Fiesta coral para recibir la Navidad

Más de cuatrocientas voces, pertenecientes a dieciséis coros de Castilla y León, se unieron ayer a la OSCyL, en un Delibes abarrotado, para celebrar la llegada de las fiestas navideñas. Es verdad que se echan en falta en estas fechas los villancicos, pero el objetivo era reunir las voces en torno a la zarzuela, ese género que acoge sainetes y comedias musicales con inequívoco sabor español. El programa contenía piezas muy conocidas. En el podio, Jordi Casas, el director en residencia, que viene desarrollando una labor sobresaliente con los coros.

No era el día de buscar la excelencia ni el protagonismo de los solistas. El tenor Julio Morales y la soprano María Rey-Joly cumplieron discretamente. Tampoco Casas está acostumbrado a ponerse al frente de la orquesta. Lo suyo es concertar voces, con resultados sorprendentes. En la primera intervención coral percibimos la dificultad de mover esa masa coral. La inercia hizo que el ajuste tardara en aparecer. En la ronda de enamorados de La del soto del parral, el despiste inicial no restó brillantez a una de las páginas más queridas del género. Las seguidillas de La Virgen de la Paloma cerraron la primera parte con los cantantes vestidos convenientemente para la verbena.

En la reanudación, el intermedio de La boda de Luis Alonso hizo olvidar el comienzo de Doña Francisquita. Se creó el ambiente adecuado en el coro de niñeras de Agua, azucarillos y aguardiente, y mejores aún fueron la mazurka de las sombrillas de Luisa Fernanda y la ensalada madrileña de Don Manolito. Ese «Viva Madrid, que sí, que sí, que sí» fue toda una declaración de intenciones. Los coros empastaron muy bien.

La máxima expresión del logro de Jordi Casas llegó con el Aleluya de Haendel. A destacar también, el trabajo de los directores de las corales, un ejemplo de amor y dedicación a la música. Al final, miembros de los coros hicieron entrega al director de varios regalos, como muestra de cariño y reconocimiento a su labor.