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Fernando Caballero
Viernes, 12 de diciembre 2014, 12:15
Profesora y crítica literaria, Sabina de la Cruz preside desde 1999 la Fundación Blas de Otero (1916-1979), poeta unida a ella sentimentalmente. Doctora en Filología Románica, ha sido profesora de la Universidad Complutense de Madrid, donde ha impartido clases de Filología Románica, Dialectología Italiana, Lingüística Vasca y Literatura Española Contemporánea. Sabina de la Cruz viaja a Palencia para participar este viernes en un homenaje a su marido. Recordando a Blas de Otero comenzará a las 19:30 horas en la Fundación Díaz-Caneja. El acto tendrá una especial relevancia, ya que Blas de Otero conoció al pintor Juan Manuel Díaz-Caneja, al que dedicó un poema Ante los lienzos de mi amigo el pintor Caneja, se titula que se ha incluido la promoción del homenaje. El texto formó parte del catálogo de una exposición que se celebró en París en 1964. Cuando Sabina de la Cruz cita a Palencia dice que fue una ciudad muy querida por Blas de Otero.
¿Blas de Otero se sintió atraído por la tierra castellana?
También Machado y toda la Generación del 98. La sobria amplitud de la Tierra de Campos, esos ocres, amarillos y rosas bajo un azul implacable, y el tono mesurado del habla, más la riqueza del vocabulario de sus gentes, eran un regalo para un poeta tan cuidadoso del ritmo y el matiz de los sonidos.
¿Por qué Palencia era una ciudad querida para Blas de Otero?
Un jovencísimo Blas de Otero conoció en Bilbao a una muchacha palentina, y fue a visitarla a Palencia, enamorándose, a la vez, de la joven y de la ciudad. Los paseos junto al Carrión, por la Calle Mayor, y sobre todo esa torre de San Miguel «hiriendo el cielo» y robándole su azul, aparecen una y otra vez en sus versos.
¿Conoce cuándo y como se conocieron su marido y Díaz-Caneja?
No lo sé con seguridad. Pudo ser en París, Madrid o Bilbao, una ciudad donde siempre van de la mano la poesía, la pintura y la música. Sus amigos más íntimos fueron pintores, y él enviaba, siendo estudiante en Madrid, críticas de exposiciones y conciertos a El Correo. Cuando conocí a Blas, en 1961, el pintor Caneja y él eran ya muy amigos, se respetaban y admiraban. Además, ambos eran hombres silenciosos, de pocas palabras. Hombres interiores y pausados, insobornables y sinceros. Todo lo opuesto a un charlatán. Blas solía decir que «en los cuadros de Díaz-Caneja y solo en ellos se puede comprender la grandeza y el espíritu de los campos castellanos». «Y en su pintor», añadía. Recuerdo una visita de Caneja y su mujer, Isabel Fernández Almansa, a nuestra casa de Madrid, a principios de los setenta. No puedo precisar más.
¿Le ha perjudicado que la obra de Blas de Otero se encasille en la poesía social?
Durante los años duros de la postguerra, la censura se encargó de difundir el nombre de los escritores que clamaban por la paz y la dignidad de un pueblo escindido. Si esta es la poesía social, nadie puede decir que Blas de Otero bajara la calidad formal de su obra. Sus libros Pido la paz y la palabra, En castellano y Que trata de España contienen algunos de sus poemas más hermosos. En ellos se canta la libertad, el amor y el paisaje de los pueblos de España. Y puesto que hablaba del pueblo, tuvo la osadía de usar la riqueza del habla coloquial, su folclore, la armonía del mejor castellano, aunque tuvieran que publicarse fuera de España.
¿Entonces, su obra es mucho más que es poesía social?
Blas de Otero realizó largos viajes por el mundo entre 1960 y 1968. En busca de la verdad, quiso conocer por sí mismo la vida del pueblo en los países socialistas, Moscú, China y vivió algo más de dos años en Cuba. Su experiencia se refleja en los libros escritos en esos países: Poesía e Historia, e Historias fingidas y verdaderas, este último en prosa, acaso la obra de Blas que a mí más me gusta. Los poemas escritos en China son de una innovación, de una frescura que impresiona. Cuando vuelve a España en 1968 escribe su libro póstumo durante los diez años que vivió, Hojas de Madrid con La galerna (2010). Antonio Muñoz Molina queda deslumbrado y así lo escribe en El País. Yo he visto nacer estos poemas, de un Blas incansable en su mesa de trabajo, un libro vivo, cotidiano, al ras de la vida. Hermosísimo. Blas murió inesperadamente, de una embolia pulmonar, mientras hablaba con nosotros, en familia. Solo tenía 63 años.
¿Qué papel tiene Blas de Otero en la poesía del XX?
La buena poesía no tiene fecha de caducidad. Blas lo sabía muy bien, fray Luis de León fue y seguía siendo su poeta preferido, siempre.
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