Julio Iglesias en Ferraz
A la última ·
Apareció Pedro Sánchez y Ferraz se convirtió en el Florida ParkApareció Pedro Sánchez y Ferraz se convirtió en el Florida Park: transmutado en el Julio Iglesias que tropezó dos veces con la misma piedra y ... con el mismo pie, el presidente era un galán cariacontecido. Luciendo un traje azul fúnebre y con la pena y la desilusión como complementos, esta vez los focos no iluminaron su eterna sonrisa, sino un rictus de amargura. Cabizbajo, hizo acto de contrición, confesó que se sentía enormemente indignado y profundamente triste, que había sido el último en enterarse de la traición y que se arrepentía de haber confiado en un compañero de vida y de partido con el que había compartido once años de vino y rosas.
Tras el recital de perdones (hasta ocho), con su encanto de 'crooner' minimizó lo de los dos votos de las primarias de 2014 como quien se equivoca en la letra de una canción y anunció una auditoría externa para «eliminar cualquier sombra de duda», aunque las sombras, con falta de difuminar, ya las llevaba en los pómulos. Había que enfatizar el gesto de luto, que la decepción va por dentro pero hay que mostrarla por fuera: paradójicamente, aparecer desmejorado era una concesión necesaria para mantener la guapocracia. Y, con ella, el cargo.
Hasta ahora, Sánchez ha hecho de la necesidad virtud y del escándalo espectáculo, se ha paseado por el fango con la chaqueta al hombro esquivando las salpicaduras con donaire, ha convertido sus fracasos en hitazos y ha seguido cantado mientras el escenario se tambaleaba. Pero, entretanto, se olvidó de vivir y de mirar a los truhanes que tenía al lado, y por mucho que Tezanos le coloque en lo más alto de las listas de éxitos, parte del público va a dejar de comprar sus discos. La vida no sigue igual. Ni de coña.
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