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l. m. de pablos
Martes, 21 de febrero 2017, 21:20
«El sábado 14 de junio tuvo lugar en el pabellón de España una fiesta para la presentación del grupo castellano». El informe, redactado en 1937, hace referencia al grupo folklórico que envió Castilla a la Exposición de París con Agapito Marazuela a la cabeza. Un informe que arranca de una forma un tanto áspera. «Se había llegado a creer que esta región seca, que ha engendrado a España sobre su meseta, carecía de humanidad y de vida. Las danzas que ejecuta el grupo castellano son la más pura y clara expresión de esta vitalidad y esta fuerza que anima Castilla, expresión de ese carácter austero y sobrio de los hombres de la España Central», apunta. Una delegación que, principalmente, salió de Castilla, pero que, tal y como se refleja en el listado de personas que la integraron -la mayoría campesinos-, hubo que recoger a alguno en Murcia.
Agapito Marazuela, director de este grupo de bailarines, «que ha recogido personalmente en las provincias de Segovia, Ávila y Valladolid las más viejas canciones populares castellanas», se relata en el informe, las cantará guardando el estilo más puro y típico». Una actuación e la que se sirve de tejoletas, precursoras de las castañuelas, la zambomba con la que se cantan villancicos, el almirez caharro de cocina, instrumento que fue introducido en España por los semitas en el siglo VII A.C. y que, explica, «sirve para acompañar los cantos de boda, rondas de trabajo, dianas, bailes de rueda, ritmo que con el del tamborín constituyen la nota de las fiestas catellanas».
Aquel grupo de bailarines de Segovia que participan en al fiesta del pabellón español está compuesto en su totalidad por campesinos. Un listado en el que aparecen apellidos como Del Barrio Garci, Gómez Llorente, Lucio Moreno García, Barral López o el propio Marazuela, que encabeza el grupo, y que firma una relación en la que se apunta como curiosidad que «los que se encuentran en las milicias, conviene que por lo menos diez o quince días de anticipación se hallen libres para acudir a los ensayos».
El informe que se redacta para el Gobierno de la República deja también algún otro apunte propagandístico. «Al fascismo le gusta más los desfiles que las danzas y nos obliga a seguirle en sus gustos para poder vencerlo. Esperemos que estos campesinos de Segovia podrán pronto de nuevo bailar tranquilamente en sus eras», señala, cerrando el documento interno con una descripción de los instrumentos que se trasladan hasta tierras francesas. «Tan primitivos e ingenuos y por lo tanto tan infantiles que simbolizan bien lo que nosotros esperamos del mundo, es decir que los cacharros de cocina vengan a ser instrumentos de música».
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