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V. M. NIÑO
Martes, 14 de enero 2014, 11:40
Era cuestión de tiempo que la suma de dos artes abstractas sucumbiera a su sino, desprenderse del ancla material. Música y matemáticas habitan la cabeza de Andrés Hombría, el dueño de Mastropiero, única tienda independiente especializada en clásica y jazz que quedaba en Valladolid. Desaparece de la Plaza de Wattenberg por mor del cambio de soportes y de hábitos de compra. Andrés cierra etapa contento. Primero en Burgos y luego en la ciudad del Pisuerga ha pasado 19 años escuchando, recomendando, iluminando discos que quizá de otra manera no hubieran llegado a sonar por estos lares. Ahora vuelve a los números.
«Empecé cuando el mundo del disco superaba su primera crisis, a mediados de los noventa. El compacto dinamizó el mercado del vinilo, especialmente en el mundo de la música clásica, porque se hicieron grabaciones que no había y se reeditaron muchas con más calidad. Era el momento en el que muchos aficionados cambiábamos de formato buscando mejor sonido. Es el momento del auge de la música antigua y barroca. Vivía en Bilbao y la tienda de discos que frecuentaba daba para mantener dos sueldos a pesar de tener El Corte Inglés cerca. Las perspectivas eran buenas».
Así nació Mastropiero, homenaje al compositor imaginario de Les Luthiers, en Burgos, ciudad en la que ya había dos tiendas. Hoy no queda ninguna. «Abrí el 24 de diciembre de 1994 y el mejor día de ventas en mis 19 años de comerciante fue el 6 de enero de 1995. En Burgos entonces no había ninguna gran superficie, así que los 25 'laura paussinis' vendidos eran míos. Eso es lo que te permite, como en las librerías 'Las sombras de Grey' o 'Harry Potter', hacer caja y poder mantener un catálogo amplio y minoritario». Pero eso también estaba tocando a su fin entonces, dos grandes superficies comienzan a incluir los discos en sus estanterías, «eso obliga a vender con un margen menor al 10%, algo que no lo aguanta ni la gasolina ni el tabaco», dice este comerciante de máquina registradora manual. «A pesar de todo, el clásico parecía más estable como casi todas las opciones especializadas. Quizá por eso me he mantenido tanto tiempo». Al inicio del año 2000 «las franquicias comienzan a estar en estado terminal y los almacenistas acaban absorbiendo las tiendas como pago de las deudas, almacenando su propia mercancía, de ahí descuentos especiales y demás. Por ejemplo el cierre de Madrid Rock es el de un gran almacenista, Arnedo».
Al impacto de las grandes superficies, le sucede el de Internet. «Creo que las grandes compañías lo enfocaron con cierta miopía. Se centraron en la piratería, primero la de las tostadoras y el top manta, y después la de plataformas como Napster. Gastaron en abogados más de lo que hubieran ganado en las ventas».
En los últimos años, Andrés intercalaba en su escaparate de discos, libros de música. «Frente al disco, que es un sector salvaje, el del libro tiene una gran ventaja. Al libro se le protege con un precio fijo porque se considera que es un producto cultural, en cambio la música tiene la misma consideración que el videojuego, un producto de ocio y entretenimiento. Ahora que ya no soy sospechoso de tener intereses en el tema, creo que es momento de pedir cierta protección pública para el disco. Es parte de la infraestructura cultural».
Curiosamente las distribuidoras de libros dejan la mercancía en depósito y se devuelve el dinero o los ejemplares tras la venta, sin embargo el disco es pagado por el comerciante al contado.
«Hasta 2008 mis ventas crecían, no me he hecho rico, pero era optimista», afirma quien sabe «que el prestigio no da de comer, pero creo que he sido un buen disquero». El último empujón a las tiendas, Andrés calcula que independientes y especializadas en clásica queda una decena en el país, han sido las plataformas de venta digital, concretamente Amazon. «No puedes competir con una central en Luxemburgo, que hace pedidos para toda Europa, que no necesita almacenar la mercancía física». Hasta la gran cadena comercial española ha pedido interés en el disco, relegándolo a una esquina testimonial.
Discos o tarjetas de visita
La gran distribuidora nacional, Diverdi, finiquitó en junio, Harmonia Mundi cerró su delegación Ibérica, las grandes compañías discográficas se concentran en dos y la grabación de discos continúa pero no mirando al público, sino como tarjeta de presentación del artista. El top de diciembre recogido por Promusicae lo encabeza una cantante argentina impulsada por una serie de Disney, Violetta. En el número 17 aparece Pavarotti, tras One Direction, Alborán, Sanz, Dalma, y otros nombres del pop. España sigue sorprendiendo a los directivos de la Federación Internacional de la Industria Discográfica ya que la picaresca nacional se cifra en un 42% frente al 27% de piratería media en el resto de Europa.
En Valladolid sobreviven tiendas como Charly Blues, reabierta en C/ San Isidro, 75, Disco Center y Tipo. Por su parte, Hombría vuelve a las matemáticas, porque «como decía Hardy, son enormemente consoladoras», y liquida los sábados de enero.
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