

Secciones
Servicios
Destacamos
Victoria M. Niño
Viernes, 21 de noviembre 2014, 12:05
Liberal, independiente, testarudo, trabajador infatigable, fueron algunos de los adjetivos con los que calificó Álvaro Marías a su «padre filósofo», ese que exigía la excelencia a su prole «aunque estuviese penalizada en España» y apenas «sonreía delante de una lista de matrículas». El pequeño de la saga dibujó al Julián Marías de puertas adentro, mientras que Helio Carpintero, un discípulo que le conoció en los veranos sorianos, sintetizó al pensador que definía la filosofía como «la visión responsable».Los dos habían sido convocados por la Fundación Miguel Delibes para homenajear al filósofo vallisoletano que no llegó a compartir juegos en la calle Colmenares con el escritor pero sí amistad en la edad adulta. Elisa Delibes, presidenta de la Fundación, comenzó recordando los viajes a Soria para ver a los Marías, y las 40 cartas que guardan del filósofo «sobre todo en relación con el ingreso de mi padre en la Real Academia de la Lengua, a propuesta de Marías, de Laín y Aleixandre, y la invitación a dirigir El País».
Esa capital tan literaria fue elegida por Julián Marías como el hogar que no encontró en Madrid o en su posterior vida viajera. Lo recordaba Álvaro, un flautista dedicado a la música barroca que sin embargo traía todo escrito. «Solo me atrevo a leer un artículo que me pidió el ABC cuando le dieron el Príncipe de Asturias porque a mi padre le gustó. Si me salgo de ahí, temo que me oiga y me llame majadero haciendo notar que no sé nada de él».
Por encima de su tiempo
El profesor que nunca tuvo cátedra en su país salvo unos años en la UNED al final de su carrera, se sentía «castellano viejo, coincidía con Ortega en su apreciación de la gran delicia de rodar por los caminitos de Castilla». A Valladolid le unía además«su fascinación por tres escritores vinculados a la ciudad, Cervantes, a quien dedicó un libro,Quevedo, cuyos sonetos le acompañaron toda la vida, y Zorrilla, de quien se sabía el Tenorio de memoria». Ya entre sus coetáneos, otros tres lugareños fueron amigos «Jorge Guillén, Rosa Chacel y Miguel Delibes».
Álvaro describió a un hombre «liberal, que no aceptó nunca lo de derechas o izquierdas, valiente porque el valor es necesario para vivir con dignidad con 80 años un ratero le intentó robar cuando salía de misa sin lograr el botín, tan ordenado en su tiempo como desordenado en el espacio y dotado de un ojo único de clarividencia ciclópea». Ni las privaciones académicas, ni el veto a su tesis, ni las multas de la censura por sus artículos «pudieron con su negativa a firmar la adhesión al Movimiento». Álvaro le recordó como «practicante de la independencia, se negó a ser gregario de nada. Incluso en el franquismo aconsejaba tomarse toda la libertad que se pudiera convencido de que así nos iría mejor. El músico que fundó el ensemble Zarabanda terminó comparando a su padre con Bach, «por la parecida alegría, grandeza y atemporalidad. Tenían fama de conservadores por querer cerrar la evolución histórica de siglos cuando en realidad eran muy modernos, sabían que estaban sentando las bases de lo que está por venir. Como él, nunca se preocupó de los juicios ajenos, no le distrajeron de su obra».
Helio Carpintero, hijo de un amigo de Julián Marías del mismo nombre, le conoció cuando estaba buscando dirección en su carrera y acabó estudiando al discípulo de Ortega. En cada ocasión que se le presenta ensancha esa denominación; «No solo fue su alumno, sino su colaborador y continuador».
Carpintero construyó la semblanza intelectual recordando a Julián Marías al comienzo de la Guerra Civil. «En 1936 ya era licenciado y vivió ese drama con la convicción de que había que superar el conflicto buscando un acuerdo. Como soldado de la República, fue colaborador de Besteiro y en ese momento publicó una serie de artículos defendiendo la reconstrucción, la tradición intelectual formada por Zubiri, Ortega y García Morente, procedente del 98 y Unamuno».
El esfuerzo de Marías por construir comienza con Historia de la filosofía, un sintético y magistral recorrido que termina en Ortega. «Ese libro es el símbolo de esa Escuela de Madrid». También Marías hizo el primer índice sistematizado de los problemas filosóficos planteados por Ortega, en Introducción a la filosofía (1947). Ambos desarrollan el llamado método Jericó, «observar un problema dándolo vueltas y desde alturas nuevas». Y tras el «yo soy yo y mi circunstancia», Marías «se dedica a la investigación de las estructuras que determinan al hombre en Antropología metafísica y Estructura social». De ahí a la España inteligible el filósofo aborda las cuestiones de su tiempo. «Marías analiza la idea de nación en la historia de España, interrumpida con la invasión árabe, recuperada después hasta el drama de la Guerra. No somos un país anómalo, viene a decir, a la vez que reclama devolver España al pueblo soberano».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.