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Victoria M. Niño
Jueves, 23 de febrero 2017, 09:36
De tanto seguir los pasos de Berlioz, de tanto tocarle y traducirle, de tanto conocerle y quererle, Enrique García Revilla ha terminado por escribir una novela al estilo de Las tertulias de la orquesta. El músico burgalés las tradujo para Akal y ahora acaba de ganar el segundo premio de narrativa Fray Luis de León con Los cafés de la orquesta.
«Son una serie de personajes de una orquesta que se cuentan historias en el descanso del café. Cada una tiene un registro distinto, desde el lenguaje más coloquial y directo de la que cuenta el conserje a una carta del siglo XIX o el último con deje caló», afirma el autor. Profesor de conservatorio, miembro de la Orquesta Sinfónica de Burgos en la sección de violas y doctor en Filología, se considera con un pie en la música teórica y otro en la práctica, abrazando tanto el lenguaje del pentagrama como el del renglón. «Es verdad que los músicos no son especialmente aficionados a la lectura. En mi caso, estaba a medio camino. No eres escritor hasta que alguien te lo dice y vas y te lo crees. Luego te dan un premio y estás perdido», asegura. Y es que García Revilla ha escrito la «novela que me gustaría encontrarme en una librería. Me gusta leer sobre música y no hay grandes cosas. Me gustaría que hubiera un género que hiciera literatura con temas musicales. Berlioz es el espejo en el que me miro y me gustaría poder hacer lo que él, ser músico y escritor a la vez».
La estructura, catorce cafés, evoca las Variaciones Enigma, de Elgar, que el compositor británico dedicó a los amigos que estaban retratados en ellas. El escritor burgalés también refleja sus experiencias en las dos orquestas de referencia para él, «la de Burgos, en la que toco, y la Sinfónica de Castilla y León, que voy a ver tanto como puedo, y en la que tengo también amigos. Esta es una novela de música y amistad».
Por eso hay algunos nombres que les sonarán a los melómanos. Elgar, Fígaro, la vanidad, el homenaje al viejo maestro, los conciertos participativos y la Novena de Beethoven en voces amateurs, Haydn y su Sinfonía de los adioses, el Stravinsky de los ballets, Mozart y su Réquiem, la vida en el foso de Berlioz o Bach, son algunos de los motivos sobre los que giran los relatos de Revilla transmutado en una suerte de Sherezade sinfónica.
Nueva traducción
«La música sinfónica es un trabajo colectivo en el que cada miembro tiene un pequeño pero necesario papel en una tarea tan importante como la creación del arte. Alguien dice en el libro que los grandes logros humanos son la ciencia, el arte y el amor. Una orquesta es un gran invento de la creación artística». Tres son los capítulos que vasculan hacia la novela negra esperpéntica, los del tosedor profesional y su posterior asesinato, que provocará la sonrisa en todos aquellos que frecuenten los patios de butacas. Por cierto esto es lo echa de menos García Revilla en las salas. «Hoy los jóvenes quieren probar su habilidad técnica, todos quieren subir al escenario pero apenas van a conciertos, no es habitual verlos. Como mucho, les interesa cuando hay algún solista famoso de su instrumento».
García Revilla goza la música desde la silla de profesor y la de público. «Lo único que siento es no poder ir a más conciertos de la OSCyL. En Burgos tenemos una temporada corta, pero muy cuidada. Aprendemos mucho con los refuerzos que vienen de la OSCyLy de la orquesta de RTVE». En primavera, vuelve el escritor burgalés con la traducción de las memorias de Berlioz.
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