Borrar
Educación

La literatura es un triángulo

Alonso de Santos vuelve al Zorrilla, donde estudió, para explicar su visión del oficio de escritor y dar la fórmula magistral para aprobar literatura

A. G. Encinas

Jueves, 6 de febrero 2014, 14:24

Busca a Dios en Valencia, o para ser exactos al tipo que pueda hacer tamaño personaje, y ponlo a actuar delante de toda la Curia de Roma, incluido el Papa. Suena a comedia de enredo, pero en este caso tan real que le sucedió a José Luis Alonso de Santos en lo que debía ser un montaje teatral para celebrar la visita de Benedicto XVI a España. «Y un valenciano con barba y túnica parece más Melchor o Gaspar que Dios», les explicaba el dramaturgo vallisoletano a los alumnos de 4º de la ESO del Instituto Zorrilla. Su instituto, en realidad. El mismo al que llegó con diez años para «aprender a leer y escribir».

«He estado sentado ahí, en butacas más duras, de madera, y aquí me han suspendido mucho a mí», aseguró. Y quizá por eso, en un guiño cómplice al auditorio, trató de explicarles la fórmula magistral para aprobar Literatura, si es que los sucesivos planes educativos han permitido que esta asignatura subsista en los currículos. Él, que la recordaba como esa en la que figuraba junto al autor su fecha de nacimiento y su muerte, seguida de su bibliografía, forma parte ahora de esos libros de texto. Incluso a su pesar. «Hubo un tiempo en que la editorial Santillana lo arregló y puso el año de mi muerte, tuve que ir a un juicio académico para que no suspendieran a una chica que puso mal el año de mi fallecimiento», explicó.

El caso es que este escritor de libro de texto sorprendentemente vivo quiso echar una mano a los alumnos y les explicó su teoría triangular de la Literatura. Que dicho así, con las matemáticas por medio, suena árido, pero que en realidad tiene un desarrollo muy sencillo. «Cuando os digan de qué trata Fuenteovejuna o cualquier obra decís que es un triángulo. El primer lado, problemas. El segundo, emociones. El tercero, palabras. Es la historia de la literatura, del teatro. Contamos problemas que generan emociones a través de las palabras».

Sencillo. O eso parece.

Porque claro, si uno le quita el enredo a Romeo y Julieta lo que se encuentra, como él explicó, son dos chicos que se gustan, se lo dicen, las familias están de acuerdo y fin de la obra. Soso, desde luego. Traducido a literatura, la nada absoluta. «Tenemos curiosidad por saber cómo se resuelven los problemas que generan emociones por medio de palabras. La gente quiere saber qué pasó luego».

Y lo que pasó, al menos en el Instituto Zorrilla en el que aprendió a base de memorizar los libros, es que el auditorio de chavales le correspondió con peticiones de autógrafos, firma de libros y cuadernos, preguntas interesantes como si cree que el ebook influirá en que se lea más... Todo gracias al don de la palabra, cultivado durante años de lectura, que no deja de ser el preámbulo de la escritura. «Los escritores somos gente normal, que bebemos agua, comemos, bebemos y decimos tonterías y vamos a la compra. Es una profesión difícil, pero que se estudia, que tiene ciertos conocimientos, que requiere un poco de suerte, cierta conexión con la sociedad», decía. Y dejaba, como de soslayo, dos claves para quienes le escuchaban quizá con el sueño de darle el relevo literario. «Los escritores manejamos un material. Las palabras. ¿Cómo aprendemos a manejar palabras? Metiendo algunas dentro, y luego ya salen. Es como los embarazos, si no metemos algo, no sale. Leyendo, leyendo, leyendo, leyendo. Un escritor es alguien que lee más que los que no son escritores. El que escribe mucho sin leer mucho... Eso no es posible».

Entre anécdotas y referencias a Shakespeare, a Lope, a Homero, José Luis Alonso de Santos respondió sobradamente a la pregunta que plantea este ciclo llamado Por qué leer a los clásicos.

Ah. Por cierto. Al final, en Valencia, encontró a un extranjero que hablaba español con acento. Le pareció que eso le daba un aire más divino, y le colocó sobre un altar. Después echó alpiste por el suelo para que entraran cientos de palomas en la cúpula donde se realizaba la obra. A la señal, sonaron cuarenta timbales, volaron alborotadas las palomas y emergió Dios con su acento guiri. Si han llegado hasta aquí, es que la teoría de Alonso de Santos del triángulo de la literatura funciona.

Telón.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla La literatura es un triángulo