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José María díaz/Ion Antolín
Sábado, 24 de diciembre 2016, 15:40
En Pensacola (Florida) una semana al año (en los primeros días de junio) las calles se llenan de banderas de España. Sus habitantes recuerdan el origen hispano de la plaza, pero también a Bernardo de Gálvez, un malagueño que desde la colonia española de Louisiana lanzó un ataque contra las tropas inglesas del rey Jorge que fue decisivo para la independencia de los Estados Unidos. Su triunfo final se produjo en esta ciudad que linda con la península de Florida, y privó a Inglaterra de una vía de suministros vital para sus tropas que luchaban en el norte contra el ejército continental. Francia apoyaba de forma decidida a los colonos levantados en armas contra la metrópoli, y sus barcos bloqueaban el acceso a los puertos de la flota británica. Con esa situación táctica, la única solución para los ingleses consistía en utilizar el río Missisipi hacia el norte como canal de suministro. Gálvez les cerró la puerta, y también el camino de la victoria para Inglaterra.
Las campañas de Gálvez permitieron a los aliados europeos de las trece colonias, entre ellos una discreta España, navegar el Missisipi para hacer llegar a las tropas continentales de George Washington todo tipo de pertrechos y armamento necesarios para hacer frente al enemigo. La discreción de España en la ayuda a los que luchaban por la independencia estaba justificada en el mantenimiento del orden en sus propias colonias, ya que la corona no quería que se extendiese el germen de la rebelión. Si se hacía pública la intervención española en favor de los revolucionarios, no tardarían mucho sus colonias en Centroamérica y en América del Sur en reclamar el mismo derecho de independencia.
Así, durante largos años la participación española en la llamada Revolución americana fue prácticamente olvidada tanto en los libros de texto, como en los homenajes históricos y por supuesto en el cine. Películas de reciente éxito como El patriota, protagonizada por Mel Gibson, sí reconocen la importancia de la ayuda francesa, pero no hay ni un solo plano dedicado a la contribución española, que fue determinante.
Hasta hace dos años, Estados Unidos no saldó su deuda de honor con Bernardo de Gálvez, a pesar de estar considerado uno de los grandes héroes de su independencia. En 1873, el Congreso estadounidense prometió que un retrato del militar español debía colgar en el Capitolio junto al resto de los padres de la patria, pero el encargo nunca se llevó a cabo. Y no fue hasta el mes de diciembre de 2014 cuando la imagen del malagueño encontró acomodo en los muros del Capitolio y le fue concedida la Ciudadanía Honorífica de los Estados Unidos.
Pero al margen de la contribución bélica, España tuvo un papel determinante en el abastecimiento del ejército continental, que tampoco se ha visto reconocido en muchos libros de historia y no digamos ya en el mundo del celuloide. Las películas no cuentan, por ejemplo, de dónde salían todas esas mantas que protegían del relente a los soldados continentales en las frías noches del norte de los Estados Unidos. Unas mantas, sin las que los rebeldes no hubiesen podido vencer a las organizadas y profesionales tropas inglesas, porque, como reconocen las crónicas de la época, en los primeros momentos de la revolución, el frío causaba tantas o más bajas entre los colonos que los mosquetes del rey Jorge.
8.000 en el primer envío
Luego si la contribución española a la causa de Washington fue determinante, no lo fue menos el trabajo de los manteros del barrio de La Puebla de Palencia. Más de 8.000 mantas procedentes de la capital palentina y de la salmantina ciudad de Béjar figuraron entre los primeros envíos que el empresario vasco Diego María de Gardoqui hizo llegar a los continentales a través de una sociedad familiar. Los barcos, que arribaban a las colonias repletos de pertrechos militares, pero también de provisiones y, cómo no, de mantas y ropas de abrigo, regresaban posteriormente a España con otros productos destinados al comercio.
La industria mantera de la en aquella época llamada fábrica de La Puebla se encontraba ya plenamente consolidada al comienzo de la contienda americana, en 1775, por lo que fue reclamada junto a la de Béjar para suministrar los encargos que venían del otro lado del Atlántico, tal y como refleja Francisco A. Marín en el libro Martínez se va a la guerra (Ed. Inédita). La excelente sintonía que mantenían Gardoqui y George Washington, en donde figuran todas esas necesidades de suministros, entre ellos, las mantas, ha quedado reflejada también en su relación epistolar. Esas cartas se conservan en los archivos nacionales de Estados Unidos, no en vano, Gardoqui ocupó uno de los puestos más destacados en el desfile de la victoria que presidió el propio Washington. La contribución del empresario vasco resultó tan fundamental para la causa rebelde, que Gardoqui se convertiría, tras lograr la independencia, en el primer embajador de España en los recién nacidos Estados Unidos.
Así pues, necesitado de todo tipo de pertrechos (pistolas, mosquetes, cañones y pólvora, tiendas, tela para uniformes, quinina, cabos, jarcias y, sobre todo, mantas, según recoge Reyes Calderón Cuadrado en su estudio sobre la casa Gardoqui), el empresario vasco no dudó en recurrir a la industria mantera palentina, que a finales del siglo XVIII comenzaría su gran despegue. Eugenio Larruga en el tomo XXXIII de sus Memorias Políticas y Económicas, sobre los Frutos, Comercios, Fábricas y Minas de España publicado en 1794, recoge que la actividad industrial del barrio de La Puebla de Palencia en el año 1750 alcanzaba la cifra de 171 telares corrientes, con nueve suspensos, y daba trabajo a 1.766 maestros, oficiales y aprendices. En ese año, se fabricaron 5.811 bayetas y 64.580 cobertores de diferentes géneros. Además, contaba la ciudad con 75 telares para estameñas, con 211 maestros, oficiales y aprendices.
Esta industria, que se ha mantenido activa, con importantes altibajos hasta finales del siglo XX, tuvo diferentes momentos de auge en el siglo XIX y el reconocimiento público de sus productos se extendía por toda España. De hecho, algunos de los fabricantes posteriores, cuyos nombres pueden encontrarse aún en el callejero de la ciudad, se convirtieron en proveedores oficiales de la Casa Real y de los ejércitos españoles, en diferentes momentos históricos. Incluso a finales del siglo pasado, una de las últimas manterías palentinas continuaba suministrando material a diferentes ejércitos, no solo el español, puesto que entre esos postreros encargos que recibió la industria de Palencia figuraba uno de las fuerzas armadas del ya desaparecido líder iraquí, Sadam Husein.
Contra los franceses
Pero no sería tampoco la guerra de independencia de los Estados Unidos la única en la que tuvieran una papel destacado las mantas de Palencia. España fue poco después escenario de intensas batallas contra las tropas napoleónicas, tornándose en enemigos los que hasta hacía muy poco tiempo habían sido fervientes aliados. Por ello, una vez iniciada la guerra contra los franceses, el 22 de noviembr de 1808, Francisco Saavedra, desde la Secretaría de Estado de Hacienda, contacta con su homólogo en el departamento de Guerra «para darle cuenta de que ha encargado a las provincias de Castilla la Vieja y Guadalajara (que pronto ocupará el enemigo) granos, carne, garbanzos y menestras secas; a la de Valencia arroz, alpargatas y paños, a las de Aragón, Guadalajara y Cuenca alpargatas y abarcas, a la de Palencia mantas, a las de Segovia y Ávila abarcas, y en la de Madrid se ha hecho acopio de tocino», tal y como refleja Andrés Cassnello Pérez en su trabajo La dirección de la guerra 1808-1810. Y así, las mantas de Palencia arropaban de nuevo a soldados, pero esta vez españoles e ingleses, en su lucha contra Francia.
De la historia de las mantas palentinas en la lejana guerra americana queda realmente poco rastro, aunque las referencias bibliográficas que se conservan y la fama adquirida durante siglos (el origen de la industria mantera de Palencia hay que buscarlo en torno al reinado de Alfonso VIII Los tejedores de Palencia en la Edad Media, de César González Mínguez) permiten afirmar que, en el soterrado apoyo español a los rebeldes americanos, el producto estrella de Palencia tuvo una relevancia especial.
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