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Julio G. Calzada
Lunes, 26 de mayo 2014, 15:36
El avance de la humanidad se debe a sus esfuerzos para encontrar soluciones a los problemas que surgen. Los inventores son la vanguardia de eso que ahora gusta de llamar con el polinomio de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), y lo hacen desde cualquier rincón. Más allá del debate de si el inventor nace, o se hace, los inventores se centran ahora en otras actividades y dinámicas para desarrollar su labor y para conseguir un retorno de sus desarrollos, no siempre económico porque en este mundo, el de la inventiva, tiene aún valor el reconocimiento público.
Los Desayunos Empresariales que organiza El Norte de Castilla con la agencia Comunicación Profesional revisan en esta edición en mundo de la invención. A la convocatoria en el hotel Novotel el Palero, de Valladolid, han acudido cinco inventores que desarrollan su actividad en Castilla y León, si bien en muy diferentes áreas. La objetivo del encuentro, conocer si puede un inventor llegar a ser empresa y saber del proceso que transporta la idea hasta la realidad y a su conversión en un negocio, en ocasiones rentable para su impulsor y en otras, no tanto, o nada. Promoción, ayudas, investigación, colaboración, financiación y desarrollo o industrialización fueron algunos de los temas tratados por los invitados a lo largo de hora y media de encuentro en el que participaron Guillermo Alonso Pedrosa, inventor y promotor del vaso-plato y de la empresa La Fábrica de Inventos; Juan Andrés Díaz Gaona, inventor de un sistema antirrobo de cableado de cobre; José Luis López Gómez, ingeniero ferroviario premio 'Mejor Inventor Europeo de 2013'; José Antonio Corrionero, escritor e inventor del electrificador y el emergedor y junto a ellos Enrique Villacé, presidente de la Asociación Española de Inventores e inventor de la Neurocata.
El desayuno comienza con un debate sobre la importancia de las ingenierías en la inventiva y sobre la necesidad de que la Formación Profesional, en muchas ocasiones educación de segunda elección, reciba mayor apoyo y disfrute de mejor imagen. Esta idea regresará varias veces durante el encuentro. La necesidad de la colaboración y de la formación de alianzas también. Y por eso comienza Juan Andrés Díaz Gaona. «He tenido la fortuna de, a través de Enrique, coincidir con la plataforma Sumar Sumar y he podido formalizar el sistema que en su día patenté para empezar a comercializarlo. No hubiera llegado si no hubiera sido por la colaboración que he tenido y por la participación dentro de la idea de empresas de Castilla y León. En mi caso dos talleres y una empresa de electrónica con la que vamos a empezar a trabajar las alarmas para el sistema. Hay que buscar la colaboración, eso es casi obligatorio», argumenta el promotor de Sotecable.
La pasión como base
El moderador se interesa por la motivación del inventor para continuar. «¿Cuántas maneras distintas de no hacer algo conocéis?», pregunta a la mesa.
Pues no tantas como Edison cuando llegó a la invención de la bombilla, pero unas treinta o cuarenta pruebas sí que he tenido antes de alcanzar el diseño definitivo del vaso-plato», dice Guillermo Alonso.
Y... ¿Qué tienes que tener para seguir adelante?.
Pasión, motivación, ser constante y ser consciente de que cuando has llegado a lo que querías, la bombilla o en mi caso el vaso-plato, tienes el 1% del proyecto terminado», explica Alonso.
O sea ¿Qué hay que ir más allá y ser empresa, como en tu caso?
Es que una vez que tienes el diseño y si te metes a invertir, lo patentas, luego hay que llevar a cabo un prototipo, buscar fabricantes, distribuidores, inversores Vamos, que lo digo en pocas palabras, pero es un trabajo de años. Una vez que funciona, en el caso del emprendedor inventor, tienes que ser un empresario más duro de lo normal, porque cuando parece que has acabado realmente estás empezando la empresa. Un empresario comienza desde su plan de negocio, un inventor antes, desde el diseño del producto.
«En uno de los ensayos descubrimos que aquello iba peor, así que en el grupo dijimos: 'nos hemos equivocado y ahora ya sabemos por dónde no tenemos que ir' y lo que me dijeron es: 'no, no. Se ha equivocado usted. Nosotros hemos hecho lo que usted dijo'. Esa es la realidad del inventor. En el tema del guiado de rodadura por el que recibí un premio, la patente fue en 2010 y empecé con ese tema en los años setenta del siglo pasado», comenta José Luis López Gómez, hoy asesor técnico de Talgo. «Confío poco en lo de que el invento es una genialidad, creo más en el conocimiento a fondo del tema y la optimización a partir de ese conocimiento», añade para retirar esa leyenda del inventor a la espera de la inspiración.
Francisco Suárez, director de Comunicación Profesional pregunta entonces si trabajar en una gran compañía, como Talgo, facilita la tarea del inventor. «Antes que en Talgo trabajé en siete empresas. En una había un torno que para hacer cada pieza tardaba casi tres minutos y con la máquina que desarrollé el tiempo se redujo a cuarenta segundos. Era una pieza de las roscas de las bombonas de butano y había un pedido de tres millones. Si no hubiera trabajado en una empresa que creía en lo que hacía no habría podido hacer esa máquina. Cuando alguien que lo ve funcionar en su mente y explica el funcionamiento, no hay empresa que diga que no», asegura López Gómez.
Alonso, promotor de la empresa La Fábrica de Inventos recoge otro aspecto, el de la puesta en marcha de la idea. «Tienes que saber vender tu producto. No vale con hacerlo bien. Tienes que buscar socios. El inventor a veces es creativo, pero no tiene faceta de empresario o de jefe de ventas, así que debe tener capacidad para hacer equipo» expone.
La paradoja
Enrique Villacé precisa por su parte que «la paciencia y la constancia es un don del inventor, pero en un mundo globalizado no te puedes dormir en los laureles», dice y lo argumenta: «Tienes tres apartados que te van a decir no que corras, pero no te duermas. Lo primero: avanza la competencia. Cuando vas a una feria y muestras tu invento, sin haber hecho empresa, ya lo estás haciendo público y hoy, gracias a Internet, lo ven aquí y en China. Lo segundo, avanza la patente. Si estamos cuatro o cinco años organizando la empresa... las patentes tienen un periodo de caducidad. Y lo tercero: El que no espera es el inversor. Te pide un plan de negocio, de viabilidad, y te pide un retorno, no inmediato, pero tampoco a cinco años. Así que hay que tener paciencia y constancia, pero también agilidad y rapidez. Toda una paradoja» resume Villacé. «Dado el progreso y los medios actuales, las alianzas son obligadas y si pueden ser estratégicas mejor. Es lo que puede proteger a la innovación», concluye.
«Es que las alianzas son necesarias, porque el que hace el invento igual es capaz de sacarlo adelante técnicamente. Nosotros estamos en la fase de abaratar el dispositivo que hemos desarrollado, el emergedor, pero necesitamos empresas más grandes», comenta José Antonio Corrionero, quien explica las tres fases que incluye la invención. «El proceso comienza cuando el inventor desarrolla una idea que cubre una necesidad de la sociedad, y va bien encaminado si puede tener venta. Lo segundo es ver si es capaz de desarrollar la idea técnicamente o se tiene que asociar, y cuando técnicamente esté desarrollado el invento, hay que ir a un inversor, que pone dinero para que se pueda comercializar. Las tres fases son muy importantes para que un invento tenga éxito», afirma. «Creo que tenemos que contar con dos fases más, porque también es necesario un fabricante y más tarde, un distribuidor. Así que serían cinco fases», puntualiza Alonso.
El apoyo de la técnica
«Hoy cualquier invento que llega al mercado debe tener una tecnología detrás bien preparada para competir. El caso de la fregona parece simple, pero detrás hay mucha tecnología y una industria tecnificada para fabricr de forma competitiva», señala a modo de ejemplo.
«Es lo que hacemos con La Fábrica de Inventos, porque muchas veces los inventores están un poco perdidos y aquí les asesoramos», indica el inventor del vaso-plato.
«En muchos casos el éxito de un invento se produce porque su inventor se puso adelante, lo explotó. Es el caso de la fregona, con Manuel Jalón quien con Emilio Bellvis ponen en marcha la empresa Rodex, ¡que por cierto! El invento no era la fregona, que existía el palo con un trapo, si no el escurridor. Muchos inventos se han desarrollado cuando su inventor se ha decidido a hacer empresa. Edison tenía su taller de inventos, que hoy es la General Electric. Me gustaría imaginarme a Jalón con su mocho, puerta por puerta. Muchos le habrían dado con la puerta en la cara, dice Villacé.
«¿Qué hay que estudiar para ser inventor?», pregunta Suárez. «Tenemos un concepto del inventor vilipendiado y humorístico. Pero nada más lejos de eso. Somos personas normales con las mismas inquietudes que todo el mundo. Lo importante es creer en ti mismo y saber observar que existen problemas para la humanidad y tienes una fórmula para resolverlo», afirma Villacé.
«Lo veis entonces desde una posición altruista para con la sociedad», se interesa Suárez. «El inventor pretende resolver un problema, no hacerse rico con ello. Lógicamente se busca recuperar la inversión y vivir un poco de ello. Es mejor», matiza Villacé. «Pero conozco inventores que se han asegurado un nivel de vida, pero de ahí a millonarios Busca resolver un problema y eso le puede reportar un beneficio, pero no es esa la motivación principal. En muchos casos se ve abocado a crear la empresa, pero no es ese su fin.
«En mi tierra se dice: 'Inventor, hombre pobre consolidado', remata López Gómez.
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