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E. Rodríguez/ICAL
Sábado, 5 de julio 2014, 17:37
El 8 de julio de 2013 la ciudad de Ávila despertó con sirenas y con ruidos de helicóptero. La tragedia llegó al puerto de la Paramera poco antes de las ocho y media de la mañana cuando el autobús que cubría la línea entre Serranillos y la capital se salió de la carretera N-403, a la altura de Tornadizos de Ávila. Comenzaban entonces horas de tensión, angustia e incertidumbre porque nueve personas perdieron la vida y sus identidades no pudieron determinarse hasta última hora de la tarde. Un año después, todos los que de una forma u otra se vieron afectados por la tragedia hubo una veintena de heridos- no pueden evitar recordar aquellas horas.
Un año después, los pueblos que perdieron a algunos de sus vecinos tratan de olvidar aquella horrible mañana de julio. Así lo comparte con Ical el alcalde de Villanueva de Ávila, Pedro García, que hace un año despidió a Martín y Beatriz, padre e hija, de 60 y 33 años de edad. La familia, aunque residía en Ávila, pasaba largas temporadas en la localidad, así como muchos fines de semana.
«No es que haya que olvidar el pasado, porque no se puede, pero hay que mirar hacia delante», manifiesta el primer edil. La esposa y madre de estos dos fallecidos apenas ha vuelto por el pueblo, donde vive Máximo, de 87 años de edad, que sobrevivió al accidente. Sus vecinos, como relata el alcalde, procuran no mencionar el tema cuando charlan con él e intentan distraerlo con otros asuntos. «No es un tema para recordárselo día tras día», apunta el alcalde.
Esta actitud suele ser habitual entre los conocidos, aunque la psicóloga Teresa de la Iglesia que formó parte del equipo de Cruz Roja que atendió a las víctimas- reconoce que el silencio no siempre es lo mejor para las personas que han pasado por una experiencia traumática. La profesional reseña que la mejor actitud para ayudarlas es ofrecerles la oportunidad de que cuenten cómo se sienten porque si desean hablar de lo ocurrido, lo harán, y eso les servirá para sacar fuera el dolor y compartirlo.
«El problema de esto es que corremos el riesgo de que, al ofrecernos para escuchar, nos lo cuente y acabemos viéndonos afectados por ese dolor», explica de la Iglesia. Por eso, reivindica la necesidad del ser humano de tener «espacios de ventilación emocional» y poder relatar a los demás cómo se sienten para poder ir cerrando heridas y seguir adelante.
De la Iglesia apunta que los aniversarios nunca son fáciles para las víctimas; sobre todo, para los familiares de los fallecidos. Un año es poco tiempo para haber aprendido a convivir con el dolor y para habituarse a la nueva situación en la que queda la vida de una persona cuando ha perdido a un familiar, especialmente si se trata de los parentescos más cercanos, como parejas, padres, hijos o hermanos. «Hay que dar tiempo para colocar las heridas», subraya la psicóloga que advierte de que habrá familiares que todavía estén en pleno proceso de duelo, tomando conciencia de una pérdida irreversible y ubicándola en su vida diaria.
Los supervivientes de una tragedia así suelen experimentar dos sensaciones. Algunos consideran lo ocurrido como un nuevo comienzo, una segunda oportunidad que les da una vida que han podido perder y que están dispuestos a aprovechar al máximo. Otros experimentan una sensación de culpa, preguntándose «por qué no he sido yo». Todo depende de cada persona, matiza la psicóloga. De aquellos días recuerda la solidaridad entre los afectados, que tuvieron una «reacción ejemplar».
Serranillos
En Serranillos, localidad de la que partió el autobús y en la que residía el conductor, Ramón G.S., «la gente quiere olvidar porque fueron momentos muy duros», declara su alcalde, Carlos Cayuela. Aunque ninguna de las víctimas mortales procedían de este municipio, sus habitantes no escaparon de la incertidumbre que envolvió el accidente.
Cuenta el alcalde que Ramón apenas se ha dejado ver por el pueblo desde entonces y sigue en Guadalajara con su mujer e hijos. Las pocas veces que ha regresado se le ha visto «triste y apenado». «Ramón ya no es el mismo de antes», apunta Cayuela. La juez del Juzgado de Instrucción decretó para él libertad provisional sin fianza y la prohibición de conducir vehículos a motor, como medida cautelar mientras dure la tramitación de la causa.
El cumplimiento del primer año desde el accidente no son fechas fáciles para el chófer que, según su abogado, Miguel Bernal, atraviesa una situación más que compleja. Sigue en tratamiento psicológico y las imágenes de aquella mañana se repiten una y otra vez en su cabeza. «Tiene en su mente grabadas todas las escenas de aquel día», indicó Bernal.
El fiscal pide para él una pena de prisión de cuatro años al considerarlo culpable de nueve delitos de homicidio por imprudencia grave y otros 13 de lesiones. Para el fiscal, el conductor no descansó lo suficiente la noche anterior al accidente y eso le hizo sufrir un episodio de microsueño que le hizo perder el control del vehículo. Para el letrado, que presentó hace una semana el escrito de defensa, se trató de un «accidente fortuito», por lo que solicita la absolución de su cliente. En su escrito de defensa niega la culpabilidad del chófer.
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