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Julián María Otero. :: EL NORTE
Julián Martía Otero
CRÓNICAS RETROSPECTIVAS

Julián Martía Otero

Acaban de cumplirse ochenta años de la muerte de un escritor culto y sensible

CARLOS ÁLVARO

Miércoles, 24 de febrero 2010, 01:58

Tenía 42 años y una vida por delante, pero la muerte temprana segó su prometedora carrera. Era el 21 de febrero de 1930. La esquela llamó la atención de toda Segovia. Julián María Otero Rubial era abogado y jefe de Negociado de la Delegación de Hacienda en la provincia, pero sobre todo, un escritor culto, exquisito y dotado de una sensibilidad extraordinaria.

Otero nació en Segovia en 1888. Su infancia discurrió en el barrio de San Esteban, donde estaba ubicada la casa familiar. Desde muy joven colaboró en la prensa local -en 1905, con apenas diecisiete años, ya escribía en 'El Defensor'-, aunque acabó estudiando la carrera de Derecho e ingresando en la Delegación Provincial de Hacienda, primero en la de Ávila y desde el año 1918 en la de Segovia. Sin embargo, nunca perdió la relación con la prensa, pues fue redactor durante algún tiempo del diario 'La Tierra de Segovia' y codirigió la revista literaria 'Manantial'.

Aunque Otero escribió infinidad de artículos, la mayoría de tema segoviano, sólo tuvo tiempo de publicar un libro: 'Segovia. Itinerario sentimental', una joya de la literatura local, aparecida en mayo de 1915, que concitó el aplauso unánime de la crítica y de los grandes maestros de la pluma. Otero, que dominaba la historia de Segovia, fue un cantor de la ciudad del Acueducto; como nadie relató sus leyendas, sus sucesos, sus costumbres, sus calles, sus rincones más pintorescos, sus casas nobiliarias, sus defectos y sus virtudes.

Julián María Otero era uno de esos jóvenes intelectuales y artistas que se reunían junto a Antonio Machado, a comienzos de la década de 1920, en la tertulia que el ceramista Fernando Arranz organizaba en su taller. Amigo íntimo de Machado, el poeta andaluz escribió las siguientes líneas tras la prematura muerte de Otero, tal y como recoge Mariano Gómez de Caso en su libro 'Antonio Machado y Pilar de Valderrama en Segovia' (2007): «He conocido pocos hombres tan nobles, tan limpios de alma como Julián María Otero. Benevolencia era su gran virtud, no blanda transigencia con lo ruin, sino voluntad del bien, ferviente anhelo de que lo bueno se realice. Incapaz de alegrarse por la ventura de un pícaro, aunque fuese su mejor amigo, a nadie como él llenaba de júbilo el premio de una virtud, el reconocimiento de un valor verdadero. A este puritano, a la manera ¡tan varonil! de Castilla, que no distingue entre bondad y justicia, sólo el mal le dolía. Su ciudad, Segovia, fue un gran amor de su vida, y de Segovia ha escrito páginas bellísimas que no deben perderse».

'Segovia. Itinerario sentimental' es un libro delicioso. El autor narra la historia de la ciudad y sus sucesos más asombrosos a través de un paseo por la misma en una noche de luna llena. Él mismo hace de guía con dos amigos que llegan de Madrid en el último tren. Salieron dos mil ejemplares, pero la obra se ha reeditado en varias ocasiones, la última en el 2002.

Cuando expiró después de una larga dolencia, el escritor segoviano estaba casado con Carmen de Cáceres y tenía un hijo, Julián Otero. Sus restos descansan en el cementerio de Segovia. Una modesta calle del barrio de San Millán recuerda su paso por este mundo. Sirvan estas líneas como homenaje a un hombre bueno.

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