Los tres perdones de Pedro
«A Don Juan Carlos no le vino nada bien pedir perdón ni por Korina ni por los elefantes abatido. Pero los tres perdones de Sánchez son otra cosa»
Como si no tuviera que ver nada con él, ni antes ni después de haberle obligado a dimitir, el jueves Pedro Sánchez se ha vuelto ... a colocar al límite. Al límite del partido, del Gobierno y de sí mismo. Y al igual que el otro Pedro, aquel sobre el que se fundó la santa madre Iglesia, negó tres veces, y tres veces pidió perdón. A la ciudadanía y a los militantes del PSOE, por este orden. Todo ello después de haber reconocido al fin que su partido se encuentra envuelto en el caso de corrupción más grave de los últimos años. Una trama que la UCO ahora remonta al menos hasta el año 2015, con posible origen en Navarra, la tierra de procedencia precisamente de Santos Cerdán, el hombre por el que Sánchez puso la mano en el fuego (veremos hasta dónde llega de verdad a quemarse) después de eliminar a Ábalos. Y con él al insigne Koldo y sus 'hermanos'. Santos Cerdán, tiene guasa: aquel en el que Pedro Sánchez fio toda su estrategia para sacar adelante la moción de censura contra Mariano Rajoy… Los puros que se debe estar fumando estos días el expresidente.
Entre congojas y pucheros, Sánchez anunció que remodelará de nuevo el partido. No dijo aún que el Gobierno, aunque lo dirá, ya que algunos de sus miembros son el fruto directo de las decisiones compartidas entre él y su manzana podrida. Pero nada dijo de remodelarse, ni siquiera de reformarse él mismo. Los tres perdones de Sánchez no le servirán para arrepentirse, ni mucho menos para marcharse. Más bien le obligarán a volver a cambiar de estrategia para perpetuarse. Es su sino.
Representado el drama con toda pompa y circunstancia, lo único que nos queda claro es que la respuesta a esta última crisis no va a estar en el presidente. Tampoco, me parece a mí, en la oposición. Ni siquiera en los socios de gobierno, cuya hipocresía solo es ya comparable a su desprestigio. La única opción posible de eliminar de una vez por todas al núcleo de toda esta espiral de corrupción se encuentra sin duda en su partido. Ese partido hoy pleno de damnificados por Sánchez, por Ábalos y por Santos Cerdán (imagino que también por Koldo y por Aldama) que un día hizo salir al primero por la ventana de Ferraz, para entregarle inmediatamente después las llaves de la casa y los instrumentos de la depuración interna.
Muchas son las voces que hoy claman (las que conocemos y las que solo hablan a la hora del vermú), en el partido de los cien años de honradez, para que Sánchez salga de una vez por todas de su despacho. Voces poderosas, pero que da la impresión de que, frente a sus corifeos, suenan más bien como zumbidos de abejas en los oídos del secretario general. Voces que esperan que sea otro el que clave el primer puñal al César, para no tener que encabezar ellos el movimiento de liberación. Pero muchas, infinitas voces.
Así sucede en el penúltimo asalto a la guarida del resistente. Porque el próximo no tardará en llegar. El gran Koldo afirma ahora que, frente a lo que conocemos de la trama, él tiene grabaciones para tumbar no a uno, sino a tres gobiernos. Serían tres gobiernos, habría que decirle, de los de antes. Porque para tumbar al actual parece que hace falta algo más, mucho más que las evidencias de la corrupción. A Don Juan Carlos no le vino nada bien pedir perdón ni por Korina ni por los elefantes abatido. Pero los tres perdones de Sánchez son otra cosa. Lágrimas de cocodrilo, extraordinaria puesta en escena del drama del prócer traicionado y el cordero degollado… Una mascarada que dura y dura y dura.
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