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Juani Alarcón palpa uno de los cuadros de la muestra, junto a una de las artistas del colectivo organizador, Noemí Sancho. / HENAR SASTRE
Valladolid acoge una exposición de cuadros para invidentes
ACCIÓN SOCIAL

Valladolid acoge una exposición de cuadros para invidentes

El colectivo Pintores desde las Emociones monta una exposición de cuadros en relieve para ser palpados por personas ciegas

V. V.

Domingo, 29 de diciembre 2013, 21:14

Amaurosis congénita de Lebert. Unas palabrejas tan complicadas que Juani Alarcón (55 años) se tropieza cuando las pronuncia. Amaro... Amaurio... Amorio... A la cuarta va la vencida: «Lo mío se llama amaurosis congénita de Lebert», asegura. Detrás de este trabalenguas se esconde una enfermedad de la retina. Genética. Cuatro de los hermanos de Juani no ven. De nacimiento o desde los primeros meses de vida. Pero hay otros en su familia que sí, que no han tenido ningún problema en la vista. Juani, natural de Albacete, pertenece al primer grupo. Ella ve. Pero no con los ojos.

María José Castañón (53 años) nació en Asturias. Con microftalmía. Un defecto embrionario en el desarrollo ocular. Tiene un componente hereditario. La lotería de los genes. «Mis padres y abuelos vieron bien, pero he tenido una hija...». María José, como Juani, ve. Pero no con los ojos.

María José y Juani su amistad es tan fantástica que habrá que reservarle unos párrafos para contarla han aprendido a mirar la vida con los otros sentidos. «Para nosotras es muy importante el oído, el olfato...» Y el tacto. Esta tarde, por ejemplo, contemplan una exposición con la punta de los dedos. Sus yemas paseándose por las obras de un colectivo de diez artistas (Pintores desde las emociones) que han preparado unos cuadros en relieve, con distintos materiales, texturas y tejidos para que los invidentes puedan, a través del tacto, dibujarse en el cerebro la obra que están palpando.

Annick Marescot presenta un palomar con las tejas de papel. Los cuadros de Nuria de la Fuente reproducen perros, con felpa para simular el pelo y una cadena a modo de correa. Noemí Sancho ha echado mano de lo más chirriscante de su paleta, llenando sus cuadros de color «para que los que tienen restos visuales puedan ver algo». Hay tul en las faldas de las bailarinas de Eva Sancho; y arena y conchas en las playas de Teresa Alonso. «Para hacer el mar he utilizado un gel que me mandaron comprar una vez que tuve inflamación de muelas», explica. Paquita Peña aprieta el gel para hacerse una idea de la fuerza que transmiten las olas del cuadro de Teresa.

Es una playa, ¿verdad? Con la arena y todo. Y las nubes tan suaves, de algodón.

Paquita lleva tres años afiliada a la Once. «El ojo izquierdo lo tengo nulo. En el derecho, muchas cosas en la retina. Así que veo solo un poquito». Dice que se maneja sin problemas en la calle. Dice que va sola en el bus. Dice que en casa se apaña fenomenal. Dice que no puede disfrutar de la pintura. Pero también dice que esta exposición es una «maravilla» porque permite acercarse a un género artístico hasta ahora vedado para ella. En los museos no dejan tocar los cuadros. Aquí es todo lo contrario. Estas obras se han hecho para ser sobadas. Manoseadas. Para transmitir emociones a través del tacto.

Reunión de amigas

Paquita las ha captado. También Juani y María José. Son amigas desde pequeñas, cuando coincidieron en un colegio de la Once en Sevilla. «Antes no había muchos centros de este tipo, solo cuatro en toda España, así que era normal que coincidiéramos niños de toda España», explica Juani. Ella, de Albacete, compartía clase con María José, de Asturias. Luego estudiaron juntas en Alicante y después sus vidas les condujeron por diferentes carreteras. María José se marchó a Barcelona. Juani estuvo en varias ciudades. Hasta que las casualidades de la vida les trajeron, años después, hasta Valladolid. María José llegó en 1984 y aquí ha trabajado como telefonista para la Junta, en la consejería de Presidencia. Juani se instaló en Valladolid en 1990 y seguro que muchos la conocen.

Durante años fue la vendedora del cupón en la plaza de España, hasta su jubilación en 2010. «¡Si yo ya salí en El Norte hace tres años!». Fue el 8 de abril de 2008. Martes. El viernes anterior, Juani vendió 113 boletos del 82.419. Serie 66. Sus manos, las mismas manos que ahora se pasean por unos cuadros en relieve, repartieron 9.920.000 euros. Casi diez millones que recayeron en un bar de La Rondilla, en Gabilondo y en una frutería de la calle Portugal.

Pero espera, que María José también tiene su pasado periodístico. «A mí también me entrevistaron una vez para el periódico». Año 2000. Allí ya defendía la teoría que ha mantenido durante toda su vida. «No hay que dar más facilidades a las personas con una discapacidad a la hora de presentarse al examen de una oposición. Lo que sí que hay que dar es una mejor formación». Igualdad de oportunidades, pero con formación específica. Adecuada. Adaptada.

Ni Juani ni María José trabajan ya. Juani dejó su puesto de cupones. María José colgó el teléfono. Y ahora comparten tiempo libre en decenas de actividades. Van a pilates, a baile, han formado parte de corales y de grupos de teatro. Van a excursiones. Han visitado museos donde no les dejan tocar (aunque les explican lo que otros pueden ver). Y esta tarde se han acercado juntas hasta esta exposición de cuadros con texturas. Y aquí recuerdan ese momento en el que, años después, se volvieron a encontrar. «Es que la Once es muy pequeña». Había una tercera compañera de aquel colegio de Sevilla, Loli, que les puso en contacto.

¡Mira quién ha venido! les dijo.

Y las vidas de Juani y María José se volvieron a cruzar, «después de tanto tiempo sin vernos», sin saber la una de la otra.

¿Y cómo se reconocieron? «Por la voz, claro», ríen al unísono. «Tenemos muy desarrollada la memoria de las voces. Y tampoco nos han cambiado tanto», dice Juani. «Bueno, yo creo que la mía se ha vuelto un poco más gorda», apunta María José. Retomaron así una amistad que les ha conducido hoy hasta esta exposición la primera de este tipo que Pintores desde las Emociones montan en Valladolid en la que los artistas demuestran que los cuadros también se pueden mirar con la punta de los dedos.

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