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Carlos Álvaro
Jueves, 20 de noviembre 2014, 14:25
Como en el resto de España, la muerte de la duquesa de Alba se ha sentido en Segovia de manera especial. Cayetana Fitz-James Stuart adoraba la ciudad del Acueducto, y en los años postreros de su vida ha sido relativamente fácil encontrársela por la calle, como una turista más, o verla en el comedor de Cándido degustando el típico cochinillo asado. Una de sus últimas visitas a Segovia, quizá la última, tuvo lugar el 10 de noviembre de 2007. Aquel día, la duquesa estuvo en la capital segoviana junto a su exnuera María Eugenia Fernández de Castro, que por entonces regentaba en Segovia Alma Zen, una tienda de moda, complementos y artículos de decoración. Ambas llegaron a bordo de un elegante Volvo S-80 y visitaron el comercio, situado en la Plaza Mayor, frente a la Catedral. Cerca de una hora estuvo la duquesa en la tienda, donde se interesó por las prendas de ropa, los artículos y la decoración del establecimiento, de inspiración oriental. Cuando salió, no pasó desapercibida, porque muchos fueron los curiosos que se acercaron a saludar a Cayetana de Alba, amén de los periodistas del corazón, conocedores de la agenda privada de la aristócrata.
Acto seguido, ambas mujeres almorzaron en el Mesón de Cándido, donde las atendió el propio Cándido López, nieto del célebre e inolvidable Mesonero Mayor de Castilla. «Recuerdo que era una mujer especial; muy educada y elegante. No fue aquella la única vez que vino, pero ya se vio obligada a comer en la sala de abajo, pues tenía dificultades para subir las escaleras. Era simpatiquísima y elegante, muy elegante, a la par que sencilla. Hablaba con todos y le encantaba el ritual del cochinillo», recuerda Cándido. En el mesón se conserva una fotografía de la duquesa, con muchos años menos, tocada de alegre mantilla. «Es una fotografía dedicada que le envió a mi abuelo, seguramente después de una visita», apunta el mesonero. Aquella jornada del otoño de 2007, Cayetana llegó vestida con una chaqueta marrón de piel, una moderna falda de vuelo del mismo color con apliques en otras tonalidades, medias color chocolate con dibujos, zapatillas multicolor y gafas de sol. A sus 81 años tenía serías dificultades para caminar. Eso sí, no perdió la sonrisa en ningún momento y se mostró «encantada» de volver a Segovia.
Duelo en Coca
Uno de los enclaves segovianos donde más se ha querido a Cayetana Fitz-James Stuart es Coca. El castillo es propiedad de la Casa de Alba, que lo tiene cedido al Estado a cambio del funcionamiento en su interior de la Escuela de Capacitación Forestal. El alcalde de la localidad, Juan Carlos Álvarez, expresó ayer sus condolencias, aunque en los próximos días hará llegar una carta «extensa, directa, cercana y profunda» a la familia de la duquesa para trasladarle el hondo pesar del pueblo de Coca. También tiene previsto el regidor proponer en el próximo pleno municipal que uno de los parques situados junto al castillo lleve el nombre de la duquesa de Alba. «Es una manera de reconocer el vínculo que nos une con ella. Doña Cayetana fue la que, con su firma, cedió en 1954 el uso del castillo al Ministerio de Agricultura. Y el castillo y su actividad han sido muy importantes para la economía y la vida de Coca», afirma el alcalde.
El 26 de marzo de 2011, Coca entregó el título de Hijo Adoptivo al Ducado de Alba, en reconocimiento por la cesión del castillo. A recoger la distinción acudió el heredero de la casa y duque de Huéscar, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, acompañado de su hijo mayor y futuro duque de Alba, Fernando.
Acto seguido, ambas mujeres almorzaron en el Mesón de Cándido, donde las atendió el propio Cándido López, nieto del célebre e inolvidable Mesonero Mayor de Castilla. «Recuerdo que era una mujer especial; muy educada y elegante. No fue aquella la única vez que vino y recuerdo que tuvo que comer en el comedor de abajo, pues tenía dificultades para subir las escaleras. Era simpatiquísima y elegante, muy elegante, a la par que sencilla. Hablaba con todos y le encantaba el ritual del cochinillo», recuerda Cándido.
Aquella jornada de otoño de 2007, Cayetana llegó vestida con una chaqueta marrón de piel, una moderna falda de vuelo del mismo color con apliques en otras tonalidades, medias color chocolate con dibujos, zapatillas multicolor y gafas de sol. A sus 81 años tenía serías dificultades para caminar. Eso sí, no perdió la sonrisa en ningún momento y se mostró encantada de volver a Segovia.
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