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chencho alonso
Martes, 12 de abril 2016, 21:02
«Agua sin gas, café con leche.
Tenemos fiesta y romería
y la canción de la chochona.
Tenemos brandy y ron con cola.
Y Leonardo con su acordeón.
De calamares ponme otra ración
Y ¡vámonos de fiesta!»
¿Te suena? Si has reconocido las letras de Cifu y su banda y lo primero que ha venido a tu cabeza es Pepe Rojo eres un verdadero chamizo. Valladolid es la capital nacional del rugby y su afición está dividida en dos perfiles: queseros y chamizos. Sus equipos, VRAC Quesos Entrepinares y SilverStorm El Salvador dominan el panorama 'rugbier' en nuestro país y ambas hinchadas viven su pasión por este deporte con diferencias pero también con semejanzas.
Respeto es la palabra más repetida de boca de ambos sectores. Un valor inculcado desde niños y que invade cada situación que envuelve un partido de rugby trasladado después al resto de tesituras que ofrece la vida cotidiana.
Tanto el quesero, familiar y de sangre caliente, como el chamizo, experimentado y humilde, alimentan su pasión a base de cánticos que suben la temperatura de los partidos. Mientras los chamizos corean el himno del colegio situado en la plaza San Pablo o se desgañitan con la anteriormente mencionada 'Fiesta' de los Celtas Cortos, los queseros se dejan la garganta recordando su identificación con el rugby escocés de los años 80 mientras entonan el himno de este país británico.
A esta identificación se debe el continuo Carnaval que viven los fieles queseros en sus partidos y fiestas cuando se pintan la cara de azul con una cruz blanca y se engalanan con la peluca pelirroja y la falda escocesa, ataviados al más puro estilo 'Braveheart', para caldear Pepe Rojo y vivir los partidos «dando un poquito de guerra».
La sangre chamiza corre de una forma más calmada en la grada, viviendo los 80 minutos de una forma más tranquila, pero no menos apasionada. Una grada leal que jamás ha abandonado a los suyos desde su nacimiento en 1960 a pesar de haber pasado malas épocas.
El tercer tiempo en La Central, el local situado en la Plaza de la Universidad es sagrado para el chamizo mientras que la cervecería Dublin se convirtió en territorio VRAC en septiembre del pasado año.
¡Qué bien se nos da celebrar!
Cuando el esfuerzo, la ilusión y el trabajo dan sus frutos (que entre ambos equipos cuando no es uno es otro, prácticamente cada año) y llega el momento de celebrar los éxitos, ambas escuadras tienen sus rituales.
Si los chamizos suben a vestir al Conde Ansúrez de blanquinegro, los queseros prescinden de la vestimenta, y en calzoncillos, invaden la fuente de la Plaza Madrid para festejar los títulos en el único momento en el que el líquido elemento se acerca a técnicos, jugadores, directivos y aficionados durante la celebración.
Así, el aficionado neutral que estará el domingo en Zorrilla para vivir la final se encontrará con dos formas distintas de vivir una misma pasión. Posiblemente compruebe como se vive un partido de máxima rivalidad entre dos aficiones que no tendrán problema en mezclarse y defender lo suyo para después consolar al perdedor y recuperar fuerzas unidos en el tercer tiempo. Será un día inolvidable para el rugby vallisoletano así que hagamos caso a los Celtas y ¡vámonos de fiesta!
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