Secciones
Servicios
Destacamos
Enrique Berzal
Miércoles, 4 de marzo 2015, 17:55
No es solo la iglesia más antigua de la diócesis y provincia de Zamora, sino que los especialistas no dudan en calificarla como una auténtica joya de la arquitectura visigótica española. Datada presumiblemente en el siglo VII, la iglesia zamorana de San Pedro de la Nave ha vuelto a renacer gracias al Plan Románico Atlántico, proyecto de colaboración transfronteriza entre la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, la Secretaría de Estado de Cultura de Portugal, la Fundación Iberdrola, la Fundación Santa María la Real, la Iglesia Católica de Portugal y las diócesis españolas de Ciudad Rodrigo, Salamanca, Zamora y Astorga.
Firmado en septiembre de 2010, el Plan incluía proyectos de restauración de una veintena de templos románicos ubicados en las provincias españolas de Zamora y Salamanca y en las regiones portuguesas de Porto, Vila-Real y Bragança. La culminación de las obras de San Pedro de la Nave, iglesia ubicada desde 1932 en la localidad zamorana de El Campillo, término municipal de San Pedro de la Nave-Almendra, constituye un auténtico hito a tenor de su particular peripecia histórica, pues fue trasladada piedra a piedra desde su ubicación original, a orillas del río Esla, para evitar que fuera engullida por la construcción del embalse de Ricobayo.
El presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, y el de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, han inaugurado las obras hoy. Una actuación «necesaria, casi urgente», según el párroco de San Pedro de la Nave, Luis Santamaría, a tenor del mal estado en que se encontraban las cubiertas, del mordisco progresivo de las humedades, de la galopante proliferación de goteras y de la escasa iluminación de un templo desprovisto, hasta ahora, de luz eléctrica.
Todo son parabienes a la hora de enjuiciar el resultado del Plan del Románico Atlántico en la localidad zamorana, que en el caso concreto de San Pedro de la Nave ha supuesto una inversión superior a los 600.000 euros: «El Plan es un ejemplo de colaboración entre entidades públicas y privadas, junto a la Iglesia Católica, que es la titular del templo», recalca Santamaría; «es un lugar muy especial, pues San Pedro de la Nave sigue siendo una iglesia viva, con su propia actividad de culto; la restauración del edificio, que era urgente, supondrá un aliciente para el culto y para el turismo, potenciará la necesaria armonización del sentido principal de la iglesia, que es el culto, con su enorme valor cultural».
Junto al valor artístico, a todas luces incuestionable (fue Manuel Gómez Moreno quien en 1906 dató su construcción en el siglo VII y no en el X, como se pensaba hasta entonces), San Pedro de la Nave atesora un pasado histórico singular. Declarada Monumento Nacional en virtud de la Real Orden de 22 de abril de 1912, dieciocho años más tarde, la construcción del embalse de Ricobayo por parte de la empresa Saltos del Duero, antepasado directo de Iberdrola, aconsejó su traslado.
Piedra a piedra
El desmonte y la conducción de la iglesia se realizaron, piedra a piedra, desde su antiguo emplazamiento cerca de la confluencia del río Esla con el Aliste hasta la localidad de El Campillo. Claro que antes se barajaron otros enclaves en la capital zamorana: el Castillo, la explanada de la Catedral, la avenida de Requejo Pero, como le decía por carta Ricardo Rubio, ingeniero jefe de Saltos del Duero, a Gómez Moreno a mediados de agosto de 1930, «tengo la impresión de que no va a prevalecer la idea de trasladar la iglesia a Zamora, pues sobre que no aparece por ninguna parte el dinero necesario al efecto, hay la dificultad de la oposición de los vecinos de El Campillo, que alegan contra el traslado a Zamora razones sentimentales que quizá pesen en el ánimo del Sr. Obispo».
Así fue. Los vecinos de El Campillo, espoleados por el alcalde de San Pedro de la Nave, Anselmo Santos, presionaron para que el templo se ubicase en dicha localidad. Y lo consiguieron. Era 1932. Lo cierto es que desde entonces hasta la ejecución del Plan Románico Atlántico, poco, muy poco, se había actuado sobre San Pedro de la Nave.
Hasta tal punto es así, que desde principios de la década de los 90 el Ayuntamiento venía llamando la atención acerca del progresivo deterioro del templo. Especialmente preocupantes eran las humedades procedentes del propio subsuelo, pues estaban deteriorando constantemente el edificio, la proliferación de goteras, el mal estado de conservación de la piedra, la vegetación en la zona de la cubierta y la ausencia de luz eléctrica, que obligaba a adelantar la misa de la tarde e impedía una adecuada contemplación de los famosos capiteles historiados, con episodios bíblicos como 'Daniel en el foso de los leones' o 'El sacrificio de Isaac'.
De ahí que la culminación de las obras del Plan Románico Atlántico en San Pedro de la Nave sea valorada por el alcalde del municipio, Braulio Prieto, como un gran acierto: «Han sido unas obras faraónicas. Llevábamos veinte años reclamando la restauración del monumento, que era pasto de goteras y de vegetación encima del tejado. Aunque en el pueblo en un principio se acogió con desconfianza la eliminación del bar que existía junto al templo, al final yo creo que el resultado se valora satisfactoriamente. Yo reuní al pueblo y al Ayuntamiento y todos me dieron su aprobación. Además, seguramente habrá más visitantes para ver la nueva restauración», aventura el edil, que también habría deseado una mejora del campanario, «pero no se ha podido hacer más».
Jesús Castillo, arquitecto de la Fundación Santa María la Real encargado de las obras de restauración, no duda en calificar de excepcionales los trabajos emprendidos en la iglesia zamorana, en virtud de la particular historia del templo: «Lo que se hizo en 1930 con San Pedro de la Nave no deja de ser un hito en la historia monumental de España, pues supuso paralizar en parte un proyecto de modernización, como era el embalse, para salvar y preservar un objeto artístico. Ello denota una gran sensibilidad por parte de todos los implicados, desde Manuel Gómez Moreno, director general de Bellas Artes, hasta el Museo Provincial de Zamora, sin olvidar al arquitecto Alejandro Ferrant, encargado del proyecto; algo novedoso y poco común en su momento».
Castillo sintetiza las principales actuaciones acometidas, poniendo el foco en la resolución de problemas como las humedades, la deficiente iluminación y la preservación y adecuación del entorno. Para lo primero, desde la Fundación Santa María la Real se procedió a restaurar la cubierta de la iglesia incorporando un nuevo sistema de ventilación que, de forma natural, genera una corriente continua deaire.
También se ha retirado la solera de hormigón que existía alrededor del templo, se ha procedido a un nuevo drenaje perimetral del edificio y se han sustituido las antiguas carpinterías y cristales de puertas y ventanas por placas de alabastro.
Para paliar la falta de luz eléctrica se ha colocado un nuevo sistema de iluminación que, según Castillo, «no toca nada al templo, lo respeta por completo», pues consiste en llevar el cableado por el suelo y en colocar del mismo modo, soterradas, las trece luminarias; «además, con tan solo 90 vatios lo conseguimos», señala el arquitecto.
La iglesia es uno de los escasos y más bellos ejemplos del arte hispanovisigodo español, pero su ubicación actual, en la localidad zamorana de El Campillo, no es la originaria. Hasta 1930, San Pedro de la Nave se encontraba a orillas del Esla, por lo que la construcción del embalse de Ricobayo le afectaba de lleno. De ahí que la concesión de dicha construcción a la Sociedad Hispano Portuguesa de Transportes Eléctricos, concesionaria de Saltos del Duero, estableciese la obligación de trasladar el monasterio al lugar que ordenase el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
La solución final consistió en desmontar la iglesia y trasladarla, piedra a piedra, hasta El Campillo, empresa faraónica dirigida por el director general de Bellas Artes, Manuel Gómez Moreno, y el ingeniero jefe de obras de Saltos del Duero, Ricardo Rubio, con el asesoramiento del arquitecto Alejandro Ferrant. Iniciada en el verano de 1930, la operación de desmonte y traslado se finalizó dos años después y fue fotografiada por Fernando López Heptener, documentalista de la empresa hidroeléctrica.
De igual manera, la iglesia ha sido monitorizada en todo momento a través del MHS (Sistema de Monitorización del Patrimonio), desarrollado por la Fundación Santa María la Real, cuyos datos han facilitado la redacción del proyecto de intervención y servirán para controlar y gestionar la adecuada conservación y mantenimiento del edificio.
El último punto de actuación en modo alguno es el menos importante. Ha consistido en adecuar el entorno del edificio dotándolo de un nuevo plan de gestión para mejorar y facilitar las visitas: «Hemos retirado todo lo que había en la iglesia, la hemos dejado desnuda, vacía de elementos que distorsionaban la contemplación», apunta Jesús Castillo, «hemos construido un centro de recepción de visitantes soterrado, plenamente mimetizado con el entorno para no entorpecer la visión del edificio, y se han expuesto todas las piezas de forma musealizada. De igual manera, se ha retirado el edificio del bar, que existía desde los años 70, y lo hemos soterrado e integrado en el centro, de manera que no 'compita' con la contemplación de la iglesia y facilite la visita turística y cultural».
Con esa misma filosofía se ha creado una zona ajardinada y se ha acondicionado el aparcamiento a las necesidades del edificio, eliminando todos los elementos disonantes.
Publicidad
Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.