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El prestigio del que presume hoy el teatro en Valladolid no es casualidad ni fruto de una gestión reciente o una generación espontánea. Una mirada atrás nos sitúa en una ciudad considerada referencia teatral en el siglo XIX, no solo por la construcción de sus tres majestuosos teatros –Lope de Vega (1861), Calderón (1863) y Zorrilla (1884)– sino también por ser cita obligada para las grandes compañías nacionales. Todo actor/actriz que se preciara debía estrenar primero y sacar nota en Valladolid antes de presentarse en la capital del Reino. Tal era su reputación que, lejos de apagarse, consiguió sobrevivir a la crudeza de la guerra y mantenerse en el escaparate como principal de los termómetros para aquellos estrenos que querían hacerse un hueco en cartelera. Público y crítica periodística tenían un peso crucial para los productores... además de una responsabilidad muchas veces malentendida.
En casa de José Zorrilla, pocas bromas se permitían cuando de teatro se trataba. Licencias, las justas. Y el episodio que mejor resume el compromiso de la ciudad con la cultura tuvo precisamente al Don Juan de Zorrilla como protagonista. Corría el año 1945, por supuesto noviembre, cuando Ana Mariscal, una de las grandes damas del teatro español y el cine de postguerra, llegó procedente de Madrid para representar el Tenorio. Hasta aquí su visita hubiera contabilizado como una más de las miles de representaciones que se han llevado al teatro de no ser porque su versión levantó a más de un espectador de su asiento del Teatro Carrión. La reconocida actriz, que encarnaba el papel de doña Inés por las noches, se atrevió a interpretar el personaje de don Juan Tenorio en la sesión de tarde. Aquella osadía no solo se consideró «aberrante» e «irreverente» para un buen grupo de intelectuales de la época, sino que el escándalo alcanzaría tal magnitud que acabó en juicio. Un juicio literario promovido por el Centro José Zorrilla con un tribunal, con acusación y defensa, formado por distintas personalidades de la época.
El acto, que despertó mayor expectación en la ciudad que la propia función, se celebró un 23 de noviembre de 1945 y tuvo que desplazarse desde el Aula Magna de la Universidad como estaba previsto en un principio al propio Teatro Carrión para mayor comodidad de los asistentes. Elevado a la categoría de acontecimiento en los mentideros culturales de la ciudad, no solo se repartieron invitaciones sino que fue retransmitido incluso por Radio Valladolid.
El tribunal lo integraron el catedrático Emilio Alarcos como presidente, Santiago Juárez, Pérez Solís y Martín Abril como vocales, y Alfonso Guilarte como secretario. «A la derecha del tribunal tomó asiento el defensor y a la izquierda el acusador», según informaba El Norte de Castilla el 24 de noviembre de 1945, en referencia a Alfredo Marqueríe –crítico del diario ‘ABC’– y a Víctor Gómez Ayllón –crítico teatral del diario ‘Libertad’ que firmaba como ‘Don Justo’–.
En el juicio, en el que llegó a intervenir el secretario de la Delegación de Educación Popular, Fernández Lamadrid, la propia Ana Mariscal tuvo la oportunidad de defenderse, y tanto la acusación como la defensa formularon sus argumentaciones, incluyéndose entre estas la férrea defensa formulada por el periodista y académico Francisco de Cossío en un artículo publicado el 21 de noviembre en el ‘ABC’. En él, encabezado como ‘Don Juan no es un hombre’, apoyaba el ‘experimento’ realizado por Ana Mariscal. «Porque Don Juan no es ni un hombre ni una mujer; Don Juan, en el drama de Zorrilla, no tanto en el de Tirso de Molina, y menos el de Molière, no es un hombre ni una mujer, sino un símbolo». A las palabras de Cossío en defensa de la actriz madrileña se unieron una serie de poetas e intelectuales de la época, estos ya como testigos en el juicio, caso de Ángel de Pablos, Leandro Pérez, Cerrillo, García Sánchez y Maté.
Así, mientras el ‘fiscal’ Gómez Ayllón tildó la función de «capricho sencillamente incomprensible e injustificado», además de «fraude y engaño por suplantar la personalidad» del Don Juan de Zorrilla, el ‘abogado defensor’ –Marqueríe– echó mano de la hemeroteca para exponer al tribunal que ya a principios de siglo se programaron en Madrid –en los teatros Eslava y Latina– varias funciones con una mujer en el papel de Don Juan sin que se levantara revuelo alguno, e incluso que en América cada año se rendía homenaje al mito de Zorrilla desde el ángulo femenino.
El tribunal también dio la palabra a la afectada, «tranquila de conciencia –aseguró– de no haber dañado, ni con la intención ni con el pensamiento el prestigio de Don Juan».
Días después, el 1 de diciembre, el jurado absolvió a la actriz de su atrevimiento, apuntando en su fallo «que no es delito literario el que una actriz interprete el papel de Don Juan Tenorio», y que, «siendo estimable el experimento, sería peligrosa su generalización ya que las actrices pueden disponer de papeles femeninos en que demuestren cumplidamente sus aptitudes».
El fallo vino a zanjar un debate que durante varias semanas tuvo a los círculos culturales de la ciudad en plena efervescencia, alentados incluso por el planteamiento de aprobar una ley que prohibiera a las mujeres hacer papeles de hombres.
Al igual que el juicio, dicha ley no prosperó y el texto de Zorrilla siguió proporcionando polémicas y versiones de lo más variopintas, caso de la llevada a escena por Luis Escobar con decorados de Dalí o, más recientemente, la escenificada hace escasas fechas por jóvenes raperos que en el Valladolid de la época hubiera levantado ampollas.
A la sombra de esta polémica, y con la francesa Sarah Bernhardt como pionera –Napoleón y Hamlet, entre otros–, la escena ha disfrutado con el paso de los años de interpretaciones antológicas como la de Nuria Espert en la piel del rey Lear o la de Blanca Portillo como Segismundo en el ‘sueño’ de Calderón de la Barca, como Fray Emilio Bocanegra en ‘Capitán Alatriste’, o en ‘Hamlet’ a las órdenes del esloveno Tomaz Pandur. También Carmen Machi, que se puso pantalones en ‘El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte’ de Valle Inclán, pudo haber emulado a Ana Mariscal este mismo año y vestir de Don Juan pero su agenda le llevó a rechazar el proyecto.
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