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Victoria M. Niño
Viernes, 24 de abril 2015, 09:19
Programa sinfónico para el debut de Znaider con al Orquesta de Castilla y León. Nikolaj Znaider (Copenhague, 1975), reconocido violinista que desde hace una década frecuenta el podio, dirigirá la Sinfonía nº 5 de Sibelius, y Así habló Zaratustra, de Richard Strauss. El último movimiento de la primera y los dos primeros minutos de la segunda forman parte de la fonoteca colectiva gracias al cine.
«Sibelius es un compositor conocido según en qué países. Por ejemplo los ingleses lo quieren casi tanto como los escandinavos, pero no es tan apreciado y tocado en Alemania», dice quien ha crecido en el Báltico. «La Quinta sinfonía es más que experimental, avanzada a su tiempo. Se acerca un poco a Mahler pero sin la emotividad del bohemio. Por otra parte es como un mahler compacto, en el tiempo porque solo dura 35 minutos, frente a las sinfonías de hora y media, y en la instrumentación, porque lo hace no una orquesta mucho más reducida, cercana a las de Beethoven o Brahms».
El último movimiento es «muy emotivo, evocador. Todo el mundo lo conoce, por las películas o por la cantidad de música que ha inspirado», explica Znaider. En cuanto al poema sinfónico de Richard Strauss, inspirado en el libro de Nietzsche Así habló Zaratustra, fue universalizado por Kubrick en 2001: Una odisea del espacio al incluirla en el comienzo del filme. «Lo interesante de esta obra es que todo el mundo conoce los dos primeros minutos, pero casi nadie sabe qué va detrás. Es una obra que indaga en la relación del hombre con la naturaleza, en ese conflicto eterno. Lo increíble es que quien sabe la historia, le ayuda intelectualmente, y está bien. Pero quien no la conoce tampoco la necesita, se coge el sentido de esa música al momento, es tan potente que no pierde impacto alguno».
Presión en los vientos
Ayer restó parte del descanso en el ensayo a la sección de vientos. «Es difícil cuando está toda la orquesta junta escuchar cada instrumento. Por eso me gusta trabajar un poco por secciones. En la cuerda la transmisión es más directa, hay mucha gente tocando. En cambio en los vientos hay casi una voz por instrumento, la presión que sufren es mayor. Creo que es saludable para todos escucharnos uno por uno, tan saludable como limpiarte los dientes».
Formado en la Juilliard de Nueva York, este danés con raíces polaco-judías alterna la batuta con el arco del Guarneri que tocó Fritz Kreisler desde hace diez años. «Se supone que el siguiente paso natural es ser titular de alguna orquesta. Trabajar como director invitado por una semana está muy bien, no te manchas las manos, no te sumerges en la orquesta. Pero es bonito crear el sonido, la identidad de una sinfónica desde dentro. Creo que eso se debe hacer a partir de los maestros clásicos, como Mozart, Beethoven, Schubert, esa es la prueba. Las orquestas historicistas y reducidas lo hacen muy bien, han conseguido su manera de hacer a esos compositores y las identifican. Pero con las orquestas sinfónicas debes encontrar el camino, tu manera de hacerlo, tu seña de identidad».
Un violinista al frente de la OSCyL, como la semana pasada. ¿Está cambiando el papel del director? «Más bien vuelve a sus inicios. Mendelsshon fue el primero en dirigir en el sentido que conocemos hoy. Los compositores anteriores no lo necesitaban. Todo depende del repertorio. Si tienes a un músico como Gordan Nikolic con esa capacidad de liderazgo no hace falta más. Pero Mahler o el programa de esta semana necesitan de director. Es más práctico». Durante estos años de rodaje se ha topado con «una generación de músicos españoles jóvenes espléndida. Mantienen el temperamento y la pasión del sur, se han formado fuera y han cogido lo mejor de cada casa. Tienen un gran futuro». En cambio las orquestas españolas le resultan «como la paella, tienen muchos ingredientes, muchos músicos extranjeros a los que se suma el sabor nacional».
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