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FERNANDO CABALLERO
Miércoles, 15 de enero 2014, 22:24
Hace 80 años, el 16 de enero de 1934, ingresó en la comunidad monástica de San Isidro de Dueñas un joven burgalés que había abandonado los estudios de Arquitectura en la Escuela Superior de Madrid para dedicarse a la vida contemplativa. Ese joven era Rafael Arnáiz Barón, tenía 24 años y le quedaban cuatro para morir, ya que falleció el 26 de abril de 1938 en la celda número 2 de la enfermería de la abadía eldanense, víctima de una diabetes, enfermedad que entonces era incurable. La enfermedad le obligó a salir del monasterio en varias ocasiones y le impidió desarrollar su vocación en el noviciado, ya que no pudo superar la categoría menor de oblato. Aunque ya conocía el monasterio, al que había viajado en varias ocasiones entre 1930 y 1933, el día del ingreso le acompañó su padre desde Oviedo, donde residía la familia desde que Rafael tenía 11 años.
Rafael y su padre llegaron a San Isidro el día anterior, el 15 de enero, aunque hasta las dos de la tarde del 16 no ingresó en la comunidad. El día de la llegada al monasterio, el padre habló con el abad, Félix Alonso, y luego regresó a Oviedo, no sin antes bendecir la decisión que había adoptado su hijo mayor de quedarse a vivir con los llamados monjes blancos de la Orden del Císter. El día 15, el joven escuchó la Salve y durmió en la hospedería. Al día siguiente, el maestro de novicios, Marcelo León, un conocido y prestigioso sacerdote diocesano de Palencia que ingresó en San Isidro, tuvo una larga conservación con él, y a las dos de la tarde fue a recogerle para que entrara en la clausura y conociera a sus compañeros del noviciado.
Al ser oblato por la diabetes, el joven Rafael no tenia derecho a lucir la cogulla, principal revestimiento litúrgico de los cistercienses, pero el abad se la concedió nueve días antes de morir, y con ella ha quedado inmortalizado.
Ochenta años después, a su nombre y apellidos hay que añadir el prefijo de santo, porque su vida, sobre todo desde aquel 16 de enero de 1934, la dedicó a vivir la fe religiosa a su manera: profunda, intensa y reflexiva. De hecho, el principal legado de ese joven fueron sus escritos, cartas y pensamientos recogidos en las 'Obras Completas', de las que está a punto de aparecer la séptima edición. Juan Pablo II beatificó al Hermano Rafael el 27 de septiembre de 1992 y Benedicto XVI le canonizó el 11 de octubre de 2009.
La bibliografía sobre este joven santo no para de enriquecerse. En las últimas semanas han aparecido dos libros que indagan en la espiritualidad de San Rafael Arnáiz. 'El Rafael profundo y las claves de la espiritualidad' constituye un resumen de la tesis del sacerdote burgalés Hipólito Gil Balbás, que falleció en 2006 en Madrid a los 78 años. Editado por Testimonio, el título de la tesis era 'Claves fundamentales y transversales de la espiritualidad del beato Rafael Arnáiz Barón', que dirigió en 2004 el obispo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa. Hipólito Gil fue en los años setenta del siglo pasado capellán castrense en el colegio militar de Quintana de Puente, donde coincidió con el vicepostulador de la causa de canonización, el monje cisterciense Alberico Feliz, que periódicamente acudía al colegio a confesar a las religiosas mercedarias que atendían el centro.
Según cuenta el autor en la presentación de la tesis, fue el padre Alberico el que le sugirió la idea de elaborar una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Hermano Rafael. Más tarde, en 1984, asistió a la Semana de Espiritualidad que se celebró en San Isidro de Dueñas del 23 al 29 de abril, lo que le ratificó en su idea de la tesis, que no pudo comenzar hasta después de jubilarse en 1994. Dos años más tarde se matriculó en la Facultad de Teología de Burgos, donde comenzó a trabajar en la tesis.
Este trabajo se publica ahora y en él se leen las frases «el Hermano Rafael optó libremente en su vida por los valores éticos y religiosos, subordinando a ellos todo lo demás», o sus «grandes ideales fueron la verdad, la belleza y la bondad». Las claves de la espiritualidad de Rafael Arnáiz se condensan, según el autor, en conceptos como la grandeza relevante, idealismo y buena voluntad, la coherencia y la santidad extraordinaria.
Otro libro publicado recientemente es el del monje cisterciense José Luis Santos Gómez, que pertenece al monasterio de Santa María la Real de Osera (Pontevedra), aunque ahora se encuentra en el de Santa María del Paraíso de Quito (Ecuador). 'La misión del Hermano Rafael', editado por la Universidad Católica San Antonio de Murcia, desarrolla el lema del joven santo cisterciense 'Solo Dios'. Fray José Luis Santos define al Hermano Rafael como el «santo más grande de la postmodernidad», y le compara con Santa Teresita del Niño Jesús, a la que se considera «la santa más grande de la modernidad». Precisamente, el libro relaciona a los dos santos y sus respectivas misiones.
Santos Gómez define a San Rafael Arnáiz como «el mayor místico del siglo XX, un monje perfecto, con unas enseñanzas maravillosas para los monjes y las monjas, que son capaces de pasar de la realidad de que solo fue un oblato». «Pero sus enseñanzas valen también para toda clase de personas que se tomen en serio la vida cristiana y su llamada a la santidad», concluye.
La publicación de los libros de José Luis Santos Gómez y de Hipólito Gil Balbás eleva a 99 el número de publicaciones que tienen como protagonista a San Rafael Arnáiz. Libros con sus escritos, estudios sobre su vida y espiritualidad y traducciones a numerosos idiomas suman ese casi centenar de libros.
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