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VICTORIA M. NIÑO
Domingo, 30 de marzo 2014, 21:06
Han hecho época en sus respectivas generaciones, han sido referentes de un toreo personal y artístico y han decantado el sufrimiento de su profesión en un humor agudo y socarrón. Por eso es fácil dejarse seducir por la conversación de Paco Camino y Joselito, amigos desde hace lustros como lo demostraron en el Mano a mano que mantuvieron el viernes en la bodega Estancia Piedra de Toro, organizado por El Norte de Castilla con la colaboración de la Junta.
La tarde comenzó con una generosa luz de finales de marzo sobre las viñas que rodean la bodega. El orden geométrico de las cepas permitía el paseo por las hileras que en un mes cubrirán los sarmientos. Paco Camino y Joselito, dos hombres del campo, cacereño el primero y toledano el segundo, pasearon entre ellas mientras recibían la información técnica de Inma Cañibano, el alma de Estancia Piedra.
La bodega tiene el emblema de un toro, referencia al topónimo de su denominación de origen, y bajo su cabeza se sentaron los dos maestros, junto a Paco Aguado, el crítico que hizo las veces de conductor de la conversación. Comenzaron reviviendo sus momentos en la Plaza de Valladolid. Don Francisco recordó su primera retirada, en Zorrilla, y Joselito, la tarde que precipitó su despedida al día siguiente en Sevilla, aunque hubo otras tardes redondas antes. ¿Y qué es una faena memorable para cada uno? Los dos distinguen entre los triunfos que certifican el trabajo y la percepción interior de la distancia entre lo que querían hacer y lo que hicieron con cada toro.
Cuando hablan de sus mejores toros, echan mano de adjetivos como creativo, artístico y un sustantivo sobrevuela los calificativos, la transmisión. «Un toro sin mensaje es como una carta blanca, no dice nada. Si no puedes mandar tu mensaje, si no puedes comunicar lo que quieres, no conectas con nada ni con nadie», explica Joselito, y hubo conexión y apoteosis el 2 de mayo de 1996 en Madrid, pero considera mejor faena la de Valladolid en 1995.
Camino resume el arte en «querer hacer algo en el coso y tener la constancia para ello, en desearlo mucho e ir aprendiendo. No hay nada parecido a estar delante de un toro». Y dentro de esa exaltación, recuerda una vez en México, «me quedaba un mes para la retirada, me prometí hacer lo que quería y me salió un ballet, un ritmo que no era normal en mí. Para mi gusto fue una de mis mejores tardes». El Niño Sabio de Camas ha preferido siempre la casta de Santa Coloma en la ganadería de los Buendía.
«Siempre me gustó que el toro viniera hacia mí, no porque no tuviera valor para arrimarme, sino porque con él encima no puedes hacer nada. Preferí la faena de largo recorrido y para eso los Buendía eran claves, toros que están en torno a los 500 kilos, así pueden embestir. Con más peso y más kilos es difícil». Por eso el sevillano considera a los morlacos actuales «demasiado grandes. Cuando eran más pequeños había más raza, más temperamento. Cogían mucho más a los toreros y eso que se arrimaban menos que los de ahora, quizá sean mejores hoy», dice con media sonrisa el sevillano.
Le viene a la memoria cómo algunos de sus compañeros de generación eran ya coladores. «Yo sufrí 26 cornadas, eran pocas comparadas con las más de 50 de Diego Puerta. Era mi compadre, tomamos la alternativa juntos en 1954 y le decía que no era normal aquello». Eso le lleva al maestro a rememorar el pago de aquella tarde. «Me dieron 20 duros y me regalaron cinco kilos de chorizos y un jamón. En mi casa, cinco hermanos, tres abuelos, un tío y mis padres, nos comimos los chorizos y mi padre se empeñó en guardar el jamón para Navidad. Pero mis hermanas empezaron a pedir que abrieran el jamón, exigían cantando el jamón pandereta». Otros tiempos, otras necesidades de quien hoy considera «cruzado el río» y conseguidas con creces sus metas. «Eran años de hambre y necesidad, yo trabajaba de panadero».
Su primera casa
Y si Paco Camino pasaba las madrugadas amasando, el madrileño Joselito vendía pan por la mañana. No abundaron en la necesidad, en las carencias de la infancia, superadas en la medida que pueden serlo, pero también coincidieron en la estrecha relación entre sufrimiento y arte.
«Para ser un artista tienes que haber sufrido, para hacer algo sublime tienes que ser capaz de desarrollar lo que llevas dentro», dice Joselito. Mientras que Camino goza hoy de su vida. «Las cosas me han ido bien, pero hay que pasarlo mal para que salgan bien»
Los dos fueron precoces pero mientras uno se bregó en tentaderos a base de demostrar afición y aptitud, el otro pasó por la Escuela de tauromaquia. «Yo iba a mirar lo que hacían mis compañeros, creían que porque estuviera medio tumbado y con los ojos cerrados no veía, pero sí, es que madrugaba mucho en la panadería. He aprendido de la vida, mi estilo viene de la viveza y la constancia. Tuve suerte y a los 13 años me llamaban», y Camino recuerda sus primeras 78.000 pesetas en la feria de Zaragoza. «Compré mi primera casa y otra a mis padres al ladito». Y a los 16 la alternativa. «Nunca he sido de entrenar mucho. Ahora cuando veo que suben montañas y corren, no hace falta ser un atleta, hay que estar en forma pero esto es un arte de muñeca».
Un fibroso Joselito subraya la necesidad de la flexibilidad más que la potencia. Los dos se declaran nulos para los juegos deportivos, solo admiten el mus. «Yo también me fijaba en mis compañeros en la Escuela, seleccionaba lo que me gustaba y trataba de adaptarlo a mi cuerpo y a mi forma de torear. Indagaba y trataba de sacar lo mejor de mí». Y Joselito ya conoció el replay, el ver las faenas en vídeo cuantas veces quisiera. En un retiro mexicano, cada tarde veía la famosa de Camino también en México. «Me encantaba su facilidad, su profundidad. Lo importante de Paco Camino no es que haya sido una referencia para los que hemos venido detrás sino que también los anteriores le reconocieron. Ha sido un torero de toreros», señaló.
El sevillano desgranó anécdotas con el Viti, «tan serio», Puerta, Ordóñez y un punto y aparte para El Cordobés. «Ha sido un revolucionario, un fenómeno pero no se podía con él. Era llegar a la plaza y las mujeres y las niñas enloquecían. Y yo me decía con lo guapo que soy yo y nada. Le daba gusto a la gente; que pedían un salto de la rana, pues lo hacía. Y aún hoy ¡con 77 años dice que va a volver!, está loco».
La tarde lluviosa en Zorrilla
Joselito ha tenido de compañeros de cartel a Espartaco y Ponce. Con este último el día que tomaba la alternativa El Juli en Valladolid, también tuvo su momento. Esa tarde decidió adelantar su retirada. «Cuando íbamos a la Plaza comenzaba a llover. El coso era un barrizal, bajó el presidente a preguntar. Yo era el director de lidia y dije que según lo que se votara. El Juli se remitió a mi voto y Ponce también decía que no, que no había condiciones, pero añadía el caso es que la gente quiere.... Así por dos veces. Había mucha tensión y cuando al final se votó que sí, yo dije que si salía el primer toro salía el sexto». Otra pelea verbal con un espectador, «que luego se rompió a aplaudirme», puso a prueba el temple de Joselito que sin embargo concluyó que con esas compañías de oficio no quería seguir.
Después se pusieron en manos del público que además de mostrar su admiración les metieron en el callejón empresarial del arte taurino a cuenta del boicot a la Feria sevillana. Joselito es partidario de no tensar demasiado la cuerda, ni por parte de los toreros ni por la de los empresarios y lamentó el ruido mediático. También Camino apuntó a los intermediarios, aunque se queda «con el cariño de la gente».
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