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Víctor Borda
Miércoles, 21 de mayo 2014, 13:21
Nicolás Esguevillas tiene siete años. Practica el rugby. Lo hace por tradición familiar. Su padre es un apasionado del deporte del oval. Sus dos hermanos mayores juegan en el San Isidro madrileño. Pero Nicolás cuenta con una particularidad. Tiene síndrome de Down. Sin embargo, eso no ha sido un impedimento para que juegue al rugby en un equipo y participe en la liga de escuelas que organiza la Federación Madrileña. Es un claro ejemplo del rugby como elemento de inclusión. Este fin de semana, este joven jugador estará junto al resto del equipo compitiendo en Valladolid, que acoge la celebración de los Campeonatos de España y Torneos Nacionales en categorías base.
Rafael, el padre de Nicolás, cuenta cómo comenzó la aventura de su hijo menor en el mundo del rugby. «Al cumplir los siete años, mi mujer y yo nos planteamos si, como habían hecho sus hermanos, debía entrar en la escuela del San Isidro. Teníamos miedo. No conocíamos a nadie que juegue al rugby con síndrome de Down. Pero hubo dos factores que nos empujaron a dar el paso. El primero, hay un chaval argentino de 19 años con síndrome de Down que juega de forma federada. Además, Nicolás tiene un desarrollo físico acorde a su edad. Nos decidimos y nuestro hijo hoy puede disfrutar de un deporte como el rugby», explica.
Nicolás juega en categoría jabato, es decir, menos de ocho años. Su club, el San Isidro, arrastra tras de sí 23 años de historia. Hace dos que entró en funcionamiento la escuela para categorías inferiores. Desde la entidad se decidió que era bueno dar entrada al joven jugador en el equipo de su edad. El rugby demostraba así su valor como herramienta de inclusión. Un jugador con síndrome de Down puede jugar perfectamente con otros chicos de su edad. Todos se pueden nutrir así de los valores de un deporte como pocos.
«Ha sido su primera temporada como federado. Es uno más dentro del grupo», reconoce su progenitor con satisfacción.
Nicolás acude a un colegio especial. Sus padres siempre se han preocupado de que el chaval participe en actividades en las que tomen parte otros niños sin esta alteración genética. Además, le permite aprender los conceptos de juego por imitación, al ver lo que hacen sus compañeros. «El objetivo es puramente inclusivo. Algún árbitro se me ha acercado preocupado por si los rivales debían placar o no a Nicolás. Le he dicho que lo traten como al resto. Que sea uno más para lo bueno y lo malo».
«Beneficioso para él»
Y es el que joven jugador no tiene miedo a placar o a que le plaquen. «Se pone delante y no da un paso atrás. Se lo pasa muy bien y el resto de niños lo consideran uno más. Ahora sus compañeros empiezan a preguntar si le pasa algo Nicolás, ya que no habla del todo bien. No es de los más díscolos del equipo. Tiene algunos compañeros más complicados de llevar», señala su progenitor.
¿Por qué el rugby? Rafael Esguevillas lo tiene claro: «Ahora le va a ayudar en su desarrollo y porque, como he podido comprobar, a estas edades más tempranas resulta más fácil jugar al rugby que, por ejemplo, al fútbol o el baloncesto. En el caso del 'basket' necesitas aprender a botar la pelota. En el fútbol, conseguir un buen dominio de balón con los pies. Veremos lo que pasará más adelante, pero de momento, con siete años, todo esto resulta beneficioso para él».
Nicolás, con sus compañeros del San Isidro, ha quedado sexto en la liga de escuelas de Madrid. El próximo fin de semana, este jabato se dejará ver por Pepe Rojo.
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Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Doménico Chiappe | Madrid
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