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Lorena Sancho Yuste
Viernes, 27 de junio 2014, 19:34
Su acento les delata. Hay algo en su pronunciación que arroja un indiscutible deje extranjero. Una, Charlotte Allen, es inglesa. El otro, Giuliano Gallo, tiene doble nacionalidad italiana-uruguaya. ¿Qué les une? Los dos apostaron por impulsar un proyecto vitivinícola en la Denominación de Origen Arribes, una comarca que se antoja desconocida para el común de los ciudadanos castellanos y leoneses pero que ofrece una serie de atractivos y características con los que se elaboran algunos de los vinos mejor puntuados en el ámbito mundial. «Cada vez hay más interés por las denominaciones de origen pequeñas, por variedades de uva desconocidas y por vinos hechos a mano, que estén más cuidados», señala Charlotte Allen. Ella se enamoró de esta tierra hace siete años, a propuesta de su amigo francés y bodeguero Didier Belondrade. Y desde entonces mima unos caldos que pare su bodega Alma Roja y que encuentra cada vez una mayor demanda en el exterior. «Al principio exportaba la mayor parte de lo que hacía, empecé en Estados Unidos, pero en España, en parte por la crisis y por el desconocimiento de la zona, era más complicado. Desde hace un año o así casi la mitad de la producción la vendo fuera y la otra en España gracias al acceso en una red de apasionados por el estilo de vino que estoy elaborando», puntualiza.
Las denominaciones de origen pequeñas como Arribes encuentra así un aliado en la exportación. Lo aseguraron tanto Charlotte Allen como Giuliano Gallo en la jornada Juventud Di-vino Tesoro que El Norte de Castilla organizó el jueves por la tarde en la Universidad Pontificia de Salamanca. Un encuentro en el que también se dieron cita los enólogos Carmen Gómez y Alberto Martín Baz, de otra de las denominaciones de la tierra, la de Sierra de Salamanca.
Moderados por la periodista de El Norte de Castilla (una de las seis mejores de España en enología), Nieves Caballero, los cuatro ponentes desgranaron sus proyectos frente a cerca de un centenar de estudiantes del centro salmantino.
Si lo de Charlotte Allen fue un proyecto apasionado por la tierra, lo de Giuliano Gallo no se quedó atrás. Adquirió a un octogenario unos viñedos de muy buena calidad y se embarcó en la elaboración de su propio vino. No tiene distribuidora, porque con 23 años es uno de los enólogos más jóvenes del país. Pero su esfuerzo por salir fuera y participar en distintos concursos le ha llevado a obtener una elevada puntuación en la Guía Peñín y a recibir sendas medallas de plata en 2012 y 2014.
¿Cómo se consiguen estos resultados en una denominaciones pequeñas? Carmen Gómez, enóloga de la Bodega Cooperativa San Esteban de la Sierra, lo tiene claro. «Haciendo las cosas bien y elaborando vinos de calidad». Recuerda esta miembros del comité de cata de la DOP Sierra de Salamanca que los caldos de esta tierra tenían mala fama, «de peleones», así que hubo que luchar para que la gente los degustará y los pidiera sin miedo. «Hubo que sacarlos, exportarlos y darlos a conocer». El mejor medidor, dijo, es el de la bodega Viñas del Cámbrico, propiedad de Alberto Martín, presente en la mesa. Este bodeguero comenzó su andadura en 2002 como una prueba para ver si se podían conseguir vinos de calidad, conservando el método tradicional pero con innovación tecnológica. Había que tener en cuenta que se trata de viñedos complicados, de filosofía ecológica, en suelos con mucha pendiente, en bancadas, con un trabajo muy costoso. «Cuidando la viña vimos el potencial de la sierra porque tenemos viñas, clima y suelos diferentes». Su mercado fue así la exportación, pues comprobaron que en Salamanca estaban acostumbrados a otras denominaciones como Ribera o Toro, a «vinos corpulentos». Así que primero salieron fuera para después ir regresando hacia adentro.
El marketing y una buena promoción hace el resto. De ello sabe Giuliano Gallo, que apostó con su hermano por denominar a su vino Eighteen 18 con el objetivo de acercarlo a la juventud. Objetivo que pretende esta tercera parada en Salamanca de las jornadas Juventud Di-vino Tesoro, el de «fomentar el consumo responsable de vino entre los jóvenes», recordó el subdirector de El Norte, José Ignacio Foces.
Nieves Caballero, la moderadora, lanzó la pregunta. ¿Existe una fórmula mágica para vender a gente joven? Contundente fue la respuesta de Carmen Gómez. «Hay que hacer catas especiales y divertidas para jóvenes, que sean accesibles y no tengan tecnicismos. También hay que acercarlo con el nombre, que una botella sea atractiva y que la etiqueta llame la atención. Hay otras propuestas como la vinculación con festivales de música que son interesantes, hay que asociar la cultura del vino al mundo joven».
Porque a juicio de Giuliano Gallo, no hace falta entender de vino, sino saber si te gusta o no. «Los jóvenes muchas veces tienen miedo de hablar de vino porque no saben. Si le vienes a contar la película de las veinte mil cosas que tiene el vino, al final se bloquean y se toman un Gin-Tonic», precisó Gallo provocando las risas de los asistentes.
Es así necesario, añadió Alberto Martín, de Viñas del Cámbrico, que el mundo del vino no sea «tan snob» y que no sea tan técnico, que los jóvenes conozcan la elaboración y el origen para que puedan entender lo que están bebiendo.
La más crítica en este sentido fue Charlotte Allen para quien no es preocupante el consumo de vino entre los jóvenes. Asegura que el acercamiento de este mundo con la persona forma parte de etapas en la vida, y que con 18 años no interesa tanto. «Es verdad que el consumo de vino está bajando pero es porque antes la gente consumía mucho el de mesa, a diario, y ahora no. Ahora pagan más por un buen vino», añadió.
Carmen Gómez discrepó en este sentido con su compañera de mesa al asegurar que en la Universidad de Alicante se han celebrado unas jornadas sobre enología a petición del alumnado, «luego sí que hay inquietud entre los jóvenes». Fue más allá y aseguró que si no se da respuesta a esas inquietudes, solo existirá la cultura de la cerveza. «Estamos poniendo el vino en un estatus de lujo, en un posicionamiento de mercado snob, y lo que debemos hacer es impulsar esa cultura. Si es a partir del calimocho, pues que viva el calimocho, pero no podemos perder la cultura del vino», concluyó.
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