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JESÚS BOMBÍN
Jueves, 11 de junio 2015, 20:30
Excelentísimo señor: Le escribo esta carta con amor. Sin el más mínimo odio o rencor tengo que decirle que es usted el hombre que más daño me ha causado». En un tono sosegado, sin estridencias, Fernando Arrabal (Melilla, 1932) se dirigía a Francisco Franco en la carta que le envió desde París en 1971, un escrito amplio, al igual que los que remitió a los dictadores Fidel Castro y a Iósif Stalin.
La editorial Reino de Cordelia ha reunido estas misivas en el volumen Las cartas de Arrabal junto a las que dirigió a los comunistas españoles en 1978 y al Rey Juan Carlos en 1976. En ellas aparece el Arrabal más prudente y reflexivo, confrontado a la imagen de irreverencia y provocación que acompaña la trayectoria de este autor de un centenar de obras de teatro, novelas y libros de poesía y ensayos.
Menos conocidas son cartas, en las que impera el tono de emotividad, de rabia contenida a través de la palabra y una lucidez que alumbra desde la reflexión las atrocidades cometidas desde el poder, echando mano de la memoria, de la documentación y de la historia para trazar una biografía criminal de mandatarios que, de antemano, sabe que nunca le responderán.
«Su régimen le escribe a Franco es un eslabón más dentro de una cadena de intolerancias que comenzaron en España hace siglos. Quisiera que usted tomara conciencia de esta situación y, gracias a ello, quitara las mordazas y las esposas que encarcelan a la mayoría de los españoles. Este es el propósito de mi carta: que usted cambie». Una petición tan surrealista como la personalidad del propio Arrabal, a quien Jesús Egido, editor de los sellos Reino de Cordelia y Rey Lear, publicó en 2012 la Carta a los Reyes Magos, un compendio de ironías sobre la actualidad política española. «Fernando Arrabal es un dramaturgo excepcional, gran novelista y un apasionado del género epistolar», expone Egido al recordar que el escritor afincado en París le envió varios de los escritos que había redactado con sus anotaciones. «Al final cuenta optamos por publicar las misivas dirigidas a los poderosos porque son las más largas y contienen lo mejor de su afición epistolar».
A Fidel Castro le escribe recordándole que Cuba es «una isla prisión de la que a veces se sale para entrar en otra diminuta llamada campo de concentración». Dividido el texto en varios capítulos, en el titulado En Cuba se fusila recuerda que «esposas y madres de prisioneros políticos instaladas en Miami me han contado cómo en la cárcel de La Cabaña en La Habana tenían que pasar junto a una tapia manchada con la sangre de los ejecutados durante la noche. El escarmiento y el espanto alas son de la represión».
A Iósif Stalin, fallecido en 1953, le dirige medio siglo después una carta en la que hace recuento de sus atrocidades y le interpela: «Hoy, usted es la víctima propiciatoria de todos los que colaboraron para que cometiera los crímenes que nunca hubiera podido perpetrar sin el apoyo de aquellos agentes interiores y exteriores de la codicia».
Le recuerda también que «con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido comunista asesinó durante la Guerra Civil a un número impresionante de socialistas, trotskistas y anarquistas que no se plegaron a su línea estratégica». Habla también de de la relación que mantuvo el dirigente ruso con la madre del campeón mundial de ajedrez Bobby Fischer, así como de su biografía familiar y sus métodos para eliminar cualquier atisbo de disidencia.
Sobre sus películas
En clave más nacional, en la carta enviada al Rey Juan Carlos en 1976 le pregunta cuándo podrán verse en España sus películas: «¿Cómo es posible que mis compatriotas sean considerados inmaduros para ver mi filme El árbol de Guernica?, ¿Es válida aún la decisión del Consejo de Ministros del pasado 7 de mayo, en la que se condenaba a la librería Antonio Machado por poseer tres ejemplares de un libro mío editado en París?».
El texto dirigido a los comunistas españoles, titulado Sueño y mentira del eurocomunismo, elogia a los militantes y recuerda que sus líderes «anidaban en Moscú cuando Stalin asesinó al 80% de los mandos rusos que actuaron en la guerra de España, cuando Stalin llenaba los campos de concentración y los cementerios, cuando Stalin se convertía en el mayor asesino de obreros de la historia».
Asegura Pollux Hernúñez, amigo de Arrabal, conocedor de toda su obra y autor del prólogo de su libro, que en el capítulo dedicado a los comunistas españoles cuenta cómo el partido se nutre «de la buena gente y de las prebendas que les da la Unión Soviética, por eso no se atrevieron a señalar con el dedo las atrocidades de Stalin, que fue lo mismo que hizo Franco después de la guerra solo que multiplicado por cuatro mil».
El libro incluye también testimonios sobre Arrabal escritos por Camilo José Cela, Vicente Aleixandre, Samuel Beckett, Milos Forman, Milan Kundera y Juan Goytisolo, además de un álbum gráfico que repasa su trayectoria creativa a través de carteles de sus estrenos teatrales, sus libros y su filmografía.
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