El ente superior
Quien ha tocado poder, quien ha experimentado su magia, ya no puede soltarlo
El problema de cualquier partido político es que los seductores cantos de sirenas y los edulcorados cuentos de hadas que conforman su ideario teórico tienen ... que llevarlos a la práctica personas de carne y hueso, lo que no es obstáculo para que todas las formaciones políticas pretendan hacernos creer que, como tales formaciones, son un ente abstracto que está por encima -a la manera de una idea platónica- de sus dirigentes y de sus militantes.
Es lo que vino a sugerir el presidente del Gobierno en su comparecencia apesadumbrada del pasado jueves: por encima de Koldo, de Ábalos y de Cerdán está el partido, que no es responsable de sus responsables irresponsables. Lo que no dijo es algo que, no obstante, se hizo evidente: que por encima del partido está el propio Sánchez. Él y su proyecto, de los que España no puede prescindir si quiere avanzar por la senda de la prosperidad colectiva, a pesar de que la prosperidad, visto lo visto, es más rumbosa con unos que con otros. Tampoco dijo que llegó a la presidencia del Gobierno tras una moción de censura cuya legitimidad moral se sustentó en la concatenación de corruptelas que en aquel momento enfangaba al PP. La asimetría puede resultar desconcertante: lo que a Sánchez le sirvió para derrocar a un Gobierno le sirve ahora para mantenerse en el Gobierno.
Su argumentario exculpatorio admite un resumen: «A mí que me registren». Pides perdón por lo imperdonable y tú mismo te das la absolución. Son las ventajas, en fin, de disponer de un concepto mesiánico de uno mismo.
Sin salir del ámbito de la moral, sorprende la tibieza de los ministros de Sumar ante este episodio, sobre todo si se tiene en cuenta que sus principios éticos se basan en una especie de puritanismo laico tan severo como un tanto remilgado. Será, no sé, por lo del anillo de Gollum, aquel personaje ideado por Tolkien: quien ha tocado poder, quien ha experimentado su magia, ya no puede soltarlo.
Este escándalo servirá de combustible –con mucho plomo- para los demagogos profesionalizados como tales. Esos que, si pudieran, harían lo mismo que denuncian desde una indignación sobreactuada, según ha demostrado empíricamente el pintoresco eurodiputado Alvise Pérez.
Por su parte, el ministro Puente, que ejerce de tuitero con fervor de adolescente bocachancla, celebró que el 47% de lo ganado por Alcaraz en Roland Garros «vendrá a España para nuestra sanidad y nuestra educación». Sí. Pero es posible que también para otras cosas. Porque parece inevitable que, cuando el dinero público se mueve, algo se quede siempre por el camino. Y siempre hay alguien para recogerlo. Y sin tener siquiera que sudar.
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