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ANASTASIO ROJO VEGA
Viernes, 17 de marzo 2006, 01:00
UN viajero curioso que entrase en la Facultad de Medicina de Valladolid y lo fuese en tanto grado que llegase hasta las salas de disección del departamento de Anatomía, aparte de observar la curiosa disposición de las mismas, inauguradas por el palentino Salvino Sierra allá por 1916; además de admirarse de las coloreadas piezas que sirven para el aprendizaje de los futuros médicos; aparte y además, no dejaría de pararse ante una lápida de mármol blanco, embutida en la pared de la primera sala y a más que mediana altura, cuya leyenda reza: «Anatomices practicae catedra / prima hispaniarum erecta / anno. DNI. MDL / Carolo. I. regnante». La inscripción se puso hace mucho tiempo, casi un siglo, para celebrar la creación de la que se ha considerado primera cátedra de Anatomía creada en España para enseñar la disciplina al modo de Andrea Vesalio, y tercera del mundo en el objetivo de practicar la disección de los cadáveres según el método de la anatomía descriptiva inaugurado en torno a 1543 por el citado anatómico.
Se cree que Vesalio estuvo en Valladolid, no porque tuviese un especial afecto a la ciudad, entonces villa, sino simplemente porque a orillas del Pisuerga estaba la Corte, la capitalidad del imperio agrupado bajo las coronas española y austriaca hasta 1559. Se cree que pudo estar y pudo ser, pero no hay documentos que lo prueben, así que la historia de la medicina local en este punto debe quedarse en un puede.
De lo que no hay duda es de que en Valladolid se fundó una cátedra de Anatomía cuando no las había en el resto de las Universidades españolas, no ya en las que han sido llamadas 'Universidades silvestres', Sigüenza, Burgo de Osma ni tan siquiera en las grandes facultades de la Corona de Castilla, Salamanca y Alcalá; ni en las de la Corona de Aragón, Valencia.
Es cierto que no duró mucho, por dos circunstancias, porque la Universidad de Valladolid no tenía dineros suficientes para dotar novedades - es decir, andaba al límite, más o menos como ahora- y porque el experto en disecciones que puso en marcha el proyecto, el granadino Alonso Rodríguez de Guevara (1520-1587), fue nombrado Médico de Cámara y acabó marchándose a Portugal con el séquito de doña Catalina, esposa del rey Juan III. Alonso llegó a ser catedrático de Coimbra, director del hospital de Todos os Santos de Lisboa y, sobre todo, espía a favor de los reyes españoles. Prisionero en la batalla de Alcazarquivir donde los lusos perdieron a su adorado Don Sebastián, herido y cautivo por los musulmanes, fue rescatado por el embajador don Juan de Silva y acabó sus días en Lisboa al servicio, siempre, de la Casa Real portuguesa, ahora en la persona del rey don Enrique.
De la existencia de esta primera cátedra española de Anatomía en la Facultad vallisoletana no cabe la menor duda, puesto que el documento que la acredita se conserva en el Archivo General de Simancas y dice, entre otras cosas: «En cumplimiento de lo cual dichas universidades [Salamanca y Alcalá, que consideraron que Valladolid era el lugar más apropiado] enviaron sus pareceres y vistos en el nuestro Consejo y porque por ellos consta que hay mucha necesidad y conviene para la salud humana que se haga la dicha anatomía, he consultado con la Serenísima Reina de Bohemia fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra carta por la cual damos licencia y facultad para que en los meses de Noviembre, Diciembre, Enero y Febrero de cada año se pueda hacer anatomía de un cuerpo de los que se condenasen por delitos graves a pena de muerte y se ejecutase en ellos la dicha pena, o de los que muriesen en alguno de los hospitales, cual pareciese que más conviene a los médicos de la Universidad de esa dicha villa [Valladolid.] ».
Rodríguez de Guevara publicó una obra en Coimbra, año de 1559, que, con el título latino de 'In pluribus ex iis quibus Galenus impugnatur ab Andrea Vesalio Bruxelensi in constructione & usu partium corporis humani defensio', nos ilustra acerca de lo que fueron las primeras disecciones anatómicas modernas españolas y vallisoletanas. Unas extraordinarias lecciones magistrales que contaron con la presencia de los mejores médicos hispanos de la época y con la mayoría de los de Su Majestad: Céspedes de Salamanca, Ledesma de Alcalá, Madera de Madrid probablemente nunca se había visto nada igual.
Acudió hasta un hombre viejo que se llamaba el doctor Bernardino Montaña de Monserrate y que no solamente era profesor de la Facultad de Valladolid, sino también Médico de Cámara y que, con el paso de los años, acabaría siendo abuelo de una mujer notable en la ciudad a comienzos del XVII: la beata doña Marina de Escobar, fundadora de las Brígidas.
Aquel don Bernardino se le quedó grabado a Rodríguez de Guevara hasta su muerte en la capital lisboeta: «El insigne doctor Montaña, el que siendo ya de setenta años y estando molestado de una rebeldísima gota, hallándose coronado de innumerables laureles médicos y ajeno de toda vanidad, sin perder una sola, asistió a todas mis lecciones, haciéndose llevar al efecto en una silla de manos». Lo que no sabía Guevara es que el doctor Montaña iba a sus lecciones porque estaba tramando algo: publicar la primera Anatomía en lengua castellana.
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