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Lunes, 3 de febrero 2014, 12:08
Lucas Martínez dejó atrás un futuro que en Villafer, provincia de León, estaba escrito en los surcos de la tierra. La vida se le pasaría con una azada en la mano y no estaba por la labor. Así que se vino a Valladolid, «a la aventura», y echó raíces en La Victoria, el primer barrio que encontró en su camino. El jornal llegaría del otro lado del río, de la calle Imperial, donde hace 45 años encontró un negocio que se traspasaba y que hoy se ha convertido en el veterano de la calle. La frutería Martínez, un homenaje vivo al ultramarinos de toda la vida, tiene detrás del mostrador a Abel Manuel, el hijo de Lucas, quien cada mañana se levanta a las cinco y media para buscar en el mercado el género que luego, desde primera hora, ofrecerá en su negocio, en esta tienda que ha visto cómo el barrio ha tenido que ir echando mano de la cachava. San Nicolás es una de las zonas más envejecidas de la ciudad. Casi uno de cada cuatro vecinos tiene más de 70 años. Pero aquí se pelea por mantener el espíritu joven.
Jesús Peña lo sabe bien. Cuando él acudía a clase al colegio Isabel la Católica, aquí al ladito, el patio se llenaba con las patadas al balón, los gritos y los juegos de más de 500 escolares. «Hoy no creo que sean más de 200», reconoce a pie de quiosco, en el despacho de prensa, revistas y chucherías que tiene en la plaza de los Ciegos, en el corazón de la calle Imperial, y que su padre Leonardo cogió hace 39 años,«la intemerata», cuando se vino a la ciudad procedente de Villalón de Campos. De allí, y a la misma calle, llegó también su tío Mariano Trapote para montar un taller de reparación de calzado. Eso sí, recaló en Valladolid después de una larguísima meta volante en Vitoria, donde ya cambiaba tapas y reparaba suelas. «Hace once años decidimos que ya era hora de volver a nuestra tierra», explica. Reconoce que aquellos eran otros tiempos, en los que hallar un local disponible era complicadísimo. «Encontramos este casi de casualidad. El resto estaban todos llenos. Y ahora, fíjate, cada vez cierran más, cada vez hay más vacíos», asegura un artesano del zapato que tiene una visita más numerosa de los clientes masculinos. «A los señores de por aquí les gusta tener los zapatos perfectos y por eso vienen a menudo a que se les cambien las tapas. Aunque también es verdad que ahora es mayor el número de personas mayores que van andando por la calle con zapatillas, con playeros, algo que hace unos años era impensable». ¿Y las mujeres? ¿Hay menos arreglo de tacones por eso de la edad? «¡Qué va! En San Nicolás son muy chulas, muy elegantes y los tacones se llevan con más de 70 años sin ningún problema», explica.
Mercedes Riolobos cogió hace 30 años el traspaso de la mercería Imperial y ahora está dispuesta a ceder el testigo. Dice que ya es hora de dejarlo, empujada también, claro, por una complicada situación económica que hace «difícil competir con las grandes superficies». Y lo afirma mientras mira a través de un escaparate lleno de pijamas y calcetines a una calle que recibe su nombre como homenaje al emperador Carlos V, a quien se dedicó esta vía que, probablemente, se abrió en 1543, como cuenta Juan Agapito y Revilla en su libro Las calles de Valladolid. Recuerda además que Imperial aparecía así bautizada (en el tramo hasta la plaza de los Ciegos) y que su prolongación se conocía como calle de los bodegones, por las bodegas de vino que había en la zona. Y en este tramo de la calle se encuentra uno de los expositores con más éxito del barrio. Detrás del cristal de Birddom hay decenas de mascotas (tortugas, hámsteres, peces) que atraen la atención de los viandantes. Victorio Moreda recuerda cómo su padre abrió esta tienda de mascotas en 1987, cuando decidió hacer profesión de su afición. «Nosotros siempre tuvimos animales en casa», rememora Moreda, quien se ha especializado además en la cría y venta de aves. Jaulas, jaulas y más jaulas llenan las paredes de la tienda y en su interior, pían los periquitos, los canarios, los diamantes, las ninfas, los agapornis... «¿Tú sabes la compañía que da un pájaro y el poco trabajo que suponen?» Dice que las personas mayores suelen decantarse más por los canarios y que los chavales se quedan obnubilados por el colorido de los periquitos, muchos más dóciles y a los que algo se les puede enseñar. «Con los pájaros solo hay que tener una precaución básica... y es que no hay que dejarlos expuestos a las corrientes de aire». Para no quedarse, pajaritos, vaya. Hay dichos tan ciertos...
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