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iratxe lópez
Viernes, 15 de abril 2016, 12:39
2. Huesca-Zaragoza 73 kilómetros
La Ahnenerbe, sección ocultista de las SS nazi, siguió el rastro del grial en España. Estaban seguros de que encontrarlo suponía que el Tercer Reich sería invencible.
Son muchas las personas que han buscado el Santo Grial y demasiados los lugares que aseguran poseerlo. A lo largo de los siglos las leyendas sobre el cáliz proliferaron. Se habló de grupos secretos creados para protegerlo, de señores a la orden del rey Arturo tratando de averiguar su paradero... incluso Hitler fue tras él. La Ahnenerbe, la sección ocultista de las SS nazis, siguió su rastro en España. Estaban convencidos de que encontrarlo les permitiría convertir en una potencia invencible al Tercer Reich.
Desde Huesca, el camino continúa hacia Almudévar. El castillo en ruinas y los restos de fortificaciones árabes hablan de un glorioso pasado. La ciudad musulmana pagaba derechos a Sancho Ramírez con los que construyó el castillo de Ayerbe. En la localidad nació un héroe mítico, el pícaro aragonés Pedro Saputo, cuya vida recogió el escritor turolense Braulio Foz. A la hora de la visita conviene no perderse la ermita de San Juan de Barto, la de San Pedro Mártir, la de Santa Quiteria o la iglesia de Santa Eulalia.
Unos kilómetros después aparece Zuera. Los romanos la utilizaron como lugar de tránsito entre Caesar Augusta (Zaragoza) y Osca (Huesca), mientras que los árabes impusieron su nombre. Tomada en 1118 por Alfonso I El Batallador, la mayor parte de sus edificios religiosos desaparecieron en la amortización, pero quedan el Arco de la Mora, acueducto árabe de la Edad Media, la iglesia de San Pedro y la ermita de Nuestra Señora del Salz.
Pasadizos secretos
En el centro de la depresión del Ebro, sobre depósitos cuaternarios junto al río Gállego, se impone Villanueva de Gállego. Cuenta la leyenda que bajo sus cimientos existen pasadizos por los que paseaban los cartujos, prohibidos especialmente a los niños que, en caso de aventurarse en ellos, jamás regresarían a casa. Muchos -suponen- comienzan en el subsuelo de las torres del municipio, la del Hospitalico, Bayle, Lindar, San Miguel y Guallart, en cuyas inmediaciones se han encontrado restos romanos.
La Aljafería, donde el Santo Cáliz encontró resguardo desde 1399 hasta 1437, se distingue como uno de los monumentos más importantes de la arquitectura hispano-musulmana del siglo XI. Alcázar islámico hudí, palacio medieval mudéjar, palacio de los Reyes Católicos, cárcel de la Inquisición, cuartel militar y sede de las Cortes de Aragón, el inmueble ha cumplido multitud de funciones desde que Abú YaFar Ahmad ibn Sulaymán Al-Muqtadir Billah mandó construirlo como símbolo del poder alcanzado por la Taifa de Zaragoza. Él mismo llamó al inmueble Palacio de la Alegría, y a la sala del trono en la que recibía a los notables, Salón Dorado.
La Torre del Trovador (s. IX) es la más antigua. Alrededor del patio de Santa Isabel se alzan pórticos y salones a los que unir la mezquita, oratorio octogonal con profusión decorativa.
Tras la reconquista por parte de El Batallador, sucesivas reformas lo ampliaron. En 1492 erigieron el Alcázar de los Reyes Católicos, unión de la herencia artística medieval con los primeros toques del Renacimiento. Sería Felipe II quien en 1593 quiso convertir el edificio en fuerte moderno. (C/ Diputados s/n. Visitas guiadas 976 289685. Precio adultos 5 euros. 50 minutos).
Al final de estos 73 kilómetros, se vislumbra la ciudad de las cuatro culturas, Zaragoza. Romanos, judíos, árabes y cristianos dejaron allí su impronta. Salduba para los íberos, Caesar Augusta para los romanos y Sarakosta para los árabes, la base del núcleo actual germinó en pleno Imperio Romano, cuando fue levantada como colonia para veteranos del ejército. De entonces quedan las murallas, el puerto fluvial y las termas públicas. Espacio de infancia, juventud y formación para Goya, allí pueden disfrutarse sus pinturas en la Bóveda del Coreto (1772) o la cúpula Regina Martyrum (1780-81) en la Basílica del Pilar.
El paseo por la localidad aragonesa es amplio. Los Banu Qasi la convirtieron en capital de su reino taifa, de la Marca Superior de Al-Andalus. Después, en 1118, llegaron los cristianos, comandados por Alfonso I, que la conquistó para convertirla en Reino de Aragón.
Los años traerían aportaciones como la barroca Basílica del Pilar, centro de peregrinación; el Puente de Piedra gótico más antiguo conservado sobre el Ebro; el Patio de la Infanta, uno de los ejemplos aragoneses renacentistas mejor cuidados; parte del desaparecido Palacio Zaporta, cuya portada y patio fueron comprados por un anticuario y trasladados a París; la Puerta del Carmen (s. XVIII); el modernista Palacio Larrinaga, edificado a principios del pasado siglo por orden del naviero vasco Manuel Larrinaga; la Seo; la iglesia de San Pablo y una amplia lista de rincones donde perderse.
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3. Zaragoza-Teruel 182 kilómetros
Recorrido por tierras aragonesas en el que disfrutaremos de todos los estilos arquitéctónicos y viviremos las leyendas de amoríos más hermosas.
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