Jugar con el silencio: sobre el filósofo coreano Byung-Chul Han
Si algo ha demostrado el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025 es que se puede hacer filosofía profunda sin emplear muchas páginas ni enmarañarse en discusiones académicas
Manuel Cruz Ortiz de Landázuri
Profesor de Filosofía Antigua de la Universidad de Navarra
Miércoles, 14 de mayo 2025, 07:06
Frases breves. Silencios. Si algo ha demostrado el filósofo coreano Byung-Chul Han es que se puede hacer filosofía profunda sin emplear muchas páginas ni ... enmarañarse en discusiones académicas. Su pensamiento, concentrado en frases breves, cortantes, combina lo mejor de la filosofía occidental contemporánea (se doctoró con una tesis en Heidegger) con el estilo conciso y minimalista característico de oriente. La filosofía no tiene por qué ser erudita (aunque él tiene conocimientos bastante específicos sobre lo que escribe), tampoco tiene que estar dirigida a las élites intelectuales de las universidades. La filosofía puede ser algo vivo, en diálogo con el mundo contemporáneo, apta para todos los públicos, aunque cada quién entenderá a Han desde su nivel. Porque Han es algo más que un pensador de autoayuda o un divulgador: ha logrado sintetizar un pensamiento profundo y hacerlo cercano, pero sobre todo deja espacio para la sugerencia, para el propio ejercicio filosófico. Sus frases fuertes y directas abren misterios que hay que desvelar poco a poco. Por eso resulta tan atractivo tanto al sabio como al profano. Todos pueden sacar algo provechoso de sus planteamientos.
Pero es que, además, la filosofía tiene que dirigirse al mundo en que vivimos. Más que centrar la atención en problemas creados por los propios filósofos, quiere dirigir su mirada a los problemas de la sociedad y advertir los problemas que hay en su raíz. Si la filosofía tiene que desvelar el sentido de las cosas, Han quiere entender la experiencia de una buena vida, donde acontece el amor, la contemplación, el disfrute de las pequeñas cosas, el trabajo que enriquece. Su pensamiento se ejercita a través de imágenes fuertes y palabras sonoras: la sociedad de cansancio, el panóptico digital, la agonía del eros y el aroma del tiempo.
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Uno de los ejes vertebrales del análisis de la sociedad reside en la dualidad positivo y negativo, que lejos de ser dos categorías emocionales (optimismo y pesimismo) significan lo que se muestra frente a lo que se oculta, lo que se hace ante lo que no se hace, la palabra y el silencio. En una sociedad donde todo se muestra, donde hay que ser eficiente, producir resultados, lograr likes, estar siempre entretenido, mejorar la forma física, tener más éxito, Han quiere recuperar el valor de lo negativo, en el sentido de lo que se oculta para preservar su valor, la distancia que permite reflexionar, el no tenerlo todo de golpe, el límite que da forma y perfección a la vida. Un mundo pornográfico es aquel en el que todo se muestra de golpe, sin límites. Pero cuando todo puede ser observado, es que ha perdido su valor. En cambio, un amor bien cultivado supone la introducción en el misterio del otro a través de ciertos ritos, ciertos límites. Algo adquiere valor en la medida en que no es inmediato. Eros -el amor como sentimiento, como contemplación del otro- supone penetrar poco a poco en el misterio de algo o alguien que nos excede. Eso solo se logra mediante los rituales, el tiempo y, muchas veces, la mirada contemplativa en silencio.
Sin duda que estamos ante una de las voces más originales de la filosofía actual, con la ventaja de que no hay que ser un experto para adentrarse en sus páginas. Ahora bien, su lectura, más allá del afán de novedad, requiere una profunda meditación en silencio que permita penetrar en el misterio que se oculta en los límites.
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