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Agapito Ojosnegros
Peñafiel
Domingo, 23 de agosto 2020, 21:17
La última campaña de excavaciones del yacimiento vacceo de Pintia (Padilla de Duero, Valladolid), llevada a cabo en julio, ha proporcionado hallazgos en la necrópolis pintiana de Las Ruedas. El tiempo de trabajo ha sido más corto que otros años por la covid- ... 19, y con menos personal, sin embargo el resultado ha sido satisfactorio y con alguna sorpresa. Satisfactorio por el hallazgo de la tumba 319, de la que se presume es de un guerrero de alto estatus, de finales del siglo III a.C. Un hipogeo en el que se encontraban dispuestos un elevado número de objetos, treinta, entre la urna cineraria y ceremoniales. Once de ellos son metálicos, lo que de denota la importancia del conjunto, «máxime si se confirma, una vez restaurado, la presencia de arreos de caballo, lo que nos situaría ante un 'eques' o caballero», como refleja la memoria de la excavación. «Creemos que es un elemento de arreo, elementos muy excepcionales», señala Carlos Sanz, director de la excavación y del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg de la UVA.
«Creo que hemos conseguido identificar todas las piezas que se han conservado. Es posible que hubiese alguna más que no se han conservado, de materia orgánica», explica Sanz. De esa treintena «once son metálicas, lo cual es una proporción muy grande». Asimismo indica que se trata de «una tumba muy interesante por muchas cosas. Primero porque tiene una panoplia –las armas del guerrero, de hierro 1,5 kilogramos- completa. Parece una especie de corazón, con esa asociación tan directa entre las armas y el difunto; pues aquí es muy palmaria. Fue el primer elemento que se depositó en la tumba». Se dispuso sobre la urna cineraria del finado, cuyos restos también han representado algo novedoso porque «es la tumba con más muestra ósea que hemos encontrado hasta el presente con 1,030 kilos de hueso humano cremado. Esto es excepcional», recalca Sanz, «porque la media suele ser de 300 gramos, lo cual nos dice, interpretando, hasta qué punto a quien recogió los huesos o se ocupó del ritual de cremación le interesaba esta persona al recoger de forma tan exhaustiva sus huesos. Aquí perece que hubo cierta atención. También la colocación, tremendamente ordenada de toda la panoplia encima justo de los huesos».
Otro descubrimiento «muy interesante, documentado sobre la urna cineraria, es un ritual que hasta hace unos años no sabíamos muy bien en qué consistía. Se trata de quemas rituales hechas con betún y con óxido de manganeso que confieren una coloración muy oscura y característica donde se practica y en este caso aparecía ceñida a las armas y a los restos del finado. De manera que es una quema ritual». Otra singularidad de este enterramiento reside en la disposición en la que se han encontrado dos copas de cerámica destinadas al consumo de vino. Ambas han aparecido juntas, a modo de brindis, en una cota más alta que el resto de objetos culminando el conjunto votivo
«Los objetos estaban organizados muy claramente en dos partes, aunque me atrevería a decir que en tres, donde están las dos copas» del hipotético brindis. «En la primera parte –en la cota más baja– está la urna cineraria y en torno a ella otros elementos cerámicos, como una copita de vino, un ungüentario, un vaso troncocónico, un kernos –vasija ritual– con fragmentos de fauna en su interior. En el segundo grupo hemos encontrado un vaso trípode soberbio, y dentro de él hemos encontrado un pequeño cyathus o símpulum de cerámica –algo inédito también en las excavaciones–, una especie de cacito, y, en esa área, como representación del banquete funerario ha aparecido la parrilla, las pinzas para el fuego, el cuchillo carnicero. También unas pinzas de depilar que hacen referencia a la condición varonil del muerto, del estatus del guerrero».
Dos copas bajas juntas
El tercer grupo, el más cercano a la superficie, «a ras del hoyo, antes de que se tapara con 8 grandes lajas de piedra se dispusieron dos copas bajas de cáliz abierto hemisférico, cruzadas y boca abajo, como que hubieran hecho un brindis final, algo muy llamativo», anota el arqueólogo. «Es como el último brindis antes de cerrar la tumba; ya habían empezado a rellenar el hoyo y ya no se verían el resto de las piezas. Pero antes de sellar la tumba con las ocho lajas, las copas se dispusieron como un último brindis». «Después de 2.200 años podemos volver a brindar con ellas. No hemos hecho todavía análisis de los restos pero ya tenemos suficientes previas para pensar que tienen que ver con el servicio del vino». Esa disposición de las copas hace pensar en un brindis ritual con el que se despide al muerto, con el que se invoca a los dioses y se intercede por el tránsito del guerrero al otro mundo.
«La interpretación» de los elementos «siempre es más fundada cuando tienes una muestra amplia para comparar, un buen corpus de materiales, en ello estamos trabajando, ahora intuimos cosas, pero esto será más potente el día que puedas relacionar», explica Sanz.
«Enuncias una hipótesis contrastada, pero muchas veces esas hipótesis puede que se acaben confirmando o que nos den otra realidad distinta, eso es lo bueno de la ciencia, que está en constante construcción. No hay axiomas ni cosas indestructibles, al menos en las ciencias sociales», sentencia el arqueólogo vallisoletano.
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