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Adolfo Pérez Esquivel saluda a algunos niños. / H. S.
Pérez Esquivel: «Hay que aceptar los desafíos de la crisis»
VALLADOLID

Pérez Esquivel: «Hay que aceptar los desafíos de la crisis»

El Nobel de la Paz argentino participa en unas jornadas universitarias sobre Música y Derechos Humanos

V. A.

Miércoles, 21 de mayo 2014, 14:17

No había ayer en el hall de la Facultad de Filosofía y Letras quien no quisiera hacerse una foto con el argentino Adolfo Pérez Esquivel. Empezando por los niños músicos de la orquesta 'In Crescendo', que agasajaron al Premio Nobel de la Paz con varios temas de raíz popular que llenaron el lugar de una ilusión y alegría contagiosas. Era su primera visita a Valladolid, para participar en unas jornadas sobre Música y Derechos Humanos, y llegaba a la ciudad procedente de Roma, donde aprovechó para entrevistarse con su compatriota Bergoglio, el Papa Francisco, con el que le une una estrecha amistad personal de años.

A poco de ser elegido, Pérez Esquivel salió a la palestra para defender al nuevo Pontífice de la acusación de haber sido cómplice de la dictadura argentina en su etapa como obispo. Su testimonio fue decisivo para acallar las críticas. No en balde el Nobel fue un reconocimiento a su labor como activista y en defensa de los derechos humanos. Su historia personal incluye persecuciones, torturas y largas estancias en la cárcel. Incluso formó parte de uno de los terribles 'vuelos de la muerte' que lanzaban al mar, vivos, a opositores molestos al régimen; destino fatal del que se libró poco menos que milagrosamente.

«Francisco es un renovador, con un acercamiento muy directo al pueblo, y eso es muy saludable para la Iglesia, que está atravesando muchos problemas», explicó ayer. Este encuentro es el tercero que ambos mantienen desde que Bergoglio fue elegido Papa, hace un año, y su impresión personal es que el afán de cambio del Pontífice va en serio, aunque no esté exento de dificultades. «No es fácil cambiar una estructura que tiene tanta historia, ni abrir las ventanas para que entren la luz y el aire fresco, y él lo está haciendo», opina Pérez Esquivel, que le situa en una estela similar a la de Juan XXIII. Aunque, sobre todo, le ve hijo de la Iglesia latinoamericana, y, en cierto modo, del espíritu de fondo que latía en la polémica teología de la liberación.

«La teología de la liberación se ha malinterpretado de muchas formas, pero su idea fundamental es que la Iglesia es pueblo de Dios, y ahí es donde está Francisco. La teología de la liberación no hay que interpretarla como una teología del marxismo». Sabe bien de lo que habla. A Pérez Esquivel le une amistad personal con personas tan destacadas como Leonardo Boff, Helder Cámara, Frei Betto, Leónidas Proaño, Antonio Fragoso y otros nombres de la cara renovadora de la Iglesia latinoamericana.

Construir la democracia

En su discurso de la mañana ante los niños de la orquesta y los jóvenes estudiantes que le escuchaban, Esquivel les animó a luchar por las transformaciones sociales que el mundo necesita. Y es que «estamos llegando al fin de una etapa, y tenemos que ver qué camino tomamos, y analizar cuáles son los desafíos». De entrada, avanzó que hay que construir una democracia, «que no lo sea solo porque se vota», y apuntó que se están viviendo situaciones difíciles, pero esperanzadoras, porque toda crisis abre la oportunidad del cambio. «Estamos en el camino para construir una sociedad más justa, más humana y más fraterna».

Posteriormente, en declaraciones con El Norte, el Nobel de la Paz fue más explícito: «Es el fin de los tiempos de un sistema económico que lleva la crisis a todo, y que no perdona, porque nació sin corazón. Tenemos que buscar alternativas. A la crisis hay que enfrentarla. No podemos quedarnos con los brazos cruzados porque eso es un derrotismo total. Crisis viene de crecimiento y puede suponer ir para atrás o para adelante».

Su condición de argentino lleva a Pérez Esquivel a ofrecer a los españoles la experiencia de su país, en el que surgieron experiencias de gestión colectiva y cooperativa para afrontar la grave crisis de los años 2001 y 2002. «Hubo empresas que se cerraron y los dueños se llevaron el dinero y dejaron a los trabajadores en la calle. Algunos de ellos decidieron tomar las fábricas y reactivarlas. Sería bueno que lo tuvieran en cuenta». Admite que no en todos los casos la experiencia salió bien, pero hay unos cuantos ejemplos de éxito, como Zanon, una fábrica de cerámica que tenía 300 empleados antes de cerrar y que ahora, gestionada por la propia plantilla, tiene 450 trabajadores, y mejor remunerados. «Los trabajadores sabían fabricar, pero no comercializar, y la Universidad les ayudó mediante cursos intensivos, para que supieran cómo funciona el mercado y pudieran administrarla. Nosotros hicimos nuestra experiencia, que merece ser analizada. Les animo a que exploren el camino».

Música y resistencia

Un camino de transformaciones sociales y cambios en el que «la música es fundamental», según explicó el Nobel de la Paz. Porque la conexión entre música y derechos humanos que centra las jornadas de la Universidad que continúan hoy y mañana no es, para Adolfo Pérez Esquivel, ni forzada ni artificial. En absoluto. Ambas cuestiones van estrecha y vitalmente unidas.

Citando al director de orquesta, Claudio Abbado, explicó que la música «es un recurso para la vida: puede cambiarla, mejorarla, y, en algunos casos, incluso salvarla». En su caso, la música es algo inseparable de la resistencia social y política. «La música son las voces del alma, que expresan las tristezas, las angustias y las esperanzas de los pueblos. Y además, es un vehículo esencial para la transmisión de los valores que pretendemos», explica.

Él mismo ha explorado ese camino con varios proyectos, en los que ha contado con la decisiva colaboración de sus hijos y, muy especialmente, de su mujer, Amanda Guerreño, pianista y compositora. Con ella trabajó en el proyecto del Vía Crucis latinoamericano, que dio la vuelta al mundo con su combinación de la música de su mujer y sus propias pinturas, en las que recurre a la iconografía religiosa para recrear los problemas y desafíos del continente. Pero también ha creado un DVD que une poesía y música sobre Tupac Amaru, entre otros proyectos.

Esta finalidad didáctica no es la única de la música. Sirve también para «ayudar a cambiar la cultura de la violencia por la cultura de la paz». Así lo demuestra su propia experiencia personal en las dos aldeas juveniles del Servicio de Paz y Justicia que dirige en América Latina. Con todo, Pérez Esquivel cree que una de las misiones esenciales de la música es reconciliar al hombre con su tiempo interior. «El ser humano tiene un ritmo natural que en nuestras aceleradas sociedades se altera y se transforma en un ritmo reloj. Pero los ritmos naturales permiten reencontrar el equilibrio interior». Algo de ese milagro provocaron ayer los sonidos ilusionados de la orquesta 'In Crescendo' del colegio Allúe Morer y la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Las sonrisas limpias y francas que provocaron entre los asistentes fueron la mejor prueba de esa cualidad transformadora, y liberadora, de la música que defendió el Premio Nobel argentino.

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