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Juan Carlos Pastor celebra el triunfo de su equipo frente al Ademar León. :: MIGUEL Á. SANTOS
Golpe de autoridad
PEVAFERSA VALLADOLID 30-23 ADEMAR LEÓN

Golpe de autoridad

El Pevafersa no entra en el juego violento y rompe el partido en la primera mitad con su calidad

MIGUEL ÁNGEL PINDADO

Domingo, 14 de marzo 2010, 20:59

Contundente, rotundo, categórico, decisivo y sin lugar a las dudas. El Pevafersa Valladolid impuso su carácter y su mejor juego para derrotar (30-23) sin excusas al Ademar León y consolidar la tercera plaza de la Liga, la que da opción para continuar jugando en la Liga de Campeones y la que sitúa al conjunto vallisoletano en esa reducida élite de equipos que aúnan calidad, personalidad y solvencia para sacar adelante los partidos más comprometidos. Con una defensa excepcional durante todo el encuentro, apoyada en un rejuvenecido Svensson, y con un juego de ataque arrollador, fluido, variado y eficaz, los de Pastor han dejado al Ademar a cuatro puntos en la clasificación y además han igualado el golaverage con los de León.

A lo largo de la semana, el técnico vallisoletano se había ocupado de mental izar a sus hombres de la importancia y trascendencia del choque con León. Mucho más que dos puntos estaban en juego. El Pevafersa Valladolid, desde siempre, había sorprendido de vez en cuando a los grandes y luchaba por colocarse en los puestos de privilegio. El año pasado lo consiguió merced a su regularidad, pero le faltaba el golpe de autoridad en el momento preciso, la victoria contundente ante un rival directo y la madurez y confianza de los grandes en los grandes momentos. Ayer, sobre la pista de Huerta del Rey el Pevafersa Valladolid se hizo mayor. Dio un golpe sobre el parqué y mostró todo su potencial para arrollar sin paliativos a un Ademar León que sólo con marrullerías, con extrema dureza y con la permisividad arbitral pudo estar en el partido.

Los de Pastor completaron un partido casi perfecto en todas sus líneas. Svensson, con 17 paradas, algunas de ellas sencillamente imposibles en momentos críticos, fue un baluarte en la portería. Asier, Ávila, Krivokapic y Víctor Hugo bordaron la defensa 6-0, marcaron su territorio, se mostraron casi inexpugnables e incluso se permitieron el lujo de hacer sus pinitos en ataque. Rentero y Havard no tuvieron muchas opciones de lanzarse al contragolpe, pero colaboraron con eficacia y apenas sin fallos en el ataque. Raúl Entrerríos demostró ser un auténtico profesional, un caballero del balonmano y dirigió con precisión, habilidad y carácter al equipo. Perales volvió a ser el revulsivo necesario, la chispa que revoluciona el encuentro y además anota goles decisivos. Gurbindo y Bilbija, especialmente el zurdo, se fajaron ante la dura defensa leonesa, encontraron su sitio para lanzar y facilitaron el juego de continuidad. Edu, solitario en los seis metros, trabajo a destajo, facilitó las penetraciones a los compañeros con sus bloqueos y recibió una tremenda paliza de golpes, empujones y agarrones de la expeditiva defensa leonesa.

Violencia o juego exquisito

Con todos estos mimbres, bien ensamblados y con la necesaria mentalización, el partido no pudo empezar de la mejor manera. Un parcial de 3-0 de salida dejaba bien a las claras las intenciones de los vallisoletanos. Los de León, también con una defensa 6-0, recurrieron a la dureza, al juego violento y una exagerada agresividad para contrarrestar el baño de juego y velocidad que se les venía encima. El Ademar trababa de imponer su ley, de fijar las normas y el rasero a los colegiados, pero estaba vez los del Pevafersa no estaban dispuestos a claudicar. Las exclusiones de Asier, Chernov y la doble de Aguirrezabalaga y Ávila reflejaban la dureza y la tensión que se vivía sobre la cancha.

Pero de esta guerra el Pevafersa sólo consiguió un triste empate (7-7), mientras León se movía a sus anchas. Los de Pastor enseguida entendieron que por el camino de las artimañas, del juego sucio y las exclusiones iba a tener las de perder. Así, el equipo al completo abandonó la pelea cuerpo a cuerpo, el rifi rafe en el que el Ademar se mueve como pez en el agua y se dedicó a jugar, a demostrar que hoy por hoy son superiores , que están mejor y más conjuntados y que su balonmano adquiere categoría de arte cuando el equipo funciona con precisión.

En apenas cinco minutos de inspiración los de Pastor lograron una renta de cuatro goles (13-9) que obligó a Jordi Ribera a pedir un tiempo muerto. De nada le sirvió al técnico ademarista, el Pevafersa estaba lanzado y aprovechó los cuatro minutos finales para volver a machacar a su rival. E incluso los vallisoletanos anotaron sobre la bocina la típica jugada ensayada antes del descanso (16-10), esa que da confianza y moral pero que hunde al equipo rival.

Golaverage igualado

Y en este mismo estado de ánimo saltaron ambos equipos en la segunda parte. Los de Pastor enchufadísimos en defensa hasta el punto de que los de Jordi Ribera anotaron su primer gol a los siete minutos por medio de Chernov. El técnico ademarista dio la dirección del equipo a García Vega en sustitución de Doder, pero el de Ponferrada tampoco aportó nada nuevo al atascado juego leonés.

Pocos recursos le quedaban al Ademar León mientras la sangría en el marcador alcanzaba los diez goles de diferencia (20-10), así que a Ribera no le quedó otro remedio que intentar descabezar al conjunto vallisoletano. Ordenó una defensa mixta sobre Raúl y la jugada le salió bien durante algunos minutos en los que nadie en el Pevafersa cogía los galones del asturiano.

Pero solo fue un espejismo, allí apareció Perales para desatascar la situación. Apoyado en Edu o en Gurbindo, jugando dos para dos, el cántabro deshizo la defensa leonesa con sus penetraciones y lanzamientos.

El partido había entrado ya en su recta final y la victoria era inapelable para el Pevafersa, pero en los últimos diez minutos la pelea de ambos banquillos se centraba en el golaverage. En la ida ganó Ademar 30-23. El objetivo de los siete goles rondaba en la cabeza de ambos técnicos.

El Pevafersa mantuvo su excelente nivel de juego, pero algunas decisiones arbitrales y un par de pérdidas de balón, permitieron al Ademar rebajar la diferencia a seis goles (28-22). Un tiempo muerto de Pastor fue suficiente para recuperar terreno y acabar con un 30-23 que iguala el partido de ida. Era suficiente. El pabellón explotó. La grada de Huerta del Rey llevaba ya cinco temporadas sin sonreir en el derbi.

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