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Sede de Cáritas Diocesana, que no solo ofrece ayudas económicas o de ropa, sino asesoramiento y apoyo psicológico. / R. Gómez
7.000 hogares de Valladolid se mantienen sin ningún tipo de ingresos
Crisis económica

7.000 hogares de Valladolid se mantienen sin ningún tipo de ingresos

Cáritas ofreció el año pasado ayudas económicas especiales a 90 familias normalizadas a las que la crisis ha sumido abruptamente en la indigencia

VIDAL ARRANZ

Domingo, 9 de marzo 2014, 17:43

«Es como si durante años vas subiendo una escalera hacia arriba y, de repente, te caes abajo». De este modo tan gráfico resume Yuri la situación de cientos de familias de Valladolid que durante años vivieron como ciudadanos normales, con capacidad para afrontar sus necesidades con solvencia, incluso con holgura, y que, de repente, pierden sus empleos y se ven abocados a una situación de emergencia económica y social que les obliga a pedir ayuda.

Yuri, y su esposa María, son un buen ejemplo de estos «nuevos pobres» que muestran el rostro más descarnado e inquietante de esta crisis. Un amplio colectivo al que Cáritas prestó durante el año pasado una ayuda especialísima y excepcional mediante su programa Hermanamiento de Familias. Gesto de Caridad. En total, 100.000 euros de recursos propios, recogidos en su mayor parte mediante colectas especiales impulsadas con motivo del Año de la Fe, y que han permitido ofrecer ayudas económicas singulares a 90 familias de la provincia durante medio año. Cada una de ellas ha recibido una media de 200 euros al mes, que han podido sumar a los otros recursos de carácter público que les correspondan o a los ingresos que fueran capaces de obtener. «Vimos que estas personas necesitaban un trato diferente y le dimos una vuelta al mecanismo de ayuda. En vez de darles una bolsa de alimentos optamos por una ayuda económica a justificar», explica Jesús Gallo, responsable provincial de Cáritas. El programa ha proporcionado un significativo alivio a 90 familias de la provincia que los trabajadores sociales de la institución seleccionaron por su capacidad potencial para salir adelante. Una ayuda especial para personas que sufren una situación especial debido a unas circunstancias tristemente especiales.

Algunos datos del último informe FOESSA de Cáritas permiten completar ese retrato del sufrimiento social. Un retrato que se traduce en un aumento de la desigualdad. Cerca de 70.000 personas viven en Valladolid al borde de la pobreza (lo que se denomina pobreza moderada y que se caracteriza por tener ingresos en torno al 60% del salario medio). Y otras 13.000 más sufren pobreza severa, con ingresos del 50% del salario medio o menos. Tanto una como otra han crecido en España. La pobreza moderada ha pasado de un 22% a un 26%. Y el aumento de la pobreza severa, que estaba en el 2%, se refleja en que se ha duplicado el número de hogares sin ningún tipo de ingresos. En Valladolid, unas 7.000 familias están en esta grave situación.

Son familias que proceden de Valladolid capital y de municipios como Mojados, Olmedo o Iscar «que es ahora una zona muy problemática», explica Gallo. «Fue la más rica de la provincia, pero estos años ha sido especialmente golpeada por la crisis».

Una de esas 90 familias es la que componen Yuri y María. Ambos llegaron a Valladolid en autobús, desde Moldavia, en el año 2003, en plena efervescencia económica. Ella había trabajado como maestra y él tiene formación de soldador, y en aquellos años no tuvieron problema para encontrar la oportunidad que habían venido buscando. «Había empleos por todas partes, y nadie te preguntaba nada. Nosotros empezamos a trabajar cuando ni siquiera sabíamos hablar español», recuerda María.

Tres años sin ningún sueldo

Dos empleos aceptablemente pagados les animaron a comprar una vivienda de segunda mano en La Rondilla, cuya hipoteca es ahora uno de sus problemas. Pero entonces parecía algo de lo más natural. Las luces de alarma comenzaron a encenderse a los cinco años de estar aquí, cuando empezó a desinflarse la burbuja de la construcción. «Al principio, cuando quebraba una empresa buscabas trabajo en otra, e ibas tirando con el paro, aunque alguna vez te quedabas sin cobrar algo», explica Yuri. Pero en el año 2009 el globo explotó del todo «y ya empezó a ser muy difícil encontrar empleo». Y en esas seguimos. Tan solo queda margen para pequeñas ocupaciones temporales. Las empresas que han logrado sobrevivir bastante tienen con intentan salvar parte de su plantilla. La posibilidad de nuevas contrataciones era y es hoy todavía inconcebible.

La alerta roja saltó definitivamente hace tres años cuando pasaron de tener dos sueldos a ninguno. María perdió su último empleo estable y no hubo forma de encontrar otro. Hoy solo encuentra ocupación por horas sueltas en el trabajo doméstico. «Cuando ves que los problemas llegan todos de golpe te sientes muy mal». No es un recuerdo grato para la pareja. Es fácil ver que ambos son personas orgullosas, dignas, acostumbradas a las dificultades y a la escasez, pero también a valerse por sí solos. No les fue fácil admitir que necesitaban ayuda. Ni fue fácil pedirla. Ni hoy, cuando hablan con El Norte, les resulta fácil recordarlo.

«Es una situación crítica y no tienes por qué sentirte inferior a nadie. Hay que hacer de tripas corazón y pedir ayuda para intentar salir adelante». Quien interviene es la vallisoletana Pepa, otra de las beneficiarias del programa de Cáritas. Ha escuchado el relato de María y ha percibido su impotencia e incomodidad. «En un momento dado tu vida da un giro, caes en un bache y te quedas sin nada. No puedes culparte. No es tu responsabilidad. Tienes que tener el coraje y el valor de buscar una solución. No es fácil dar el paso de pedir alimentos o ropa, porque no te llega. Pero eso no va a figurar en tu currículo. Tienes que asumirlo, vivir como una persona normal y luchar por salir adelante».

Pepa llevaba más de diez años trabajando regularmente en la hostelería y como dependienta. «Nunca me había faltado trabajo y llevaba una vida acomodada, aunque sin lujos». En su última empresa llegó a tener un puesto de responsabilidad, pero fue despedida y aparecieron los problemas. Había que pagar el alquiler, comer, vestirse, atender a sus hijos... «Si te hundes porque te va fatal vas a terminar en una situación muy precaria. Ese no es un buen camino». Ella no sólo contó con el apoyo de Cáritas, sino también con el respaldo de su familia que, como en otros muchos casos, es esencial para no hundirse del todo.

«Necesitamos asesoramiento, porque si nunca te has molestado en ayudar a nadie no sabes cómo funciona esto», admite Pepa. En su caso, haber recibido esa ayuda le ha hecho asumir una deuda simbólica que espera saldar con otros que lo necesiten cuando remonte su situación. «Cuando salga de esto, porque estoy segura de que vamos a salir, pensaré en cómo ayudar a otros. Esto es una cadena de favores. Somos como una gran familia y tenemos que echarnos una mano», asegura.

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