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Después de 19 años en los fogones de Casa Silvano-Maracaibo, Aníbal Herrero se ha lanzado a la aventura empresarial de abrir su propio restaurante, que además ocupa un lugar emblemático: el edificio de La Fundición de La Granja de San Ildefonso. «Siendo cocinero, uno siempre tiene la ilusión de tener su propio restaurante, y además la oportunidad surgió a diez metros de casa, porque soy vecino de La Granja», explica Herrero.
La adecuación del histórico inmueble, de titularidad municipal y que estuvo cerca de un cuarto de siglo alquilado como bar-cafetería, ha supuesto una inversión próxima a los 120.000 euros. El nuevo contrato ha sido suscrito por 30 años.
Con capacidad para unos 45 comensales, el restaurante ofrece «una cocina con toques diferentes, con productos tradicionales, como los judiones o el cochinillo, pero dándoles una pequeña vuelta», explica el cocinero y propietario, de 38 años. No es una cocina muy sofisticada, pero sí repensada». Como ejemplo pone platos como la tarrina de cochinillo con curry rojo y vinagreta de cominos o las croquetas fluidas de judiones.
Este toque de modernidad está también presente en la decoración del restaurante, aunque la estructura se mantiene intacta, porque se trata de un edificio protegido. «Después de seis meses de obras, nos ha quedado un local muy bonito. La esencia se mantiene –el local conserva el suelo de baldosas de mármol que trajeron cuando levantaron las fuentes de las Ocho Calles–, pero se ha adecentado y se ha equipado con un mobiliario más moderno», señala Herrero.
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