino que «debe enraizarse en ella». Ella hace lo que puede en esa empresa, para que el olvido no ciegue lo que fuimos. «Doy clases en colegios, explico qué artesanos quedan aún y cómo hacen su trabajo y me entusiasma», confiesa con pasión. Doctora en Filosofía y Letras, investigadora del CSIC, colaboradora del poeta y filólogo Dámaso Alonso y del etnógrafo Julio Caro Baroja, Concha -«mejor que Concepción»- elaboró su tesis doctoral sobre el dialecto leonés de La Cabrera. Fue el inicio de un legado de obras sobre el folklore, la artesanía, la danza, el arte, la indumentaria y las tradiciones de su tierra y de una actividad que cobró brío en 1988, con la jubilación. Hizo el viaje inverso al de su juventud, volvió de Madrid a León y justo cuando la mayoría de los mortales cuelgan las botas cansados de trabajar, ella se calzó unas nuevas. Ha puesto en marcha cuatro museos sobre cultura tradicional, conduce ciclos de conferencias, es patrono de varias fundaciones, ha dirigido revistas, recogido premios, pero lleva en el corazón los reconocimientos que atestiguan su cariño por su tierra: es hija adoptiva de Carrizo de la Ribera y de La Cabrera y protectora y valedora de la Maragatería.

Todo eso está muy bien, pero Concha Casado Lobato va a la esencia y la esencia es la restauración de patrimonio en La Cabrera a través de la asociación que cofundó en 1996. Ahora les toca el turno a molinos y fraguas. Y la esencia también es disfrutar con la recuperación de un pueblo que es «una delicia» y que figura en los mapas como Villar del Monte o cumplir con la rutina, bendita rutina, de pasar tres días de cada mes con las monjas cistercienses de Gradefes (monasterio fundado en 1177) y disfrutar del «silencio, de la paz, de la belleza del campo, de trabajar en la huerta y sembrar espliego y melisa». Y la esencia es fotografiar y recoger el testimonio de los artesanos, con alegría y sin perder la capacidad de asombro, y también el sufrimiento ante el drama de las casas cerradas hoy y derruidas mañana, de la despoblación que mata pueblos. «Eso me duele en el alma», porque se pierde con ello un modo de vida solidario, «de ayuda mutua, de socorrerse y de tenerse a mano unos vecinos a otros». «Estoy delicada de salud, pero mi cabeza va de maravilla». Lo que en otras personas sonaría a lamento, en boca de Concha Casado es un agradecimiento a la vida. Se despide cantarina, coge la «cacha» que le regaló un artesano de Matalobos del Páramo y sale a la calle a conversar, a rozarse con la gente, a resucitar memorias, a vivir...

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