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VIRGINIA T. FERNÁNDEZ
Miércoles, 18 de junio 2014, 12:19
«Las fotografías importantes, antes de hacerlas, hay que soñarlas». Con este consejo se dirige el fotógrafo José Manuel Navia (Madrid, 1957) a quien le pide opinión sobre cómo ponerse detrás del objetivo para lograr una instantánea auténtica. Para uno de los máximos exponentes de esta disciplina en la actualidad, la fotografía es «un modo de estar en el mundo», una forma de mirarlo «silenciosa y transparente». Habla Navia en términos que resultan familiares en los escritores. No en vano, el estrecho vínculo entre imagen y palabra («ese hermosísimo matrimonio») es recurrente en toda su obra. «Soy fotógrafo porque he leído», reconocía ayer en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, donde tuvo lugar la penúltima sesión del primer tramo del año del Aula de Cultura.
No podía ser otro que el escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo quien replicara al fotógrafo, por amistad y por ser un novelista que cuida especialmente aquello de «contar imágenes», tal y como recordó Fernando Conde, director del Aula. Ambos creadores mantuvieron un diálogo durante más de una hora sobre a las relaciones entre la fotografía y la literatura frente a un auditorio repleto. Lo hicieron a partir de imágenes proyectadas con las que recorrieron visualmente el último trabajo del fotógrafo: Nóstos, expuesto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (PhotoEspaña 2014) y transmutado también en forma de libro.
Mejor soñar que ver
«Soñar es quizá lo más necesario que existe, más necesario incluso que ver. Si un día me dijeran estoy obligado a escoger entre soñar y ver, yo elegiría sin duda, soñar. Con la imaginación y el sueño se soporta mejor la ceguera. Sin sueños la vida no sería fácil», con esta frase del cineasta iraní Abbas Kiarostami, Garzo suscribía la idea de Navia: la imaginación como vía de ver realmente el mundo, «la reivindicación de los sueños, no de alguien que antepone el mundo de la fantasía al mundo real sino la de aquel que solo aspira a captar con su cámara la presencia del mundo, como si hablar de presencia fuera hablar de pensamiento». O la fotografía como el «doble esfuerzo, el de ver y el de adivinar, mirar no es limitarse a recibir pasivamente las cosas, es percibir su vida escondida», explicaba Garzo, quien hizo una crítica a «la presencia invasora de los medios audiovisuales», que hace que «no veamos la realidad sino sus múltiples simulacros», por el modo en que la publicidad hace que miremos el entorno, a través de imágenes estereotipadas.
En ese sentido el fotógrafo huye de la postproducción y trata de captar lo ordinario o aparentemente vulgar elevándolo a categoría estética. Un anciano atravesando un desolado páramo: ¿en el Cáucaso o en Badajoz? Una señora de mirada triste abrazando fuertemente a sus niños pequeños: ¿Armenia o la Guerra Civil española? En realidad, poco le importa a José Manuel Navia, quien asegura que viaja para experimentar el placer del regreso o de encontrarse como en casa allá donde va. El fotógrafo declara que tiene «miedo al descubrimiento» porque lo que busca verdaderamente es el «reconocimiento». Confiesa además su «pánico atroz al exotismo». Por eso las tres patas de su trabajo son el territorio, la memoria y el viaje, asentados los tres conceptos en un sustrato universal que le provoca reconocer trazas de la casa en la que creció en un lugar recóndito de Armenia. «Tienes que venir, porque Armenia... ¡es como Castilla!». Así le engañaron sus conocidos para que se desplazara hasta el lejano país. Y es que Navia, madrileño, se nutre profesionalmente de una «obsesión por la llanura», desveló.
Nostalgia
Otra idea vertebradora de su genio creativo queda contenida en el título de su trabajo: Nóstos, que se refiere, atendiendo a su origen etimológico en la lengua griega, a la idea de viaje de ida y vuelta presente en Ulises. Esa vuelta, apuntó Garzo, implica nostalgia (palabra contenida en la raíz del término originario) porque «todo regreso es doloroso» debido a que conlleva pensar en «algo querido que ya no está». El escritor aludió en este punto a «la mala prensa que tiene en la actualidad la tristeza», cuando en realidad la pena «es la memoria de la dicha». Navia, de nuevo, estuvo de acuerdo con el novelista vallisoletano al relacionar en su fuero interno la fotografía con «la pérdida y con la ausencia».
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