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Jordi Sierra i Fabra. / M. BARTOLOMÉ
Adictos a la competición literaria
LIBROS

Adictos a la competición literaria

Muchos son los concursantes en la Literatura Infantil y Juvenil y pocos, los ganadores. En el palmarés de estos premios se repiten nombres por razón económica y de prestigio

V. M. NIÑO

Lunes, 17 de febrero 2014, 13:15

Darse a conocer, publicar, ganar algo de dinero para seguir escribiendo, estos son los objetivos de la mayoría de los aspirantes que envían a sus criaturas literarias a un concurso. Las editoriales reparten más o menos limpiamente sus honores y secuestran durante unas semanas, cada vez menos, estanterías y escaparates para sus autores. Hay sin embargo un reducto en esta industria con peculiaridades propias, la literatura infantil y juvenil. Muchos debutantes comienzan a cavar en este surco como lo harían en la literatura de adultos, y también hay laureados veteranos que siguen compitiendo y que repiten su nombre en el mismo palmarés. Vicente Muñoz Puelles ha ganado el XI Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil, galardón que ya logró en 2004 (El arca y yo).

No es un caso único. El paradigma del competidor adicto lo encarna Jordi Sierra i Fabra, que estaba en el jurado que eligió La voz del árbol, de Puelles, en calidad de ganador precedente (su Parco se impuso en la X edición). Sierra i Fabra, un prolijo escritor que puede hacer las memorias de su carrera hablando de sus primeros 400 libros, tiene una interminable lista de galardones repetidos, tantos que SM le pidió que no se presentase más.

David Fernández Sifres era un desconocido hasta hace tres años. Había publicado ¡Que viene el diluvio! en Everest, editorial de su ciudad, León. «Me gusta presentarme a los concursos», afirma. Y así ganó los dos premios de Literatura Juvenil Alandar e InfantilAla Delta de Edelvives en dos años consecutivos. En 2013 ganó el de SM. «Son un escaparate, los premios abren puertas y facilitan que lean tus manuscritos. Así publica ahora Edelvives mi cuento ¡Que vienen los marcianos!». Fernández Sifres considera la literatura su hobby, su profesión es otra.

El segoviano Ignacio Sanz lleva casi una década dedicado en exclusiva a escribir. «Eso es como habitar un sueño, un privilegio impagable», pero reconoce que ahora «se malvive. Han caído mucho las ventas y, por tanto, los derechos». Sanz ganó el Alandar en 2010 y 2013. «Abrirse camino es fatigoso y los premios ayudan. Por otro lado la capacidad de escribir es siempre mayor que la de publicar. Las editoriales tienen sus filtros y los premios son un empujón y un estímulo». No cree que haya rachas ni recetas para lograr una buena novela juvenil. «Hay historias redondas que milagrosamente llegan a ti».

Precisamente esta repetición en el historial de los premios es la prueba de la limpieza de los fallos, según Pablo Cruz, editor de Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) de Anaya. «Alos premios se presenta mucha gente y después del fallo hay muchos autores conocidos que nos llaman para preguntar cómo quedó su obra». Celebra que este año haya ganado Muñoz Puelles: «Es un libro excelente, bien escrito. Intentamos que primen dos criterios, la calidad y la adecuación al público lector». Cruz es consciente de que en la LIJ hay pocos autores que vivan en exclusiva de ella. «Los anticipos que damos a nuestros autores no son tan altos como la cuantía de los premios, es triste pero así es. Por tanto hay una motivación económica y luego autores noveles que quieren abrirse camino y envían a todos los premios. Por ejemplo, en los galardones de nuestra editorial hay dos autores que han repetido en el concurso de Málaga y en el de Ibi, Mónica Rodríguez y Pedro Mañas».

En el último jurado convocado por Cruz estaba la librera vallisoletana Estrella García (Oletvm). «Es la primera vez que participo en un jurado nacional. Nos dieron cinco finalistas y el ganador es el que más me gustó. Diría que es poco comercial ya que la historia es más propia de mi época que de ahora, pero está muy bien escrito. Por el tono, yo bien pensé que lo había escrito una mujer. El tono de otros dos finalistas me resultaba conocido».

Desde su punto de vista «los premios hace tiempo que no son garantía de ventas porque el público considera que están pactados en la literatura para adultos. En la literatura infantil y juvenil creo que el déficit es de calidad. Por ejemplo a este premio se presentaron 155 originales. Si los que leí yo son los mejores, no quiero ni pensar lo que han sufrido los que han hecho la selección. Sin embargo, el proceso de los concursos es más limpio». Limpieza compatible con el saber cómo y qué es lo más idóneo para concursar. «Hay autores que poseen el conocimiento de cómo presentar sus textos para que tengan más opciones y hay editoriales que premian teniendo en cuenta la prescripción escolar posterior. Muchas de estas editoriales trabajan el libro de texto y saben que hay temas que nunca se recomendarían en clase, por ejemplo nada de sexo o de lesbianas», explica Estrella. Luis Daniel González, autor de Bienvenidos a la fiesta y especialista enLIJ, abunda en esta idoneidad. «Hay mucho de profesionalidad en los autores: gente que sabe narrar bien y escribir historias que cumplen tres condiciones. Bien escritas y armadas por un lado, cómodas de leer y algún toque formativo-educativo en línea con lo deseable o lo actual».

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