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C. AGANZO
Jueves, 2 de enero 2014, 12:41
A partir de hoy, y hasta que termine el año 2014, la cabecera de El Norte de Castilla lucirá un logotipo con el que conmemora sus 160 años de vida, un privilegio no alcanzado por ningún otro diario español a lo largo de la historia. Una efeméride que celebramos todavía en medio de una crisis general de la sociedad española y de un proceso de transformación muy particular de los medios de comunicación. Algo que no ha impedido, sin embargo, que el periódico afronte este año mirando hacia el crecimiento y la expansión, con nuestra nueva edición de Salamanca, estrenada hace tan sslo unos meses, como bandera, y con un amplio programa de celebraciones que se irán desarrollando en los próximos meses.
Los orígenes
El pasado 18 de septiembre El Norte sacó a la calle su número 60.000, una cifra redonda que nos hizo pensar de qué manera es necesario mirar hacia el pasado para interpretar el presente y, sobre todo, para construir el futuro sobre bases sólidas y de progreso. Ese progreso que ya loaban en 1854 en El Avisador, la empresa sobre la que se fundó El Norte de Castilla, el farmacéutico Mariano Pérez Mínguez y el médico Pascual Pastor, iniciadores de una aventura periodística y editorial que ahora cumple 160 años. Sobre los mimbres empresariales de El Avisador, y con la fusión de un nuevo medio, El Correo de Castilla, surgiría dos años después, en 1956, la cabecera de El Norte de Castilla, cuyo primer director sería Sabino Herrero Olea. En 1854, cuando nació la empresa, Valladolid tenía cuarenta mil habitantes, y España vibraba con la revolución progresista que colocó al general Espartero al frente de la nación. Con similares expectativas a las que tiene ahora Valladolid con respecto al soterramiento de la vía férrea, tan bruscamente ralentizado por la dureza de la crisis, contaba entonces la ciudad precisamente alrededor de la construcción del ferrocarril, que significaría ni más ni menos que el nacimiento de una era de desarrollo.
Intereses locales
Ya en su cabecera, El Avisador se declaraba «Periódico de intereses locales de Valladolid y su provincia». Y a este principio ha seguido fiel El Norte de Castilla todo este tiempo. Intereses, por cierto, muy vinculados siempre al desarrollo económico y cultural de la ciudad. Si Sabino Herrero, director de El Correo de Castilla antes de serlo de El Norte, se distinguió por su defensa del libre cambio, del comercio y de la economía de Valladolid como motor de la economía castellana, el propio Pérez Mínguez, el fundador, fue un ilustre cervantista que promovió la colocación de la estatua del autor de El Quijote que actualmente preside la plaza de la Universidad, y un voluntarioso reorganizador de las actividades de la Casa de Cervantes, uno de los foros principales donde hoy, precisamente, se desarrolla el Aula Cultural de El Norte. Una vocación cultural, muy centrada además en la defensa de nuestra lengua castellana, que después sería firmemente refrendada por otros grandes directores del diario, desde Francisco de Cossío hasta José Jiménez Lozano, pasando por Miguel Delibes, Félix Antonio González, Ángel de Pablos Chapado o Fernando Altés.
Vocación regional
Intereses locales, pura y netamente vallisoletanos, que también desde el principio se complementaron con una innegable vocación regional. La misma que preside la actual orientación del periódico. A finales del siglo XIX, plenamente identificado con la etapa política e histórica de la Restauración, así como con los objetivos de la burguesía harinera local, El Norte de Castilla se distinguió por su reivindicación de los intereses cerealistas de la región, muchas veces enfrentados a los de la poderosa industria textil catalana. Con Sebastián Díez de Salcedo, el director que más años estuvo en este cargo (entre 1874 y 1893), se produjo de hecho un espectacular despliegue de corresponsales de El Norte por los principales núcleos rurales y partidos judiciales de la provincia, expansión que terminaría extendiéndose a las principales capitales de la actual Castilla y León.
El 18 de diciembre de 1954, cuando El Norte conmemoraba por todo lo alto sus primeros cien años de vida, con una larga serie de actos públicos organizados precisamente por Miguel Delibes y Fernando Altés, se anunciaba ya la salida de una nueva edición palentina, que sería una realidad, aunque efímera, el 23 de ese mismo mes. Aquel primer intento de expansión regional sería una realidad plena en 1988, propiciando la situación de liderazgo en Palencia que El Norte mantiene en la actualidad, 25 años después. Tras Palencia vendrían Segovia, Zamora (cerrada en 2010 a causa de la crisis) y, ahora, Salamanca, con una inequívoca vocación de permanencia que ya empiezan a respaldar las cifras de ventas y suscripciones de nuestro diario en la provincia: con grandes dificultades, que nunca faltaron en cualquiera de las empresas acometidas por El Norte a lo largo de su historia, pero con toda la ambición y la ilusión por extender al interés común de los castellanos y leoneses las líneas centrales de nuestro periódico desde los días de su fundación.
Vocación regional que, por otra parte, siempre ha tenido, y sigue teniendo, los ojos puestos en ese proyecto común de nuestro pueblo que se llama España. Una España que, en la actualidad, solo podemos comprender inmersa y sólidamente comprometida con el marco de la Unión Europea. En 1877, en una carta del entonces director, Sebastián Díez de Salcedo, a su homónimo de Le Figaro, aquel le contaba a este que El Norte tenía a la sazón dos ediciones, una para la capital, de 1.520 ejemplares, y otra «para la península, ultramar y extranjero», de 4.243; Le Figaro tiraba entonces 150.000 números, y tenía como colaboradores, entre otros, a Alejandro Dumas y Emilio Zola.
«Con Castilla estarán siempre nuestras plumas y ni los halagos ni las amenazas torcerán nuestra voluntad», decía un editorial de El Norte de 1893, año en el que el rotativo inauguraba una larga y fecunda etapa vinculada a la infatigable actividad pública y política de Santiago Alba, al lado de nombres imprescindibles para esta cabecera como los de César Silió y Antonio Royo Villanova. Redactor de crónicas, gacetillas y revistas de toros, pero también ministro de Estado, de Gobernación, de Hacienda, de Instrucción Pública y Bellas Artes o de Marina, Santiago Alba respondía en 1918 con el siguiente telegrama a los trabajadores de El Norte, que se interesaban por su estado tras haber sufrido un accidente de automóvil: «Brazo no duele. Duelen erratas Norte. Saludos afectuosos. Alba». Los riesgos de ejercer esa literatura de urgencias que es el periodismo ya se dejaban sentir en aquel periódico de principios del siglo XX, que tiraba 16.000 ejemplares en el contexto de una ciudad de Valladolid de 69.000 vecinos...
Contra la censura
La batalla por la independencia informativa, siempre al lado de la sociedad, y la lucha contra la censura de todo tipo han sido también una constante a lo largo de la historia del periódico. La detención de Perillán y García en los primeros años de andadura del rotativo, las múltiples multas e interrupciones del mismo durante la dictadura de Primo de Rivera o el férreo control de los diferentes departamentos de prensa del general Franco se extendieron hasta el último episodio notable de liza por la libertad de expresión, entre Miguel Delibes y el entonces ministro de Información Manuel Fraga, lo que terminó desembocando en la salida del primero de la dirección de El Norte de Castilla.
Ya en plena democracia, de la mano del grupo Vocento y con Carlos Roldán como director, El Norte emprendería un proceso de modernización y profundización en un periodismo dinámico y acorde con las nuevas tecnologías de la información que no se detiene, y que obliga a esta vieja cabecera regional a situarse en la vanguardia de los cambios periodísticos, culturales y sociales de nuestro tiempo. Una labor que dura 160 años. Y que aspira a seguir ejerciendo este liderazgo al menos otros 160 años más. Suplementos, conferencias, libros, encuentros, visitas ilustres y diferentescelebraciones se irán sucediendo, a lo largo de todo 2014, para recordar esta aventura en la que han participado miles de personas a lo largo de la historia, y que sigue siendo la muestra más evidente del sólido compromiso de un medio de comunicación con su tierra, con su país y con su gente.
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